BIOGRAFIA:
ESCRITOR NORTEAMERICANO CUYAS OBRAS SEMIAUTOBIOGRÁFICAS TUVIERON UNA INFLUENCIA LIBERADORA EN LA CONSERVADORA SOCIEDAD DE LOS AÑOS 20. POR SUS CONTENIDOS CARGADOS DE SEXUALIDAD MUCHAS DE SUS OBRAS FUERON PROHIBIDAS EN VARIOS PAISES. EN 1960 SE CONVIRTIÓ EN UNO DE LOS AUTORES MÁS LEIDOS DEL MUNDO.
DE SUS VIAJES Y AMORES SURGEN VARIAS DE SUS OBRAS: MOLOCH Y CRAZY COCK(SE PUBLICÓ EN FORMA PÓSTUMA EN 1991) SON INSPIRADAS LUEGO DE UN AMORÍO CON JUNE MANSFIELD, UNA BAILARINA DE BROADWAY. EN 1930 SE MUDA A PARIS, MANTIENE UNA RELACIÓN SENTIMENTAL CON ANAIS NIN, ES EN PARIS DONDE SURGEN SUS OBRAS MÁS FAMOSAS: TROPICO DE CANCER Y TROPICO DE CAPRICORNIO, DONDE MUESTRA LA VIDA BOHEMIA DE PARIS Y NUEVA YORK. DICHOS LIBROS ESTUVIERON PROHIBIDOS CASI POR TRES DÉCADAS EN EEUU.
REGRESA A EEUU LUEGO DE TERMINADA LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. ES ELEGIDO MIEMBRO DEL INSTITUTO NACIONAL DE ARTES Y LETRAS EN 1957 Y EN 1961 VE CON SATISFACCIÓN LA PUBLICACIÓN DE SU NOVELA TROPICO DE CANCER, LA CUAL GANA ENORME POPULARIDAD.
SE DEDICA TAMBIÉN A PINTAR ACUARELAS, ESCRIBE TAMBÍEN VARIOS LIBROS SOBRE PINTURA.
FALLECE EN 1980 EN CALIFORNIA.
DE SUS OBRAS SE DESTACAN:
* TRÓPICO DE CÁNCER, 1934
* PRIMAVERA NEGRA, 1936
* MAX Y LOS FAGOCITOS BLANCOS, 1938
* TRÓPICO DE CAPRICORNIO, 1939
* EL OJO COSMOLÓGICO, 1939
* EL MUNDO DEL SEXO, 1940
* EL COLOSO DE MARUSSI, 1941
* LA SABIDURIA DEL CORAZÓN, (1941, AL MENOS ESO DICE LA ED. ARGENTINA DE LA EDIT. SUR)
* UN DOMINGO DESPUÉS DE LA GUERRA, 1944
* PESADILLA DE AIRE ACONDICIONADO, 1945
* LA SONRISA AL PIE DE LA ESCALA, 1948
* SEXUS, 1949
* EL TIEMPO DE LOS ASESINOS, 1952
* PLEXUS, 1953
* NEXUS, 1960
* OPUS PISTORUM (PÓSTUMO), 1983
* QUERIDA BRENDA (CARTAS A BRENDA VENUS) 1986
* NOCHES DE AMOR Y ALEGRIA (NO TENGO LA FECHA. SEGUN LA EDIT. RUEDA(ARG) DICE 1952
* LOS LIBROS EN MI VIDA (SEGUN LA EDIT. SIGLO VEINTE(BUENOS AIRES), TIENE FECHA DE IMPRESION DE 1963)
* AL CUMPLIR OCHENTA(PUBLICADO POR LA UNAM)
* PORNOGRAFIA Y OBSCENIDAD(RECOPILATORIO DE HENRY MILLER Y D.H. LAWRENCE, POR EDIT. ARGONAUTA)
RESEÑA:
HENRY MILLER
—fragmentos escogidos—
BEAT 57
El Camino Nunca Termina
beatcincuentaysiete@hotmail.com
http://ar.geocities.com/beat_virtual
En la tumba que es ahora mi memoria la veo a ella, a la que amé más que a nadie, más que al mundo, más que a Dios, más que a mis propias carne y sangre. La veo pudrirse en ella, en esa sanguinolenta herida de amor, tan próxima a mí que no podría distinguirla de la propia tumba. La veo luchar para liberarse, para limpiarse del dolor del amor, y sumergirse más con cada forcejeo en la herida, atascada, ahogada, retorciéndose en la sangre.
Veo la horrible expresión de sus ojos, la lastimosa agonía muda, la mirada del animal atrapado. La veo abrir las piernas para liberarse y cada orgasmo es un gemido de angustia. Oigo las paredes caer, derrumbarse sobre nosotros y la casa deshacerse en llamas. Oigo que nos llaman desde la calle, las órdenes de trabajar, las llamadas a las armas, pero estamos clavados al suelo y las ratas nos están devorando. La tumba y la matriz del amor nos sepultan, la noche nos llena las entrañas y las estrellas brillan sobre el negro lado sin fondo.
Pierdo el recuerdo de las palabras, incluso de su nombre que pronuncié como un monomaníaco. Olvidé qué aspecto tenía, qué sensación producía, cómo olía, mientras penetraba cada vez más profundamente en la noche de la caverna insondable. La seguía hasta el agujero más profundo de su ser, hasta el osario de su alma, hasta el aliento que todavía no había expirado de sus labios. Busqué incansablemente a aquella cuyo nombre no estaba escrito en ninguna parte, penetré hasta el altar mismo y no encontré… nada.
Me enrosqué en torno a esa concha de nada como una serpiente de anillos flameantes, me quedé inmóvil durante seis siglos sin respirar, mientras los acontecimientos del mundo se colaban y formaban en el fondo un viscoso lecho lleno de moco. Vi el Dragón agitarse y liberarse del dharma y del karma, vi a la nueva raza del hombre cociéndose en la yema del porvenir. Vi hasta el último signo y el último símbolo, pero no pude interpretar las expresiones de su rostro. Sólo pude ver sus ojos brillantes, enormes, luminosos, como senos carnosos, como si yo estuviera nadando por detrás de ellos con los efluvios eléctricos de su visión incandescente. (…)
Así caminamos, dormimos y comimos juntos, los gemelos siameses a quienes Dios había juntado y a quienes sólo la muerte podría separar. Caminábamos con los pies para arriba y las manos cogidas. Ella se vestía casi exclusivamente de negro, salvo algunos parches purpúreos, de vez en cuando. No llevaba ropa interior, sólo un vestido de terciopelo negro saturado de perfume diabólico. Nos acostábamos al amanecer y nos levantábamos justo cuando estaba oscureciendo. Vivíamos en agujeros negros con las cortinas cerradas, comíamos en platos negros, leíamos libros negros. Por el agujero negro de nuestra vida nos asomábamos al agujero negro del mundo. El sol estaba oscurecido permanentemente, como para ayudarnos en nuestra continua lucha intestina. Nuestro sol era Marte, nuestra luna Saturno; vivíamos permanentemente en el cenit del averno. La Tierra había dejado de girar y a través del agujero en el cielo colgaba por encima de nosotros la negra estrella que nunca destellaba. De vez en cuando nos daban ataques de risa, una risa loca, de batracio, que hacía temblar a nuestros vecinos. De vez en cuando cantábamos, delirantes, desafinados, en puro trémolo. Estábamos encerrados durante la larga y oscura noche del alma, período de tiempo inconmensurable que empezaba y acababa al modo de un eclipse. Girábamos en torno a nuestros propios yoes como satélites fantasmas. Estábamos ebrios con nuestra propia imagen, que veíamos cuando nos mirábamos a los ojos. Entonces, ¿cómo mirábamos a los demás? Como el animal mira a la planta, como las estrellas miran al animal. O como dios miraría la hombre, si el demonio le hubiera dado alas. Y, a pesar de todo, en la fija y estrecha intimidad de una noche sin fin, ella estaba radiante, alborozada.
Tenía dos cañones, como una escopeta, era un toro hembra con una antorcha de acetileno en la matriz. Cuando estaba en celo, se concentraba en el gran cosmocrator, los ojos se le quedaban en blanco, los labios llenos de saliva. En el ciego agujero del sexo, valsaba como un ratón amaestrado, con las mandíbulas desencajadas como las de una serpiente, con la piel erizada de plumas armadas de púas. Tenía la lascivia insaciable de un unicornio, el prurito que provocó la decadencia de los egipcios.
¿Qué era la vida en la tierra sólida para nosotros que estábamos decapitados y unidos para siempre por los genitales? La vida era un joder perpetuo y negro en torno a un poste fijo de insomnio. La vida era escorpión en conjunción con Marte, en conjunción con Mercurio, en conjunción con Venus, en conjunción con Saturno, en conjunción con Plutón, en conjunción con Urano, en conjunción con el mercurio, el láudano, el radio, el bismuto. (…)
La razón por la que es difícil contarlo es porque recuerdo demasiado. Recuerdo todo, pero como un muñeco sentado en las rodillas de un ventrílocuo. Me parece que durante el largo e ininterrumpido solsticio conyugal estuve sentado en su regazo y recité el discurso que ella me había enseñado. Me parece que debió ordenar al fontanero jefe de Dios que mantuviera brillando la negra estrella a través del agujero en el techo, debió de mandarle que derramase una noche perpetua. ¿Imaginé simplemente que ella hablaba sin cesar, o es que me había convertido en un muñeco tan maravillosamente amaestrado, que interpretaba el pensamiento antes de que llegara a los labios?
Tenía el don de la transformación, era casi tan rápida y sutil como el propio diablo. Después de la de la pantera y la del jaguar, la transformación que mejor se le daba era la de ave: la de garza salvaje, la de ibis, la de flamenco, la de cisne en celo. Tenía una forma de bajar en picado de repente, como si hubiera avistado un cadáver maduro, lanzándose derecho a las entrañas, arrojándose inmediatamente sobre los bocados preferidos –el corazón, el hígado o los ovarios- y remontando el vuelo de nuevo en un abrir y cerrar de ojos. Si alguien la descubría, se quedaba quieta como una piedra n la base de un árbol, con los ojos no del todo cerrados, pero inmóviles, con esa mirada fija de basilisco. Si la aguijoneaban un poco se convertía en una rosa, una rosa intensamente negra con los pétalos más sedosos y de una fragancia irresistible.
¡Qué apacible nuestra vida de paloma y buitre en la oscuridad! Exceptuando el alucinante agujero en el techo, una vida en el útero casi perfecta. Pero allí estaba el agujero –como una fisura en la vejiga- y no había orina que pudiera pasar con una sonrisa. Mear larga y libremente, sí, pero ¿cómo olvidar la grieta en el campanario, el silencio no natural, la inminencia, el terror, la fatalidad del “otro” mundo? Comer hasta hartarse, sí y mañana otro hartazgo, y mañana y mañana, y mañana… pero al final ¿qué? ¿Al final? ¿Qué era el final?
¿Un cambio de ventrílocuo, un cambio de regazo, un desplazamiento del eje, otra grieta en la bóveda… qué? ¿Qué?
I
Vivo en la Villa Borghese. No hay ni pizca de suciedad en ningún lado, ni una silla fuera de su lugar. Aquí estamos todos solos y estamos muertos.
Anoche Boris descubrió que tenía piojos. Tuve que afeitarle los sobacos, ni siquiera así se le pasó el picor. ¿Cómo puede uno pescarse piojos en un lugar tan bello como éste?. Pero no importa. Puede que no hubiéramos llegado nunca a conocernos tan íntimamente Boris y yo, si no hubiese sido por los piojos.
Boris acaba de ofrecerme un resumen de sus opiniones. Es un profeta del tiempo. Dice que continuará el mal tiempo. Habrá más calamidades, más muertes, más desesperación. Ni el menor indicio de cambio por ningún lado. El cáncer del tiempo nos está devorando. Nuestros héroes se han matado o están matándose. Así que el héroe no es el tiempo, sino la intemporalidad. Debemos marcar el paso, en filas cerradas, hacia la prisión de la muerte. No hay escapatoria. El tiempo no va a cambiar.
Estamos ahora en el otoño de mi segundo año en París. Me mandaron aquí por una razón que todavía no he podido desentrañar.
No tengo dinero, ni recursos, ni esperanzas. Soy el hombre más feliz del mundo. Hace un año, hace seis meses, creía que era un artista. Ya no lo pienso, lo soy. Todo lo que era literatura se ha desprendido de mí. ya no hay más libros que escribir, gracias a Dios.
Entonces, ¿éste?. Éste no es un libro. Es un libelo, una calumnia, una difamación. No es un libro en el sentido ordinario de la palabra. No, es un insulto prolongado, es un escupitajo a la cara del arte, una patada en el culo a Dios, al Hombre, al Destino, al Tiempo, al Amor, a la Belleza... a lo que les parezca. Cantaré para ustedes, desentonando un poco tal vez, pero cantaré. Cantaré mientras la palman, bailaré sobre su inmundo cadáver.
Para cantar primero hay que abrir la boca. Hay que tener dos pulmones y algunos conocimientos de música. No es necesario tener un acordeón, ni una guitarra. Lo esencial es querer cantar. Así, pues, esto es una canción. Estoy cantando.
II
Ahora sólo hay una cosa que me interesa vitalmente, y es consignar todo lo que se omite en los libros. Que yo sepa, nadie está usando los elementos del aire que dan dirección y motivación a nuestras vidas. Sólo los asesinos pueden extraer de la vida, en grado satisfactorio, lo que le aportan. La época exige violencia, pero sólo estamos obteniendo explosiones abortivas. Las revoluciones quedan cegadas en flor, o bien triunfan demasiado deprisa. La pasión se consume rápidamente. Los hombres recurren a las ideas, come d´habitude. No se propone nada que pueda durar más de veinticuatro horas. Estamos viviendo un millón de vidas en el espacio de una generación. Obtenemos más del estudio de la entomología, o de la vida en las profundidades marinas, o de la actividad celular.
El teléfono interrumpe esta reflexión, que nunca habría podido llevar a término. Alguien viene a alquilar el piso...
Parece que mi vida en Villa Borghese ha acabado. Bien, tomaré estas páginas y me largaré. Siempre pasan cosas. Parece que dondequiera que voy hay un drama. Las personas son como los piojos: se te meten debajo de la piel y se entierran en ella. Te rascas y te rascas hasta hacerte sangre, pero no podes despiojarte permanentemente. Donde quiera que voy las personas están echando a perder sus vidas. Cada cual tiene su tragedia privada. La lleva ya en la sangre, infortunio, hastío, aflicción, suicidio. La atmósfera está saturada de desastre, frustración, futilidad. Rascarse y rascarse... hasta que no quede piel. No obstante, el efecto que me produce es estimulante. En lugar de desanimarme, o deprimirme, disfruto. Pido a gritos cada vez más desastres, calamidades mayores, fracasos más rotundos. Quiero que el mundo entero se descentre, que todo el mundo se rasque hasta morir.-
III
Cielo azul y despejado de nubes lanudas, árboles macilentos que se extienden hasta el infinito, con sus oscuras ramas gesticulando como un sonámbulo. Árboles sombríos, espectrales, de troncos pálidos como la ceniza de un habano. Un silencio supremo y enteramente europeo. Postigos echados, tiendas cerradas. Aquí y allá una luz roja para señalar una cita. Fachadas abruptas, casi repulsivas; inmaculadas, salvo por los manchones de sombra proyectadas por los árboles. Al pasar por la Orangerie, recuerdo otro París, el París de Maughan, de Gauguin, el París de George Moore. Pienso en aquel terrible español que sobrecogía al mundo entonces con sus saltos de estilo a estilo. Pienso en Spengler y en sus terribles pronunciamientos, y me pregunto si no se habrá perdido el estilo, el estilo elegante. Digo que esos pensamientos ocupan mi mente, pero no es cierto; hasta después, hasta que no he cruzado el Sena, hasta que no he dejado atrás el carnaval de luces, no dejo jugar a mi mente con esas ideas. Por el momento no puedo pensar en nada... excepto que soy un ser sensible apuñalado por el milagro de esas aguas que reflejan un mundo olvidado. A lo largo de las orillas, los árboles se inclinan pesadamente sobre el espejo empañado; cuando el viento se levante y los llene con un murmullo rumoroso, derramarán algunas lágrimas y se estremecerán, mientras pase el agua en torbellinos. Eso me corta el aliento. Nadie a quien comunicar ni siquiera parte de mis sentimientos...
IV
"Soy un hombre que desearía vivir una vida heroica, hacer el mundo más soportable a su vista. Si en algún momento de debilidad, de relajación, de necesidad, me desahogo dejando escapar un poco de cólera ardiente cristalizada en palabras -un sueño apasionado, envuelto y atado en imágenes- entonces... tómenlo ó déjenlo... ¡pero no me molesten!"
"Soy un hombre libre... y necesito mi libertad. Necesito estar solo. Necesito meditar sobre mi vergüenza y mi desesperación en soledad; necesito el sol y los adoquines de las calles sin compañía, sin conversación, cara a cara conmigo mismo, con la compañía exclusiva de la música de mi corazón.
¿Qué quieren de mí?. Cuando tengo algo que decir, lo digo. Cuando tengo algo que dar lo doy.
¡Su inquisitiva curiosidad me revuelve el estómago! ¡Sus cumplidos me humillan! ¡Su té me envenena!. No debo nada a nadie. Sólo sería responsable ante Dios... ¡Si existiera
V
Caminé entre los altos edificios hacia el frescor del río y vi las luces elevarse como cohetes entre las costillas de los esqueletos. Si yo era verdaderamente un gran ser humano como ella decía, en ese caso, ¿Qué significaba esa idiotez babeante que me rodeaba?. Era un hombre con cuerpo y alma, tenía un corazón que no estaba protegido por una bóveda de acero. Tenía momentos de éxtasis y cantaba con chispas ardientes.
Cantaba al Ecuador, a sus piernas de plumas rojas y a las islas que se perdían a la vista. pero nadie oía. Una bala de cañón disparada a través del Pacífico cae en el espacio porque la tierra es redonda y las palomas vuelan patas para arriba.
La vi mirarme a través de la mesa con ojos apesadumbrados; la pena, extendiéndose hacia adentro, se aplastaba la nariz contra su espina dorsal; la médula batida hasta la piedad se había vuelto líquida. Era tan ligera como un cadáver flotando en el Mar Muerto. Los dedos le sangraban de angustia y la sangre se convertía en baba.
Con el húmedo amanecer llegó el repique de campanas y por las fibras de mis nervios las campanas tocaban sin cesar y sus badajos me martilleaban en el corazón y retumbaban con férrea malicia.
Era extraño que las campanas repicaran así, pero más extraño todavía el cuerpo que revienta, esa mujer convertida en noche y sus palabras como gusanos royendo el colchón. Seguí adelante bajo el Ecuador, oí la espantosa risa de la hiena de mandíbulas verdes, vi el chacal de cola sedosa y pom-pom y el leopardo moteado, todos olvidados en el Jardín del Edén. Y entonces su pena se dilató, como la proa de un acorazado y el peso de su hundimiento me llenó los oídos. Aluvión de légamo y zafiros deslizándose, vertiéndose, por las neuronas alegres y el espectro empalmado y las bordas sumergiéndose.
Oí girar las cureñas con la suavidad de una pata de león, las vi vomitar y babear: el firmamento se hundió y las estrellas se volvieron negras. El negro océano sangrando y las estrellas meditabundas engendrando pedazos de carne fresca e hinchada, mientras por encima revoloteaban los pájaros y del alucinado cielo caía la balanza con mortero y pistadero y los ojos vendados de la justicia. Todo lo que aquí se cuenta se mueve con pies imaginarios por los paralelos de globos muertos; todo lo que se ve con las cuencas vacías se abre como hierba en flor. De la nada surge el signo del infinito; bajo las espirales eternamente ascendentes se hunde lentamente el agujero profundo. La tierra y el agua asociados hacen versos, un poema escrito con carnes y más fuerte que el acero o el granito. a través de la noche infinita, la tierra gira hacia una creación desconocida.
VI
Hay cosas, ciertas cosas relativas a mis viejos ídolos, que me hacen venir lágrimas a los ojos: las interrupciones, el desorden, la violencia, sobre todo, el odio que despertaron. Cuando pienso en sus deformidades, en los monstruosos estilos que eligieron, en la pomposidad, el tedio de sus obras, en todo el caos y la confusión en que se revolcaron en los obstáculos que acumularon a su alrededor, me siento exaltado. Todos ellos estaban hundidos en sus propios excrementos. Todos ellos hombres que se explayan exageradamente. Tanto es así, que casi siento la tentación de decir: "¡Muéstrenme a un hombre que se explaye exageradamente y les mostraré a un gran hombre!". Lo que se considera su "exageración" es mi debilidad, es la señal de la lucha, es la propia lucha con todas las fibras adheridas a ella, el aura y ambiente mismo del espíritu disconforme. Y cuando me muestren a un hombre que se exprese perfectamente, no diré que no sea grande, pero si que no me atrae... Echo en falta las cualidades que me sacian.-
VII
Cuando pienso en la tarea que el artista se asigna implícitamente es la de derrocar a los valores existentes, convertir el caos que lo rodea en un orden propio, sembrar rivalidad y fermento para que, mediante la liberación emocional, los que están muertos puedan ser devueltos a la vida, entonces es cuando corro gozoso hacia los grandes e imperfectos, su confusión me alimenta, su tartamudez es música divina para mis oídos. Veo en las páginas bellamente ampulosas que siguen a las interrupciones, las tachaduras de las intrusiones mezquinas, de las sucias pisadas, por decirlo así, de los cobardes, mentirosos, ladrones, vándalos, calumniadores. Veo en los músculos hinchados de sus líricas gargantas el asombroso esfuerzo que hay que realizar para hacer girar la rueda, para reanudar el paso donde te has detenido. Veo que tras las molestias e intrusiones diarias, la vil y reluciente malicia de los débiles y los inertes se encuentra el símbolo del poder frustrante de la vida, y quien quiera crear orden, quien desee sembrar rivalidad y desacuerdo, porque esté imbuido de voluntad, ese hombre ha de ir a parar una y otra vez a la hoguera y a la horca. Veo que, tras la nobleza de sus gestos se oculta el espectro de la ridiculez de todo ello... que no sólo es sublime, sino también ridículo.
VIII
En un tiempo pensé que ser humano era el objetivo más alto que podía tener un hombre, pero ahora veo que estaba destinado a destruirme. Hoy me siento orgulloso al decir que soy "inhumano" que no pertenezco a los hombres ni a los gobiernos, que no tengo nada que ver con credos ni principios. No tengo nada que ver con la maquinaria crujiente de la humanidad: ¡Pertenezco a la tierra!. Digo esto con la cabeza reclinada en la almohada y siento los cuernos que me brotan en las sienes. Veo a mi alrededor a todos esos antepasados míos bailando en torno a la cama, consolándome, incitándome, flagelándome con sus lenguas viperinas, sonriéndome y mirándome de reojo con sus siniestras calaveras. ¡SOY INHUMANO!. Lo digo con una sonrisa demente, alucinada y voy a seguir diciéndolo aunque lluevan cocodrilos. Tras mis palabras se encuentran todas esas calaveras siniestras que sonríen y miran de reojo, unas muertas y sonriendo hace mucho tiempo, otras sonriendo como si tuvieran trismo, otras sonriendo con la mueca de una sonrisa, el sabor anticipado y las consecuencias de lo que ocurre siempre. Más clara que nada veo mi propia calavera sonriente, veo el esqueleto bailando al viento, serpientes saliendo de la lengua podrida y las ampulosas páginas de éxtasis sucias de excrementos. E incorporo mi lodo, mi excremento, mi locura, mi éxtasis al gran circuito que circula a través de los subterráneos de la carne. Todo ese vómito espontáneo indeseable, de borracho, seguir manando sin cesar, a través de las mentes de los que han de venir, a la vasija inagotable que contiene la historia de la raza. Codo a codo con la raza humana corre otra raza de seres, los inhumanos, la raza de los artistas que estimulados por impulsos desconocidos, toman la masa inerte de la humanidad y mediante la fiebre y el fermento de que la imbuyen, convierten esa pasta húmeda en pan y el pan en vino y el vino en canción.
Con el abono muerto y la escoria inerte producen una canción que se contagia. Veo esa otra raza de individuos saqueando el universo, dejando todo patas para arriba, con las manos vacías, siempre tratando de agarrar y asir el más allá el dios inalcanzable: matando a todo lo que está a su alcance para calmar al monstruo que les roe las entrañas. Lo veo cuando se arrancan los pelos en su esfuerzo por comprender, por aprehender lo que es eternamente inalcanzable, lo que veo cuando braman como bestias enloquecidas y se precipitan dando cornadas, veo que está bien y que no queda otro camino. Un hombre que pertenezca a esa raza ha de subir al lugar más alto y arrancarse las entrañas, mientras pronuncia palabras incoherentes. ¡Está bien y es justo, porque debe hacerlo! y todo lo que se quede corto con respecto a ese espectáculo espantoso, todo lo que sea menos escalofriante, menos aterrador, menos demencial, menos embriagador, menos contagioso, no es arte. El resto es falso. El resto es humano. El resto corresponde a la vida y a la ausencia de la vida.
IX
Hoy tengo conciencia de mi linaje. No necesito consultar mi horóscopo ni mi árbol genealógico. De lo que está escrito en las estrellas, o en mi sangre, no sé nada.
Sé que desciendo de los fundadores mitológicos de la raza. El hombre que se lleva la botella sagrada a los labios, el criminal que se arrodilla en el mercado, el inocente que descubre que todos los cadáveres apestan, el fraile que se levanta las faldas para mearse en el mundo, el fanático que explora las bibliotecas para encontrar la palabra: todos ellos están fundidos en mí, todos ellos provocan mi confusión, mí éxtasis. Si soy inhumado es porque mi mundo ha sobrepasado sus límites humanos, porque ser humano parece algo pobre, lastimoso miserable, limitado por los sentidos, restringido por preceptos morales y códigos, definido por trivialidades e istmos. Estoy echándome el jugo de uva por la garganta y descubro la sabiduría en él, pero mi sabiduría no procede de la uva, mi embriaguez no debe nada al vino.-
X
Quiero desviarme de estas altas y áridas sierras donde se muere uno de sed y de frío, de esta historia "Extratemporal" de este absoluto de tiempo y espacio en que no existen ni hombres, ni animales, ni vegetación, donde se vuelve uno loco por la soledad, por el lenguaje que es sólo palabras, donde todo está desenganchado, desencajado, descompasado en relación con los tiempos. Quiero un mundo de hombres y mujeres, de árboles que no hablen (¡Porque ya se habla demasiado en el mundo, tal como es!), de ríos que te lleven a algún lugar, no ríos que sean leyenda, sino ríos que te pongan en contacto con otros hombres y mujeres, con la arquitectura, la religión, las plantas, los animales: ríos que tengan barcos y en los que los hombres se ahoguen en el mito y la leyenda y los libros y el polvo del pasado, sino en el tiempo y el espacio y la historia. Quiero ríos que hagan océanos como Shakespeare y Dante, ríos que no se sequen en el vacío del pasado. ¡Océanos, sí! que haya más océanos, océanos nuevos que borren el pasado, océanos que creen nuevas formaciones geológicas, nuevas perspectivas topográficas y continentes extraños y aterradores, océanos que destruyan y que preserven al mismo tiempo, océanos en los que podamos navegar, zarpar hacia nuevos descubrimientos, nuevos cataclismos, más guerras, más holocaustos. Que haya un mundo de hombres y mujeres con dínamos entre las piernas, un mundo de furia natural de pasión, acción, drama, sueños, locura, un mundo que produzca éxtasis y no pedos secos.
Creo que hoy más que nunca hay que procurar conseguir un libro aunque sólo tenga una gran página: hemos de buscar fragmentos, astillas, uñas de los pies, cualquier cosa que tenga mineral dentro, cualquier cosa capaz de resucitar el cuerpo y alma.-
de Trópico de Cáncer
"Con la niñera de mi hija estando una noche en el baño, después de haber permanecido ahí durante un tiempo sospechosamente largo, comencé a pensar ciertas cosas. Decidí espiar por el ojo de la cerradura y comprobar por mí mismo qué sucedía, para mi sorpresa estaba parada frente al espejo acariciando su pequeño gatito, casi hablándole. Me excitó tanto que al principio no supe qué hacer. Volví a la habitación, apagué las luces y me acosté en la cama, esperando que ella saliera. Mientras estaba acostado ahí todavía podía ver su sexo peludo y los dedos que parecían tamborilear sobre él. Me abrí el pantalón para que mi miembro se refrescara en la oscuridad. Traté de hipnotizarla desde la cama, o por lo menos hacer que mi miembro la hipnotizara. Vení acá puta, me repetía, y poné ese sexo sobre mí. Debe haber recibido el mensaje inmediatamente, porque un instante después se abría la puerta y tanteaba en la oscuridad para encontrar la cama. No dije una palabra, no hice el menor movimiento. Sólo mantuve mi mente fija en su sexo, que se movía silenciosamente en las tinieblas como un cangrejo. Finalmente estuvo al lado de la cama. Ella tampoco dijo una palabra. Solamente se quedó ahí silenciosa y cuando yo deslicé mi mano entre sus piernas movió un poco su pie para abrirlas. No creo que jamás haya tocado algo más jugoso en mi vida. Era como un engrudo corriendo por sus piernas y si hubiera tenido carteles hubiera podido pegar una docena o más. Después de unos momentos, tan naturalmente como una vaca inclina su cabeza para pastar, ella se inclinó y lo tomó en su boca. Le introduje cuatro dedos, frotándola hasta sacarle espuma. La boca de ella esta llena y le jugo se le derramaba entre las piernas. No dijimos una palabra. Sólo un par de maníacos trabajando pacíficamente en la oscuridad, como sepultureros. Era una paradisíaca manera de hacer el amor."
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“La mujer raras veces ríe, pero cuando lo hace es como un volcán. Cuando la mujer ríe, lo mejor que puede hacer el hombre es largarse al sótano refugio contra ciclones. Nada quedará en pie ante la carcajada vaginal, ni siquiera el hormigón armado. Cuando se le despierta la capacidad de reír, la mujer puede superar en risa a la hiena o al chacal o al gato montés. De vez en cuando se la oye en una reunión de linchadores. Significa que se ha quitado la tapa, que todo vale. Significa que va a salir de caza… y ten cuidado, no te vaya a cortar los cojones. Significa que, si se acerca la peste, ELLA llega primero, y con enormes correas te arrancarán la piel a tiras. Significa que se acostará no sólo con Tom, Dick y Harry, sino también con el Cólera, la Meningitis y la Lepra: significa que se tumbará en el altar como una yegua en celo y aceptará a todos los que se presenten incluido el Espíritu Santo. Significa que demolerá en una noche lo que el pobre hombre tardó, con su habilidad logarítmica, cinco mil, diez mil, veinte mil años en construir. Lo demolerá y se meará en ello, y nadie la detendrá, una vez que empiece a reír en serio.”
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“Hay conchas que ríen y conchas que hablan; hay conchas locas, histéricas, en forma de ocarinas y conchas lujuriantes, sismográficas, que registran la subida y la bajada de la savia; hay conchas caníbales que se abren de par en par como las mandíbulas de una ballena y te tragan vivo; hay también conchas masoquistas que se cierran como las ostras, con una perla o dos dentro; hay conchas ditirámbicas que se ponen a bailar en cuanto se acerca el pene y se empapan de éxtasis; hay conchas puercoespines que sueltan sus púas y agitan banderitas en Navidad; hay conchas telegráficas que practican el código Morse y dejan la mente llena de puntos y rayas; hay conchas políticas que están saturadas de ideología y que niegan hasta la menopausia; hay conchas vegetativas que no dan respuesta, a no ser que las extirpes de raíz; hay conchas adventistas que huelen como los adventistas del Séptimo Día y están llenos de abalorios, gusanos, conchas de almeja, excrementos de oveja y de vez en cuando migas de pan; hay conchas mamíferas que están forradas con piel de nutria e hibernan durante el largo invierno; hay conchas navegantes equipadas como yates, buenas para solitarios y epilépticos; hay conchas glaciales en los que puedes dejar caer estrellas fugaces sin causar el menor temblor; hay conchas diversas que se resisten a cualquier clasificación y descripción, con las que te tropiezas una vez en la vida y que te dejan mustio y marcado; hay conchas hechas de pura alegría que no tienen nombre ni antecedente y estas son las mejores de todos, pero ¿a dónde han ido a parar?”
de Trópico de Capricornio
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