Wednesday, October 16, 2013

Javier Marías. Premio Rómulo Gallegos 1995.


Un hombre llamado Víctor Francés es invitado por una mujer a su casa. Marta Téllez, como así se llama su anfitriona, es una desconocida para Víctor, quien se verá envuelto en una comprometida situación cuando Marta fallezca mientras su marido se encuentra en Londres y su pequeño hijo duerme plácidamente.
Junto a “Corazón Tan Blanco”, es una de las mejores novelas de Javier Marías. El texto gira, más que en acciones y como es habitual en su autor, en torno a ideas y pensamientos con momentos serios de cuestión existencial y aspectos de cierto humor, notable incisión psicológica y buenas dosis de intriga.De ritmo calmo y clima envolvente, con un tono reflexivo e íntimo, el libro está narrado en primera persona por su protagonista masculino. A pesar de su cavilosa exposición y aunque decae su interés en parte de su desarrollo para remontar en su parte final, la misma no resulta cansina, hecho que valora su aptitud narrativa en base al flujo de conciencia, exponiendo en su intriga la fugacidad temporal, la separación liviana entre la vida y la muerte y la valía de la propia existencia.

Biografía.
(Madrid, 1951) Escritor español. La notable perfección técnica con que elabora sus novelas, que se inscriben en una línea de experimentación narrativa, es el rasgo característico de este autor traducido a muchas lenguas y que goza de unánime estima por parte de la crítica europea. Sus obras reflejan de forma irónica, distanciada e introspectiva la perplejidad que genera el perpetuo contraste entre realidad, apariencia y memoria.

Javier Marías
Hijo del filósofo Julián Marías, se licenció en filosofía y letras; durante dos años llevó a cabo su actividad docente como profesor de literatura española en la Universidad de Oxford y en el Wellesley College (Massachusetts). Ya desde sus primeros títulos se reveló como una de las voces más personales de la narrativa española del momento. El autor, cuya voz es perceptible en todas sus obras, desarrolla personajes complejos y situaciones inciertas, explorando con sutileza nuevas fórmulas literarias. Aunque el marco de sus novelas y cuentos es la vida cotidiana, son frecuentes las referencias culturalistas, en su mayor parte tomadas de las letras inglesas, de las que es gran conocedor (obtuvo el Premio Nacional de Traducción en 1979 por sus versiones de L. Sterne, uno de los autores más complejos de esa lengua).
Publicó antes de los veinte años su primera y ya madura novela, Los dominios del lobo (1971), llena de peripecias ambientadas en Estados Unidos, escrita en un estilo ágilmente periodístico que rendía homenaje tanto al admirado cine hollywoodiano de las décadas de 1950 y 1960 como a un olimpo privado de novelistas norteamericanos, entre ellos Faulkner, Hammet, Melville y S. S. van Dine. La novela constituyó uno de los primeros indicios de la revuelta generacional de la década de 1970, que llevaría a un interesante grupo de novelistas y de poetas (conocidos con la denominación de "novísimos") a rechazar la tradición literaria española que se identificaba, sobre todo, con el color local de varias etapas de realismo.
Javier Marías fue uno de los máximos exponentes de esta nueva tendencia estética que situaba su propia filiación cultural fuera del ámbito ibérico, oponiéndose de forma directa al pomposo amor por la patria que predicaba el franquismo, pero también a la literatura didáctica y militante de sus oponentes. Con Travesía del horizonte (1973) experimentó una escritura elaborada sobre los cánones de la novela eduardiana, exhibiendo la influencia de Conrad y de James como provocador manifiesto artístico, que reivindicaba para el hecho literario la primacía de una creatividad libre de las obligaciones testimoniales, tanto en la elección de los temas como en los elementos expresivos.
Como muchos otros autores de su generación, parece tener de español sólo la lengua; sus ricas construcciones sintácticas y su léxico exquisito no pueden prescindir, sin embargo, del patrimonio de elegancia formal que hunde sus raíces en el Siglo de Oro. El hecho de que el lenguaje se exprese a veces a través de los escritores más de lo que están dispuestos a admitir se demuestra en la original obra El monarca del tiempo (1978), que Javier Marías definió como "novela" a pesar de estar formada por tres narraciones, un ensayo literario y una pièce teatral, unificados por un sutil y versátil análisis de las implicaciones temporales de la verdad, analizadas con argumentos muy variados, que toman como referencia desde un general napoleónico hasta el Julio César de Shakespeare, pasando por un ángel sobrenatural.

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