(Pearl Sydenstricker Buck, Hillsboro, 1892 - Danby, 1973) Novelista estadounidense que pasó la mayor parte de su vida en China y cuya obra, influida por las sagas y la cultura oriental, buscaba educar a sus lectores. Recibió el premio Nobel en 1938. Hija de unos misioneros presbiterianos, vivió en Asia hasta 1933.
Su primera novela fue Viento del este, viento del oeste (1930), a la que siguió La buena tierra (1931), ambientada en la China de la década de 1920 y que tuvo gran éxito de crítica, recibiendo por ella el premio Pulitzer. Es un relato epopéyico de grandes relieves y detalles vívidos acerca de las costumbres chinas, está considerada, en esa vertiente, como una de las obras maestras del siglo.
La buena tierra forma la primera parte de una trilogía completada con Hijos (1932) y Una casa dividida (1935), que desarrollarían el tema costumbrista chino a través de sus tres arquetipos sociales: el campesino, el guerrero y el estudiante. Por la trilogía desfilan comerciantes, revolucionarios, cortesanas y campesinos, que configuran un ambiente variopinto alrededor de la familia Wang Lung. Se narra la laboriosa ascensión de la familia hasta su declive final, desde los problemas del ahorro económico y las tierras hasta la aparición de la riqueza y de conductas y sentimientos burgueses.
En 1934 publicó La madre, y en 1942 La estirpe del dragón, otra epopeya al estilo de La buena tierra donde apoyó la lucha de los chinos contra el imperialismo japonés, en un relato que parte de una familia campesina que vive cerca de Nankín. También escribió numerosos cuentos, reunidos bajo el título La primera esposa, que describen las grandes transformaciones en la vida de su país de residencia. Los temas fundamentales de los cuentos fueron la contradicción entre la China tradicional y la nueva generación, y el mundo enérgico de los jóvenes revolucionarios comunistas.
En 1938 publicó su primera novela ambientada en Estados Unidos, Este altivo corazón, a la que le siguió Otros dioses (1940), también con escenario norteamericano, donde trata el tema del culto de los héroes y el papel de las masas en este sentido: el personaje central es un individuo vulgar que por azar del destino comienza a encarnar los valores americanos hasta llegar a la cima.
A través de su libro de ensayos Of Men and Women (1941) continuó explorando la vida norteamericana. El estilo narrativo de Pearl S. Buck, al contrario de la corriente experimentalista de la época, encarnada en James Joyce o Virginia Wolf, es directo, sencillo, pero a la vez con resonancias bíblicas y épicas por la mirada universal que tiende hacia sus temas y personajes, así como por la compasión y el deseo de instruir que subyace a un relato lineal de los acontecimientos.
Entre sus obras posteriores cabe mencionar Los Kennedy (1970) y China tal y como yo la veo, de ese mismo año. Escribió más de 85 libros, que incluyen también teatro, poesía, guiones cinematográficos y literatura para niños.
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La gran dama (Novela).
Nos relata cómo la ambición de una mujer humilde pero decidida, casi sin corazón, la lleva a ser la mas poderosa de su dinastía, pasando por encima incluso de sus propios sentimientos.
Calculadora, manipuladora, casi cruel por momentos, al punto de renunciar a su gran amor a cambio del poder, maneja de tal forma las riendas de su gobierno, de su vida y de la de los demás, que cautiva al lector. Éste llegará al punto de facinarse con esta mujer y quedar prendido desde principio a fin con su personalidad, la cual es muy difícil de olvidar.
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De esta novela se puede leer lo siguiente en sus primeras páginas:
"Annotation
Esta hermosa novela histórica nos cuenta la vida de la última emperatriz de China, Tzu-Hsi. La protagonista es hija de una familia manchú de clase pobre. Según la costumbre, es llamada al palacio del emperador en la Ciudad Prohibida. Gracias a su belleza y a su inteligencia, el emperador la escoge como concubina. Poco a poco Tzu-Hsi va adquiriendo poder, el cual consolida cuando queda embarazada y da a luz un hijo varón. Al morir el emperador, ella se las arregla para quedar como regente de su pequeño hijo y, debido a que no encuentra en quien confiar para dejarle el gobierno, se queda como emperatriz hasta su muerte. La autora nos describe de manera maravillosa la vida y las costumbres de la China del siglo pasado y de principios de éste. (Pearl S. Buck, la autora, nació en Estados Unidos y pasó su juventud en China, pues sus padres eran misioneros presbiterianos en ese país. Recibió el Premio Nóbel de Literatura en 1938.) Pearl S. BuckIIIIIIIVV
Pearl S. Buck
La Gran Dama
Título original: IMPERIAL WOMAN Traducción de JUAN G. DE LUACES Portada do J. PALET © Pearl S. Buck. 1960 & Editorial Planeta, 1966 Depósito Legal: B. 12.921 — 1966 Número de Registro: 1.172/66 Difundido por
PLAZA & JANÉS S. A.
Barcelona: Enrique Granados, 86-88 Buenos Aires: Montevideo, 333 México D. F.: Amazonas. 44 Bogotá: Carrera 8. Núms. 17.-41, Gráficas Guada, S. R. C. — Rosellón. 24 — Barcelona
PALABRAS PRELIMINARES
Tzu Hsi, la última emperatriz que gobernó en China, era una mujer tan diversa en sus facetas, tan contradictoria en su conducta, tan rica en los múltiples aspectos de su personalidad, que es difícil comprender y definir el conjunto de su carácter. Vivió en un período crítico de la Historia, cuando China luchaba contra las imposiciones ajenas a la vez que se admitía la obvia necesidad de una reforma en sentido moderno. En aquella época Tzu Hsi era conservadora e independiente; implacable en caso necesario. Sus oponentes la temían y la odiaban y procedían de manera más organizada que quienes le profesaban amor. Los escritores occidentales, con muy pocas excepciones, la describen de manera desfavorable e incluso rencorosa. He procurado en este libro traducir a Tzu Hsi lo más exactamente posible, utilizando las fuentes de que todos disponemos, así como recuerdos personales respecto a cómo la consideraban los chinos a quienes conocí en mi niñez y que la miraban solamente como mujer imperial. El bien y el mal se mezclaban en ella, pero alcanzando siempre dimensiones heroicas. Resistió a los cambios modernos tanto tiempo como pudo, porque creía que lo viejo era mejor que lo nuevo. Al comprender que el cambio era inevitable, lo aceptó de buen talante, pero sin modificar sus sentimientos. Sus súbditos la amaban, aunque no todos, ya que los revolucionarios y los impacientes la odiaban tanto como ella los aborrecía. Mas los campesinos y los mo radores de las ciudades pequeñas la reverenciaban. Décadas después de su muerte yo visité poblados de las regiones interiores de China, y hallé que muchas gentes creían que la emperatriz vivía aún y se atemorizaban al tener noticia de su muerte. «¿Quién se cuidará de nosotros ahora?», solían exclamar. Acaso sea éste el juicio más definitivo que cabe formular acerca de un soberano".
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