Tuesday, March 13, 2012

Marcus Aurelius: MEDITACIONES.


MARCUS AURELIUS.

Si existe un libro que me ha conmovido enormemente es este: LAS MEDITACIONES DE MARCUS AURELIUS. 
Las meditaciones de Marcus Aurelius son un precepto de vida, de ética, moral, de la serenidad de espíritu, de estoicismo en el más riguroso concepto. El destino lo arrojó a ser Emperador Romano pero, el por derecho propio se erigió como uno de los grandes filósofos del imperio.
Trataré de "postear" en la medida posible todas las semanas fragmentos de LAS MEDITACIONES DE MARCUS AURELIUS para reflexión de todos ustedes y mía también. 

 Marco Aurelio Antonino Augusto2 (apodado "El Sabio") (26 de abril de 1213 – 17 de marzo de 180) nacido en Roma, fue emperador del Imperio romano desde el año 161 hasta el año de su muerte en 180. Fue el último de los llamados Cinco Buenos Emperadores, tercero de los emperadores Hispanos y es considerado como una de las figuras más representativas de la filosofía estoica.
Su gobierno estuvo marcado por los conflictos militares en Asia frente a un revitalizado Imperio parto y en Germania Superior frente a las tribus bárbaras asentadas a lo largo del Limes Germanicus, en la Galia y a lo largo del Danubio. Durante el período de su imperio tuvo que hacer frente a una revuelta en las provincias del Este liderada por Avidio Casio a la cual aplastó.
La gran obra de Marco Aurelio, Meditaciones, escrita en griego helenístico durante las campañas de la década de 170, todavía es considerada como un monumento al gobierno perfecto. Es descrita como "una obra escrita de manera exquisita y con infinita ternura".4

LIBRO III


1. No sólo esto debe tomarse en cuenta, que día a día se
va gastando la vida y nos queda una parte menor de ella, sino
que se debe reflexionar también que, si una persona
prolonga su existencia, no está claro si su inteligencia será
igualmente capaz en adelante para la comprensión de las cosas
y de la teoría que tiende al conocimiento de las cosas divinas
y humanas. Porque, en el caso de que dicha persona
empiece al desvariar, la respiración, la nutrición, la imaginación,
los instintos y todas las demás funciones semejantes
no le faltarán; pero la facultad de disponer de sí mismo, de
calibrar con exactitud el número de los deberes, de analizar
las apariencias, de detenerse a reflexionar sobre si ya ha llegado
el momento de abandonar esta vida y cuantas necesidades
de características semejantes precisan un ejercicio exhaustivo
de la razón, se extingue antes. Conviene, pues,
apresurarse no sólo porque a cada instante estamos más cerca
de la muerte, sino también porque cesa con anterioridad
la comprensión de las cosas y la capacidad de acomodamos
a ellas.

2. Conviene también estar a la espectativa de hechos
como éstos, que incluso las modificaciones accesorias de

las cosas naturales tienen algún encanto y atractivo. Así,
por ejemplo, un trozo de pan al cocerse se agrieta en ciertas
partes; esas grietas que así se forman y que, en cierto
modo, son contrarias a la promesa del arte del panadero,
son, en cierto modo, adecuadas, y excitan singularmente el
apetito. Asimismo, los higos, cuando están muy maduros,
se entreabren. Y en las aceitunas que quedan maduras en
los árboles, su misma proximidad a la podredumbre añade
al fruto una belleza singular. Igualmente las espigas que se
inclinan hacia abajo, la melena del león y la espuma que
brota de la boca de los jabalíes y muchas otras cosas,
examinadas en particular, están lejos de ser bellas; y, sin
embargo, al ser consecuencia de ciertos procesos naturales,
cobran un aspecto bello y son atractivas. De manera
que, si una persona tiene sensibilidad e inteligencia suficientemente
profunda para captar lo que sucede en el
conjunto, casi nada le parecerá, incluso entre las cosas que
acontecen por efectos secundarios, no comportar algún encanto
singular. Y esa persona verá las fauces reales de las
fieras con no menor agrado que todas sus reproducciones
realizadas por pintores y escultores; incluso podrá ver con
sus sagaces ojos cierta plenitud y madurez en la anciana y
el anciano y también, en los niños, su amable encanto.
Muchas cosas semejantes se encontrarán no al alcance de
cualquiera, sino, exclusivamente, para el que de verdad esté
familiarizado con la naturaleza y sus obras.

3. Hipócrates después de haber curado muchas enfermedades,
enfermó él también y murió. Los caldeos predijeron
la muerte de muchos, y también
a ellos les alcanzó
el destino. Alejandro, Pompeyo y Cayo César, después de
haber arrasado hasta los cimientos tantas veces ciudades
enteras y destrozado en orden de combate numerosas miríadas
de jinetes e infantes, también ellos acabaron por perder
la vida. Heráclito'^\ después de haber hecho tantas investigaciones
sobre la conflagración del mundo, aquejado de hidropesía
y recubierto de estiércol, murió. A Demócrito'^'^,
los gusanos; gusanos también, pero distintos, acabaron con
Sócrates. ¿Qué significa esto? Te embarcaste, surcaste mares,
atracaste: ¡desembarca! Si es para entrar en otra vida,
tampoco allí está nada vacío de dioses; pero si es para encontrarte
en la insensibilidad, cesarás de soportar fatigas y
placeres y de estar al servicio de una envoltura tanto más
ruin cuanto más superior es la parte subordinada: ésta es
inteligencia y divinidad; aquélla, tierra y sangre mezclada
con polvo.


4. No consumas la parte de la vida que te resta en hacer
conjeturas sobre otras personas, de no ser que tu objetivo
apunte a un bien común; porque ciertamente te privas
de otra tarea; a saber, al imaginar qué hace fulano y por
qué, y qué piensa y qué trama y tantas cosas semejantes
que provocan tu aturdimiento, te apartas de la observación
de tu guía interior» Conviene, por consiguiente, que en el
encadenamiento de tus ideas, evites admitir lo que es fruto
del azar y superfluo, pero mucho más lo inútil y pernicioso.
Debes también acostumbrarte a formarte únicamente
aquellas ideas acerca de las cuales, si se te preguntara de
súbito: «¿En qué piensas ahora?», con franqueza pudieras
contestar al instante: «En esto y en aquello», de manera
que al instante se pusiera de manifiesto que todo en ti es
sencillo, benévolo y propio de un ser sociable al que no
importan placeres o, en una palabra, imágenes que procuran
goces; un ser exento de toda codicia, envidia, recelo o
cualquier otra pasión, de la que pudieras ruborizarte reconociendo
que la posees en tu pensamiento. Porque el
hombre de estas características que ya no demora el situarse
como entre los mejores, se convierte en sacerdote y servidor
de los dioses, puesto al servicio también de la divinidad
que se asienta en su interior, todo lo cual le inmuniza
contra los placeres, le hace invulnerable a todo dolor, intocable
respecto a todo exceso, insensible a toda maldad,
atleta de la más excelsa lucha, lucha que se entabla para
no ser abatido por ninguna pasión, impregnado a fondo de
justicia, apegado, con toda su alma, a los acontecimientos
y a todo lo que se le ha asignado; y raramente, a no ser
por una gran necesidad y en vista al bien común, cavila
lo que dice, hace o proyecta otra persona. Pondrá únicamente
en práctica aquellas cosas que le corresponden, y

piensa sin cesar en lo que le pertenece, que ha sido hilado
del conjunto; y mientras en lo uno cumple con su deber,
en lo otro está convencido de que es bueno. Porque el
destino asignado a cada uno está involucrado en el conjunto
y al mismo tiempo lo involucra. Tiene también presente
que todos los seres racionales están emparentados y
que preocuparse de todos los hombres está de acuerdo con
la naturaleza humana; pero no debe tenerse en cuenta la
opinión de todos, sino sólo la de aquellos que viven conforme
a la naturaleza. Y respecto a los que no viven así,
prosigue recordando hasta el fm cómo son en casa y fuera
de ella, por la noche y durante el día, y qué clase de gente
frecuentan. En consecuencia, no toma en consideración el
elogio de tales hombres que ni consigo mismo están satisfechos


5. Ni actúes contra tu voluntad, ni de manera insociable,
ni sin reflexión, ni arrastrado en sentidos opuestos. Con la
afectación del léxico no trates de decorar tu pensamiento. Ni
seas extremadamente locuaz, ni polifacético. Más aún, sea
el dios que en ti reside protector y guía de un hombre venerable,
ciudadano, romano y jefe que a sí mismo se ha asignado
su puesto, cual sería un hombre que aguarda la llamada
para dejar la vida, bien desprovisto de ataduras, sin tener
necesidad de juramento ni tampoco de persona alguna en
calidad de testigo. Habite en ti la serenidad, la ausencia de
necesidad de ayuda extema y de la tranquilidad que procuran
otros. Conviene, por consiguiente, mantenerse recto, no
enderezado.


6. Si en el transcurso de la vida humana encuentras un
bien superior a la justicia, a la verdad, a la moderación, a
la valentía y, en suma, a tu inteligencia que se basta a sí
misma, en aquellas cosas en las que te facilita actuar de
acuerdo con la recta razón, y de acuerdo con el destino en
las cosas repartidas sin elección previa; si percibes, digo,
un bien de más valía que ése, vuélvete hacia él con toda el
alma y disfruta del bien supremo que descubras. Pero si
nada mejor aparece que la propia divinidad que en ti habita,
que ha sometido a su dominio los instintos particulares,
que vigila las ideas y que, como decía Sócrates, se ha
desprendido de las pasiones sensuales, que se ha sometido
a la autoridad de los dioses y que preferentemente se preocupa
de los hombres; si encuentras todo lo demás más pequeño
y vil, no cedas terreno a ninguna otra cosa, porque
una vez arrastrado e inclinado hacia ella, ya no serás capaz
de estimar preferentemente y de continuo aquel bien que
te es propio y te pertenece. Porque no es lícito oponer al
bien de la razón y de la convivencia otro bien de distinto
género, como, por ejemplo, el elogio de la muchedumbre,
cargos públicos, riqueza o disfrute de placeres. Todas esas
cosas, aunque parezcan momentáneamente armonizar con
nuestra naturaleza, de pronto se imponen y nos desvían.
Por tanto, reitero, elige sencilla y libremente lo mejor y
persevera en ello. «Pero lo mejor es lo conveniente.»

Si lo es para ti, en tanto que ser racional, obsérvalo. Pero si
lo es para la parte animal, manifiéstalo y conserva tu juicio
sin orgullo. Trata sólo de hacer tu examen de un modo seguro.


7. Nunca estimes como útil para ti lo que un día te forzará
a transgredir el pacto, a renunciar al pudor, a odiar a
alguien, a mostrarte receloso, a maldecir, a fingir, a desear
algo que precisa paredes y cortinas. Porque la persona que
Es decir, «que precisa» ser, escondido.
prefiere, ante todo, su propia razón, su divinidad y los ritos
del culto debido a la excelencia de ésta, no representa tragedias,
no gime, no precisará soledad ni tampoco aglomeraciones
de gente. Lo que es más importante: vivirá sin perseguir
ni huir. Tanto si es mayor el intervalo de tiempo que va
a vivir el cueφo con el alma unido, como si es menor, no le
importa en absoluto. Porque aun en el caso de precisar desprenderse
de él, se irá tan resueltamente como si fuera a
emprender cualquier otra de las tareas que pueden ejecutarse
con discreción y decoro; tratando de evitar, en el curso de
la vida entera, sólo eso, que su pensamiento se comporte
de manera impropia de un ser dotado de inteligencia y sociable.


8. En el pensamiento del hombre que se ha disciplinado
y purificado a fondo, nada purulento ni manchado ni mal cicatrizado
podrías encontrar. Y no arrebata el destino su vida
incompleta, como se podría afirmar del actor que se retirara
de escena antes de haber finalizado su papel y concluido la
obra. Es más, nada esclavo hay en él, ninguna afectación,
nada añadido, ni disociado, nada sometido a rendición de
cuentas ni necesitado de escondrijo.








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