Yo vivía para escribir la ciudad y escribía para vivir la ciudad: hoy y ayer. Carlos Fuentes, Tiempo mexicano I had learned to imagine Mexico before I ever knew Mexico. Carlos Fuentes, Myself with Others Si se considera que Carlos Fuentes empezó a producir literatura desde la década de los cincuenta, si se examina el considerable monto de títulos en su bibliografía, si se toma en cuenta la defensa de la novela, de las letras, que ha venido haciendo en los últimos 40 años, se llega a la conclusión obvia e inevitable de que su vida ha estado destinada a escribir. En entrevistas,1 en comentarios autobiográficos, ha dicho dicho que la literatura le atrajo primero como lector y luego como escritor, muy pronto, en la niñez y adolescencia. De hecho, practicó la escritura precozmente, según cuenta en "Cómo empecé a escribir".2 Recuerda, con sentido del humor, cómo, cuando cursaba la escuela primaria en Washington (1934-1940): Había empezado a escribir un periódico personal en inglés, con mis propios dibujos, reseñas de libros y fragmentos de noticias de la época. Consistía en una sola copia, a lápiz y crayón, y su circulación se restringió a nuestro departamento: Más tarde, a los 14 años, en Chile, con Roberto Torretti, compañero en The Grange School,3 se propone escribir una novela, cuya acción de desarrollaría en el caribe, para terminar en Haití, en el palacio sobre una colina, donde un tirano negro mantenía encerrada a una amante francesa loca, en un desván.4 Sucedería a principios del siglo XIX y en la escena final, el palacio en llamas se derrumbaría, y con él, el mundo de la esclavitud. Fuentes relata los problemas que enfrentaron los novelistas en cierne: ¿Pero por dónde empezar? Torretti y yo éramos, junto con nuetra fraternidad literaturia en The Grange, lectores ávidos de Dumas pére. Una novela que se respetará para nosotros, tenía que empezar en Marsella con una vista del Chateau d'If completo y el martirio de Edmundo Dantès. Pero estábamos escribiendo en español, no en francés, y nuestros personajes tenían que hablar español. ¿Pero cuál español? ¿Mi español mexicano o el español chileno de Roberto? Llegamos a una especie de compromiso: los personajes deberían hablar como los andaluces. Esto fue probablemente un homenaje tácito a la tierra desde la cual navegó Colón.
Es decir, 10 años antes de la publicación de su primer libro, Los días enmascarados (1954), según Fuentes, ya tropezaba, al planear esta inconclusa casi primera novela, con problemas inhertentes a la escritura, relacionados con el lenguaje, la materia y el medio de trabajo del escritor; también estaba el problema de la identidad y la lengua. ¿Qué tanto hay de ficción en una autobiografía, sobre todo si es de un gran novelista? En todo caso, resulta interesante ver cómo el autor se visualiza a sí mismo, antes de ser escritor, ante problemas que ha debido enfrentar en su vida profesional al emprender una gran obra. Los encuentra insuperables, entonces, aún con la ayuda de su amigo Torretti, para las fuerzas literarias de dos adolescentes imaginativos y febriles. ¿Cómo habla un mexicano o un chileno? ¿Cómo se escribe una novela en verdad vasta, megalomaníaca? Años después, concreta contundentemente esa fantasía adolescente, el joven de 29 años que era Carlos Fuentes cuando se publicó su primera novela, La región más transparente (1958). Esta obra total de Fuentes recopila todas las hablas de México, las voces de la ciudad, de los ricos y de los macehuales, de los esnobs y de los auténticos. Una novela en la cual se caracteriza al personaje, se sabe su origen, su nivel sociocultural, por el modo de hablar.5 Los extranjeros hablan el español con las marcas de su lengua materna o de las que conozcan, los chilenos, como tales, los españoles, igualmente como peninsulares, y el español de México, con sus variantes léxicas y morfológicas, se registra hasta captar, por así decirlo, un estado de la evolución del español de México. Este aspecto lingüístico del modo de escribir de Fuentes, que implica alusiones a la identidad, pleno de trabajo escritural o artístico con la palabra, hizo que Octavio Paz escribiera:6
La divisa de Fuentes podría ser: dime cómo hablas y te diré quién eres. Los individuos, las clases sociales, las épocas históricas, las ciudades, los desiertos, son lenguajes; todas las lenguas que es la hispanomexicana y otros idiomas más. Una enorme, gozosa, dolorosa, delirante materia verbal que podría hacer pensar en el barroquismo del Paradiso de José Lezama Lima, si es que el término barroco conviene a dos escritores modernos. Pero el vértigo que nos producen las construcciones del gran poeta cubano es el de la fijeza: su mundo verbal es el de la estalactita; en cambio, la realidad de Fuentes está en movimiento y es un continuo estallido. Julio Coartázar, en carta del 7 de septiembre de 1958, le comentó sobre esa capacidad lingüística de Fuentes que ahora, después de José Agustín parece un recurso apropiado por las letras mexicanas, pero que entonces inauguraba una libertad nueva, no frecuente, para emplear la lengua en la narrativa:7 Por si fuera poco, sus diálogos son verdaderos, no ese extraño producto que inventan tantos novelistas (pienso en Lallea, por ejemplo) como si jamás hubieran hablado con el vecino, con su amante o con el inspector de réditos. Pienso en los excelentes diálogos de Gabriel, Beto y Fifo y en los de los "niños bien" --tan parecidos en todas partes del mundo, pero tan difíciles de sorprender en sus diversos grados de prostitución verbal.8 En "Cómo empecé a escribir", Fuentes relata que su primer lector cautivo fue David Alfaro Siqueiros, en Chile, quien pintaba los murales de una escuela en Chillán que había sido devastada por uno de los terremotos. Refiere cómo el pintor y él, después de la comida, se reunían para la lectura. Siqueiros escuchaba a Fuentes leerle el manuscrito de 400 páginas: "Mientras se adormecía en la sombra, gané y perdí mi primer lector. La novela también se perdió; Torretti, quien ahora enseña filosofía de la ciencia en la Universidad de Puerto Rico, no tiene copia. Siqueiros está muerto y además, se durmió durante toda mi lectura". En Chile descubre que debe escribir en español, después de haber hallado en Washington su calidad de mexicano.
Carlos Fuentes nació en la ciudad de Panamá debido a que su padre empezaba allí su carrera diplomática. Este dato salió a la luz hasta que el propio autor lo mencionó en "Cómo empecé a escribir". Hasta entonces, se creía que había nacido en la ciudad de México; sin embargo, pertenecía al autor el derecho de hacerlo público. El dato no afectaba el hecho de que era mexicano por ser hijo de padres mexicanos nacido en el extranjero. No se puede negar, que, además, se ha ganado la nacionalidad con base en un esfuerzo personal, por medio de una obra sin la cual se alteraría, no sólo la historia de las letras mexicanas y en español, sino la del México contemporáneo. Cabe, por otro lado, alabar a los veracruzanos, quienes declararon a Carlos Fuentes Hijo Predilecto de Xalapa y ciudadano veracruzano por nacimiento, en el homenaje póstumo a su padre, el 23 de marzo de 1994.9
En México, antes de que Juan José Arreola le publicara Los días enmascarados, en Los Presentes, recurre a la crítica literaria y política y firma con sus iniciales, como Pertinax Lector o con el seudónimo Fósforo 11.10 Después de su primer libro de cuentos, empieza La región más transparente, cuya intensidad hizo a Julio Cortázar decir: No hay que ser lince para sentir en seguida hasta qué punto usted ha llevado este libro adentro durante mucho tiempo (aunque la obra en sí haya podido ser escrita rápidamente); no cualquiera es Ixca Cienfuegos, no cualquiera puede concentrar en unas páginas la tremenda fuerza que son los destinos de Zamacona, de Rodrigo Pola y de Robles, tan profundamente americanos como presencia de ciertos valores morales y materiales que son la raíz trágica de nuestros países. El Centro Mexicano de Escritores becó a Fuentes en 1956 para que escribiera La región más transparente,11 cuyo título es parte del epígrafe de Alfonso Reyes a su Visón de Anahuac (1519), escrito en 1915: "Viajero: has llegado a la región más transparente del aire". La relación de Alfonso Reyes y Carlos Fuentes fue duradera y tuvo sus simpatías y diferencias. Se conocieron desde 1932, cuando Fuentes tenía cuatro años y el trabajo de su padre lo había llevado a Brasil: "Mi primer contacto con la literatura fue sentado en las rodillas de Alfonso Reyes cuando el escritor mexicano era embajador en Brasil al principio de los treinta". La relación, de hecho, empezó en Cuernavaca, en convivencia, cuando el novelista tenía 18 años y pasaba los fines de semana en la casa de Reyes. Fuentes relata sus ratos juntos a partir de las 11 de la mañana (Reyes escribía desde la madrugada).12 La formación se daba y con ella, el aprendizaje de un discípulo adolescente, quien 11 años después sería calificado por Elena Poniatowska como "tropel de caballos desbocados", en el lanzamiento de La región más transparente. Fuentes recuerda esa época, con Alfonso Reyes: Podía irritarme. Yo leía, en contra de sus gustos clásicos, los más modernos, los libros más estridentes, sin entender que estaba aprendiendo su enseñanza: no hay creación sin tradición; lo "nuevo" es un cambio de una forma precedente; la novedad es siempre una variación del pasado. Borges dijo que Reyes escribió la mejor prosa en español de nuestro tiempo. El me enseñó que la cultura tenía una sonrisa, que la tradición intelectual del mundo entero, era nuestra por derecho de nacimiento, y que la literatura mexicana era importante porque era literatura, no porque era mexicana.13 La modernidad y la tradición se dan la mano en la amistad de Reyes y Fuentes, la cual podría entenderse como una señal, subrepticia, del tránsito de una época a otra, en la literatura mexicana. Con La región más transparente, con su propuesta poética, con su análisis y crítica nada volvería a ser igual en la vida literaria y artística de México. Hasta las edición de libros dejó de ser conservadora a partir de la publicación por el Fondo de Cultura Económica (FCE) de esta novela. Emmanuel Carballo, con quien Fuentes fundó la Revista Mexicana de Literatura (1956) consigna. En 1958 aumenta considerablemente --en términos relativos-- el público lector. La primera novela de Carlos Fuentes, La región más transparente, alcanza en unos cuantos meses dos ediciones: nueve mil ejemplares".14
Con la novela Fuentes impulsó la literatura mexicana hacia otras perspectivas, le dio una dimensión moderna al proyectarla internacionalmente, pues ésta se traduce al inglés muy pronto (1960) e influye en el hecho de que 1958 sea visto un año clave.15 En 1954 Carlos Fuentes había demostrado, con Los días enmascarados, que prometía talento, disciplina, imaginación y madera de narrador. Sin embargo, pese a la notoriedad que tuvieron el libro y su autor, ese mismo año, no había manera de prever el revuelo que causaría La región más transparente. El mundo de la palabra escrita se conmociona frente a una obra narrativa a la que se llega a negarle la pertenencia al género. Emmanuel Carballo describe 1958 así: El libro del año fue una novela: La región más transparente. Su lectura produjo en unos admiración ingenua; en otros sañuda indiferencia. Se comentó en todos los tonos en las diversas secciones de la prensa, en antagónicos círculos de rudimentarias ideas políticas. Sus impugnadores y sus adictos coincidieron, las más de las veces, en considerarla un documento, en favor o en contra de algo, de alguien y no como una inquietante y promisoria obra artística. Su autor, Carlos Fuentes, padeció la más refinada táctica de que se sirven críticos y columnistas para reducir al silencio a los jóvenes escritores: la unánime conspiración del halago. Se convirtió como Arreola y Rulfo en sus momentos en el niño mimado.16 La efectividad artística de una obra insólita causó revuelo y conmovió a muchos a pesar suyo, La región más transparente descubre la "nueva novela", territorio ya delimitado y trazado en sus libros de ensayos, y resulta, incluso ahora, de gran actualidad, pues el país sufre a escala apocalíptica, las consecuencias de la revolución traicionada, la megalópolis transparenta la corrupción, la marginalidad, el caos urbano. Esta novela captó en sus inicios el principio de la modernidad y avisoró su fin. Publicada hace 40 años y leída en el presente, fue la primera obra con profecías apocalípticas de Carlos Fuentes. En esta tendencia, de imaginar el futuro o de dar elementos para hacerlo, estarán sus novelas: La muerte de Artemio Cruz (1962), que se volvió metáfora del futuro; Cambio de piel (1967); Terra Nostra (1975), y Cristóbal nonato (1987).
Resulta casi inexplicable que Carlos Fuentes haya seguido escribiendo después del barullo del 58; sin embargo, al año siguiente publica Las buenas conciencias; novela más cerca de lo convencional, del realismo decimonónico, menos amenazante, que sería la primera de un cuarteto titulado Los Nuevos, que nunca concluyó.
Fuentes pasa revista a la década de los sesenta en Diana o la cazadora solitaria (1994), novela autobiográfica, que asimismo resume la historia de toda una época, y define a una generación por medio de la biografía de Jean Seberg. Además de hacer el análisis de las transformaciones sociales y morales que cambiaron al mundo, examina su propia vida, hace un balance y encuentra que a los 40 años, ha escrito, amado, triunfado y tiene toda una vida por delante, pero la juventud se ha ido.
En esta novela se describe una fiesta, que José Agustín, asimismo destaca cuando se refiere a la presencia impactante de Fuentes: La cúspide de esta popularidad tuvo lugar en diciembre de 1969 cuando Fuentes festejó su novela Cumpleaños con un coctel legendario en la cantina La Ópera, donde la nueva intelectualidad se sintió muy a gusto en esa atmósfera porfiriana. Candice Bergen y William Styron, estrellas invitadas, acapararon las cámaras.18 Por su parte, Fuentes da a esa fiesta un lugar muy especial y la refiere por ser un hito significativo de su biografía: Cumplí 40 años en el 68 y entré a una crisis de la edad media que me duró todo ese año y culminó en una fiesta que le di a mi amigo William Styron en el Bar La Ópera de la avenida Cinco de Mayo, un resabio oropelesco de la belle époque mexicana (si es que tal cosa jamás existió). La Ópera estaba muy venida a menos, gracias a demasiadas partidas de dominó y a escupitajos fuera de la bacinica. Invité a todos mis amigos a celebrar a Styron, que acababa de publicar con gran éxito y escándalo, Las confesiones de Nat Turner.19 Carlos Fuentes analiza la década de los sesenta y aborda temas como la contracultura, el racismo, las relaciones interpersonales e interculturales, la mentalidad de los Estados Unidos de América, el movimiento estudiantil de 1968, los mecanismos de represión y persecusión. La conexión entre historia y literatura es una constante en su producción literaria. Al lado de su atracción por el mito y lo fantástico, está su interés y conciencia hacia los asuntos sociales o de la política, hacia la historia mexicana y la mundial. En Diana o la cazadora solitaria, la autobiografía personal y de Jean Seberg, referentes y soportes de la anécdota, le permiten mostrar toda una época que concluye. Con perspectiva histórica aborda su historia personal y define también a la generación de escritores que sigue a la suya. Todo en la novela nuestra el paso del tiempo, los cambios que la historia acarrea a las personas y a los países. Quizá Diana o la cazadora solitaria20 sería un ajuste de cuentas del autor, quien a los 65 años, en otra fase vital, tal vez crítica, recuerda una de sus crisis de creación.
En Myself with Others, por ejemplo, escribe sobre infancia y juventud, sobre cómo se inició en un oficio que resultó ser su destino e identidad. Antes, por ejemplo, en Tiempo mexicano, había incluido artículos con elementos autobiográficos, pero es Dana o la cazadora solitaria, la primera ocasión en que, explícitamente en una obra narrativa, con tono confesional emplea datos constatables de su biografía: el autor se descubre ante sus lectores. La verdad personal "iguala" a la ficción, el escritor deviene un personaje que es él mismo. La ficción le apuesta, por así decirlo, a lo biográfico: no se trataría de una novela que "mienta", sino de una confesión del novelista. Este juego entre ficción y realidad, en el que el autor entra como narrador y personaje de su obra, se da en otro texto, aunque con objetivos distintos: Una familia lejana (1980).
Y si Diana o la cazadora solitaria funda su razón literaria de ser, en el reconocimiento de propósitos autobiográficos y biográficos (Jean Seberg) del hombre que la escribe. El resultado de la crisis experimentada a fines de los sesenta y principios de los setenta es la obra magna titulada Terra Nostra (1975) que marca otra etapa en la carrera literaria de Fuentes.
En Una familia lejana21 se sondea en los árboles genealógicos que cualquiera puede tener, por medio de la especial estructuración de los planos de ficción, fantasía, realidad y sueño y, gracias a la presencia y voz relatora del autor, narrador y personaje a la vez.. La novela propone que la instauración de la literatura implica transgresiones terribles, y riesgos para la identidad del autor y del lector. Contar una historia o escucharla, significa entrar en una especie de rueda de la vida que rige implacable la transmisión y recepción de los relatos. El narrador es "el último en saber, el que recibe el regalo del diablo y luego no sabe cómo deshacerse de él". Al recibir el relato, el escucha se convierte en el narrador que debe "pasar el resto de su vida buscando otra víctima a la cual darle y hacerle saber". Carlos Fuentes es el personaje y oyente a quien Branly le va narrando la historia. La novela acaba con la revelación de que el escritor es el Otro. Biografía e historia, siempre pueden ser continuadas. Fuentes pudo haber crecido por completo alejado de México, pudo haberse dedicado a la diplomacia como su padre, pudo haber elegido al inglés como lengua; pudo no haber sido escritor. Queda claro que ha lucubrado acerca de todas las alternativas posibles que ha tenido en momentos definitivos del curso de su biografía. Estas decisiones preocupan a Fuentes en Una familia lejana. La especial ruta que tomó su existencia al identificarse con México y, por ende, al decidir romper con ciertas amarras para dedicarse a la literatura, están en la novela. Fuentes en este texto, tiene sólo algunos de los elementos del Fuentes real, pues el personaje vive (en la ficción) la posibilidad de que las cosas hubieran podido ser diferentes. La novela juega con esa diferencia al postular como imposible la biografía tal y como se fue construyendo en la realidad.
Branly le dice a su amigo que imagine otra posibilidad: --En 1945, Fuentes, usted se quedó a vivir entre Buenos Aires y Montevideo, no regresó a su México nativo, se convirtió en un ciudadano del Río de la Plata y en 1955 pasó a vivir a Francia; dejó de ser tan rioplatense y se hizo más frances que otra cosa, ¿no es verdad? Le dije que sí [...] --Hubiera regresado a México al terminar la guerra y se hubiese arraigado en el país de sus padres. Imagine que publica su primer libro de cuentos a los veinticinco años y su primera novela cuatro años después; habla usted de México y los mexicanos, las heridas de un cuerpo, la persistencia de unos sueños, la máscara del progreso. Queda para siempre identificado con ese país y su gente. --No fue así Branly, digo sin demasiada seguridad. No sé si para bien o para mal, pero soy otra cosa. El amigo le recuerda a Fuentes cuál es ,en resumen, la historia de su vida, opuesta a la del escritor real. En "Cómo empecé a escribir, Fuentes relata: "A los diez y seis finalmente fui a México a vivir permanentemente y allí encontré las respuesta a mi búsqueda de identidad y lengua, en el delgado aire de la meseta de piedra y polvo que es la imagen india negativa de otra meseta, la del centro de España". Cuando se conoce su extensa bibliografía, que ha cambiado el curso de las letras en español, se cae en la cuenta de que en su vida hubo decisiones existenciales atinadas; a él mismo, el tiempo le ha permitido constatar sus aciertos.
Debido a que nace en 1928, a tres años de haberse iniciado el segundo cuarto del siglo XX, se le ha presentado la oportunidad de vivir al tanto de los acontecimientos más importantes de esta centuria. En este ciclo, la humanidad ha sufrido, en proporciones nunca vistas, genocidios, hambrunas, guerrillas, guerras decimonónicas, sí, pero también el "progreso" de las guerras atómicas, bacteriológicas y económicas. Los actos en contra de su propia especie y de las demás han repercutido en el planeta Tierra: la destrucción de la ecología (asesinato de todo lo vivo), será la consecuencia, de las más lamentables, del tipo de destino trazado por los hombres en los dos últimos milenios. Todos estos aspectos del mundo contemporáneo, producto de una serie de hechos concatenados a través de la historia, serán sólo algunos de los numerosos aspectos que analiza desde el principio de su carrera literaria. Han sido observados con detenimiento desde su primer libro, Los días enmascarados, escrito en plena guerra fría y sólo nueve años depués de concluida la Segunda Guerra Mundial. Estas guerras y el clima paranoico de la guerra fría y el shock de la posguerra se reflejan en dos cuentos: "El que inventó la pólvora" y "En defensa de la tirgolibia". Además, el consumismo y la catástrofe ecológica, dos de los asuntos centrales de Cristobal notato (1987), que destruyen a la ciudad de México y al país, a causa de la corrupción, ya son abordados también en "El que inventó la pólvora" y en "La letanía de la orquídea" de Los días enmascarados. La destrucción del mundo, tópico para abordar lo finisecular que tocará en obras posteriores, como inevitable secuela de las elecciones equivocadas del poder, mismas que marcan rumbos nefastos al curso de la historia, ya se prevé en "El que inventó la pólvora" (del que nace la línea de sus obras apocalípticas)
La Revolución Mexicana, eje de sus primeras obras, se convirtió en la etapa de la historia, inmediatamente anterior a su nacimiento, que lo impresionó a su regreso al país. En "Radiografía de una década: 1953-1963" de Tiempo mexicano, rememora: Pitol, Prieto Reyes y yo asistíamos asiduamente a las charlas con Alfonso Reyes en su casa-biblioteca de la avenida Benjamín Hill. Todos habíamos nacido cuando los cañones de la revolución aún estaban calientes, fresco el recuerdo de Germán de Campo y la Madre Conchita, apenas apagados los rumores de la rebelión cristera, recientes los cadáveres de Topilejo y Huitzilac. La producción literaria de Carlos Fuentes, testigo analítico de la historia, se ha convertido en un registro evaluador, crítico y artístico que abarca la historia del siglo XX desde el que parte hacia atras o hacia adelante, para entender. La preocupación por el futuro, por el pasado lejano y el presente, en busca de la verdad, lo han llevado a tratar de clarificarla por medio de la escritura. Cronista del siglo XX, capaz de recordar el porvenir, de consignar el siglo XXI, dice que la imaginación es fundamental, y que la nueva novela, universal, es la posibilidad de reescribir la historia. Vivimos aquí hoy. Pero también imaginamos aquí hoy. Y no debemos separar lo que somos capaces de imaginar de lo que somos capaces de recordar. Imaginar el pasado. Recordar el futuro. Un escritor conjuga los tiempos y las tensiones de la vida humana con medios verbales.
Regresa a la página de Difusion Cultural
0 comments:
Post a Comment