UMBERTO ECO.Crítico literario, semiólogo y novelista italiano.
Nació el 5 de enero de 1932 en la ciudad de Turín. Licenciado en filosofía por la Universidad de dicha ciudad, se gradúa en 1954 y a partir de ese año es profesor de estética y semiótica en universidades como las de Milán, Bolonia, Florencia y Turín.
Se da a conocer a partir de su tesis El problema estético en Santo Tomás de Aquino (1956). Algún tiempo después, ejerció dando clases en la Universidad de Milán durante dos años, antes de convertirse en profesor de Comunicación visual en Florencia en 1966. Fue en esos años cuando publicó sus importantes estudios Obra abierta (1962) y La estructura ausente (1968).
Con Obra abierta (1962) se orienta hacia la investigación de los sistemas de significación y los procesos de comunicación. Desarrolla otras obras como Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas (1965), La forma y el contenido (1971), El signo (1973), Tratado de Semiótica General (1975), El super-hombre de masas (1976) y Desde la periferia al imperio (1977).
Al mismo tiempo que sus trabajos teóricos sobre el análisis de los signos y los significados ha influido y creado escuela en círculos académicos, Eco se ha hecho popular a través de dos novelas, El nombre de la rosa (1981) una historia detectivesca que se desarrolla en un monasterio en el año 1327, llevada al cine en 1986 por el director francés Jean-Jacques Annaud, en la que aúna a su erudición, la fuerza narrativa de una sensibilidad que para muchos poco tiene que ver con el rigor académico de sus obras anteriores, y El péndulo de Foucault (1988), una fantasía acerca de una conspiración secreta de sabios, construida en torno a temas esotéricos y desde una perspectiva ideológica, propicia una revaloración del arte narrativo del siglo XX.
Estas novelas se basan en los amplios conocimientos que Eco ha ido adquiriendo sobre filosofía y literatura.
En 1995 se publica su novela La isla del día de antes y en 1998 Cinco escritos morales. En 2001 publicó la novela Baudolino.
En febrero de 2000 creó en Bolonia la Escuela Superior de Estudios Humanísticos. La `Superescuela`, como se la conoce ya en Italia, es una iniciativa académica sólo para licenciados de altísimo nivel destinada a difundir la cultura universal. También es secretario (y fundador desde 1969) de la Asociación Internacional de Semiótica.
Es doctor honoris causa por 25 universidades de todo el mundo, entre ellas, la Complutense (1990), la de Tel Aviv (1994), la de Atenas (1995), la de Varsovia (1996), la de Castilla-La Mancha (1997) y la Universidad Libre de Berlín (1998). Posee numerosos premios y condecoraciones, como la Legión de Honor de Francia.
Es asimismo autor de otras obras como Arte y belleza en la estética medieval, Interpretación y sobreinterpretación, La búsqueda de la lengua perfecta, De los espejos y otros ensayos, Apostillas a El nombre de la rosa, Diario íntimo, Entre mentira e ironía o Kant y el ornitorrinco.
Recientemente ha publicado en español Historia de la belleza (2004) y La misteriosa flama de la reina Loana (2005).
Su última obra en castellano es Historia de la fealdad (2007), en la que después de Historia de la belleza, Eco se sitúa en el polo opuesto, ya que para la comprensión de las ideas estéticas a través de los tiempos no basta con una historia de la belleza, hace falta también una historia de la fealdad.
PRIMER RESEÑA DEL CEMENTERIO DE PRAGA.Se llama Simone Simonini el héroe, por decirlo así, de la nueva novela de Umberto Eco,El cementerio de Praga, treinta años después de El nombre de la rosa. Sus iniciales, SS, parecen aludir al Servicio Secreto, o a las siglas de la Schutzstaffel, la Escuadra de Protección del partido nazi, las SS. Monstruo de Frankenstein, Simonini ha sido compuesto con retazos de varios individuos reales: agentes de los servicios secretos del Piamonte, Francia, Prusia y Rusia, traficantes de propaganda antisemita en la segunda mitad del siglo XIX. Único protagonista imaginario de El cementerio de Praga, resulta ser, nada menos, el germen de Los protocolos de los sabios de Sión. De la historia deLos protocolos ya se había ocupado Eco en El péndulo de Foucault (1988).
Simonini hace memoria en 1897, pero un Narrador poderoso se inmiscuye en su mundo para completar los acontecimientos rememorados confusamente. El falsario Simonini es de esos que necesitan olvidar muchas cosas, aunque un tal doctor Freud, al que abastece de cocaína, lo guíe en la operación de recordar. Ha usado tantas máscaras que le cuesta encontrar su cara. Se ha nombrado a sí mismo capitán, por `vagos lances militares en las filas de los garibaldinos en Sicilia`. Y no miente en todo: asistió al combate por la unidad de Italia, agente al servicio de la policía piamontesa. A la sutileza propia del falsificador, Simonini añade su contundente capacidad para ejecutar acciones criminales, definitivas. Si el gran novelista y garibaldino Ippolito Nievo desapareció en 1861 en un naufragio, la fábula de Eco revela sensacionalmente que murió asesinado a la sombra del fatídico Simonini, su amigo íntimo.
Eco ha estudiado durante años el folletín decimonónico y la semiología de la falsificación, y entre esos dos universos imagina ahora a su personaje falsario y folletinesco. Lo sigue desde su Turín natal, aprendiz de un notario especialista en copias de documentos auténticos que por accidente nunca existieron, hasta el exilio glorioso en París, agente de tres imperios, misántropo, impotente y glotón. Fabricará pruebas e información para la policía, montará conspiraciones revolucionarias que provoquen la caída de los conspiradores y el amor del pueblo a los cuerpos represivos. De la mano de Simonini salió, por ejemplo, la carta falsa que sirvió para condenar por espionaje al capitán Dreyfus en 1894. Pero la mayor aventura de Simonini será su aportación al invento del complot judío contra la Europa cristiana.
El peso de la visión folletinesca del mundo lo calibraba Eco en El superhombre de masas(1976), cuando recordaba cómo Antonio Gramsci señaló el origen del superhombre nietzscheano no en el Zaratustra, sino en El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas. El folletín se basa en la repetición de clichés, en el plagio, en el plagio del plagio. La aventura principal de El cementerio de Praga tiene su centro en un plagio que acabará convirtiéndose en Los protocolos de los sabios de Sión. Eco parte de un novelón real,Biarritz (1868), donde el autor, Hermann Goedsche, informador de la policía prusiana, imaginó que los rabinos de Europa se conjuraban en el cementerio judío de Praga para adueñarse del mundo. Goedsche plagiaba a Dumas y a Maurice Joly, autor de un libelo contra Napoleón III, en el que denunciaba los métodos bonapartistas para gobernar despóticamente a través del sufragio universal. Joly, a su vez, había plagiado a Eugenio Sue. Eco descubre por fin que el primer plagiario de Dumas y de Joly fue su Simonini, plagiado a su vez por Goedsche. Y no sólo eso: también le atribuye a Simonini el asesinato de Joly, a quien hasta ahora se consideraba un suicida.
Era la época en que la difamación antisemita empezaba a ser un negocio. En la fábrica de propaganda participaban curas, periodistas legitimistas, publicistas anticlericales reconvertidos en milagreros, vendedores de modas ideológicas, espías y estafadores a sueldo del zar y de las potencias europeas, incluido el Vaticano. La invención repugnante del judío deicida y asesino de niños bautizados contaba con la bendición papal. Alimentaba panfletos que, como folletines, cautivaban al público. El modelo de los mensajes políticos rotundos podría ser el folletín, tal como lo analizó Eco (1984) a propósito del Montecristo: apasionante, inmoderado en el uso de adjetivos, con `la fascinación de la desvergüenza`. Lo primordial es ofrecer nociones simples y un enemigo al que odiar, porque el odio es el mejor aglutinante de los pueblos unidos.
Como es habitual en el Eco narrador, El cementerio de Praga funde con genio fábula y pensamiento, y humor, un humor de risa sombría y fondo horripilante. Hay páginas en que los documentos históricos se imponen sobre la fantasía, quizá porque se trata de materiales tan fabulosos e inverosímiles que, siendo verdaderos, merecen pertenecer al reino de la imaginación disparatada. La novela, sin embargo, es histórica, aunque sea también un cuento filosófico-político que habla de cosas actuales: agentes provocadores al servicio de los Estados, difusión de información falsa, prejuicios raciales y religiosos. Pensemos que ideas que hoy nos parecen criminales y monstruosas fueron, no hace mucho, ideas de masas, bendecidas y pagadas por los grandes poderes.RESEÑA:
UMBERTO ECO.
Crítico literario, semiólogo y novelista italiano.
Nació el 5 de enero de 1932 en la ciudad de Turín. Licenciado en filosofía por la Universidad de dicha ciudad, se gradúa en 1954 y a partir de ese año es profesor de estética y semiótica en universidades como las de Milán, Bolonia, Florencia y Turín.
Se da a conocer a partir de su tesis El problema estético en Santo Tomás de Aquino (1956). Algún tiempo después, ejerció dando clases en la Universidad de Milán durante dos años, antes de convertirse en profesor de Comunicación visual en Florencia en 1966. Fue en esos años cuando publicó sus importantes estudios Obra abierta (1962) y La estructura ausente (1968).
Con Obra abierta (1962) se orienta hacia la investigación de los sistemas de significación y los procesos de comunicación. Desarrolla otras obras como Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas (1965), La forma y el contenido (1971), El signo (1973), Tratado de Semiótica General (1975), El super-hombre de masas (1976) y Desde la periferia al imperio (1977).
Al mismo tiempo que sus trabajos teóricos sobre el análisis de los signos y los significados ha influido y creado escuela en círculos académicos, Eco se ha hecho popular a través de dos novelas, El nombre de la rosa (1981) una historia detectivesca que se desarrolla en un monasterio en el año 1327, llevada al cine en 1986 por el director francés Jean-Jacques Annaud, en la que aúna a su erudición, la fuerza narrativa de una sensibilidad que para muchos poco tiene que ver con el rigor académico de sus obras anteriores, y El péndulo de Foucault (1988), una fantasía acerca de una conspiración secreta de sabios, construida en torno a temas esotéricos y desde una perspectiva ideológica, propicia una revaloración del arte narrativo del siglo XX.
Estas novelas se basan en los amplios conocimientos que Eco ha ido adquiriendo sobre filosofía y literatura.
En 1995 se publica su novela La isla del día de antes y en 1998 Cinco escritos morales. En 2001 publicó la novela Baudolino.
En febrero de 2000 creó en Bolonia la Escuela Superior de Estudios Humanísticos. La `Superescuela`, como se la conoce ya en Italia, es una iniciativa académica sólo para licenciados de altísimo nivel destinada a difundir la cultura universal. También es secretario (y fundador desde 1969) de la Asociación Internacional de Semiótica.
Es doctor honoris causa por 25 universidades de todo el mundo, entre ellas, la Complutense (1990), la de Tel Aviv (1994), la de Atenas (1995), la de Varsovia (1996), la de Castilla-La Mancha (1997) y la Universidad Libre de Berlín (1998). Posee numerosos premios y condecoraciones, como la Legión de Honor de Francia.
Es asimismo autor de otras obras como Arte y belleza en la estética medieval, Interpretación y sobreinterpretación, La búsqueda de la lengua perfecta, De los espejos y otros ensayos, Apostillas a El nombre de la rosa, Diario íntimo, Entre mentira e ironía o Kant y el ornitorrinco.
Recientemente ha publicado en español Historia de la belleza (2004) y La misteriosa flama de la reina Loana (2005).
Su última obra en castellano es Historia de la fealdad (2007), en la que después de Historia de la belleza, Eco se sitúa en el polo opuesto, ya que para la comprensión de las ideas estéticas a través de los tiempos no basta con una historia de la belleza, hace falta también una historia de la fealdad.
Nació el 5 de enero de 1932 en la ciudad de Turín. Licenciado en filosofía por la Universidad de dicha ciudad, se gradúa en 1954 y a partir de ese año es profesor de estética y semiótica en universidades como las de Milán, Bolonia, Florencia y Turín.
Se da a conocer a partir de su tesis El problema estético en Santo Tomás de Aquino (1956). Algún tiempo después, ejerció dando clases en la Universidad de Milán durante dos años, antes de convertirse en profesor de Comunicación visual en Florencia en 1966. Fue en esos años cuando publicó sus importantes estudios Obra abierta (1962) y La estructura ausente (1968).
Con Obra abierta (1962) se orienta hacia la investigación de los sistemas de significación y los procesos de comunicación. Desarrolla otras obras como Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas (1965), La forma y el contenido (1971), El signo (1973), Tratado de Semiótica General (1975), El super-hombre de masas (1976) y Desde la periferia al imperio (1977).
Al mismo tiempo que sus trabajos teóricos sobre el análisis de los signos y los significados ha influido y creado escuela en círculos académicos, Eco se ha hecho popular a través de dos novelas, El nombre de la rosa (1981) una historia detectivesca que se desarrolla en un monasterio en el año 1327, llevada al cine en 1986 por el director francés Jean-Jacques Annaud, en la que aúna a su erudición, la fuerza narrativa de una sensibilidad que para muchos poco tiene que ver con el rigor académico de sus obras anteriores, y El péndulo de Foucault (1988), una fantasía acerca de una conspiración secreta de sabios, construida en torno a temas esotéricos y desde una perspectiva ideológica, propicia una revaloración del arte narrativo del siglo XX.
Estas novelas se basan en los amplios conocimientos que Eco ha ido adquiriendo sobre filosofía y literatura.
En 1995 se publica su novela La isla del día de antes y en 1998 Cinco escritos morales. En 2001 publicó la novela Baudolino.
En febrero de 2000 creó en Bolonia la Escuela Superior de Estudios Humanísticos. La `Superescuela`, como se la conoce ya en Italia, es una iniciativa académica sólo para licenciados de altísimo nivel destinada a difundir la cultura universal. También es secretario (y fundador desde 1969) de la Asociación Internacional de Semiótica.
Es doctor honoris causa por 25 universidades de todo el mundo, entre ellas, la Complutense (1990), la de Tel Aviv (1994), la de Atenas (1995), la de Varsovia (1996), la de Castilla-La Mancha (1997) y la Universidad Libre de Berlín (1998). Posee numerosos premios y condecoraciones, como la Legión de Honor de Francia.
Es asimismo autor de otras obras como Arte y belleza en la estética medieval, Interpretación y sobreinterpretación, La búsqueda de la lengua perfecta, De los espejos y otros ensayos, Apostillas a El nombre de la rosa, Diario íntimo, Entre mentira e ironía o Kant y el ornitorrinco.
Recientemente ha publicado en español Historia de la belleza (2004) y La misteriosa flama de la reina Loana (2005).
Su última obra en castellano es Historia de la fealdad (2007), en la que después de Historia de la belleza, Eco se sitúa en el polo opuesto, ya que para la comprensión de las ideas estéticas a través de los tiempos no basta con una historia de la belleza, hace falta también una historia de la fealdad.
PRIMER RESEÑA DEL CEMENTERIO DE PRAGA.
Se llama Simone Simonini el héroe, por decirlo así, de la nueva novela de Umberto Eco,El cementerio de Praga, treinta años después de El nombre de la rosa. Sus iniciales, SS, parecen aludir al Servicio Secreto, o a las siglas de la Schutzstaffel, la Escuadra de Protección del partido nazi, las SS. Monstruo de Frankenstein, Simonini ha sido compuesto con retazos de varios individuos reales: agentes de los servicios secretos del Piamonte, Francia, Prusia y Rusia, traficantes de propaganda antisemita en la segunda mitad del siglo XIX. Único protagonista imaginario de El cementerio de Praga, resulta ser, nada menos, el germen de Los protocolos de los sabios de Sión. De la historia deLos protocolos ya se había ocupado Eco en El péndulo de Foucault (1988).
Simonini hace memoria en 1897, pero un Narrador poderoso se inmiscuye en su mundo para completar los acontecimientos rememorados confusamente. El falsario Simonini es de esos que necesitan olvidar muchas cosas, aunque un tal doctor Freud, al que abastece de cocaína, lo guíe en la operación de recordar. Ha usado tantas máscaras que le cuesta encontrar su cara. Se ha nombrado a sí mismo capitán, por `vagos lances militares en las filas de los garibaldinos en Sicilia`. Y no miente en todo: asistió al combate por la unidad de Italia, agente al servicio de la policía piamontesa. A la sutileza propia del falsificador, Simonini añade su contundente capacidad para ejecutar acciones criminales, definitivas. Si el gran novelista y garibaldino Ippolito Nievo desapareció en 1861 en un naufragio, la fábula de Eco revela sensacionalmente que murió asesinado a la sombra del fatídico Simonini, su amigo íntimo.
Eco ha estudiado durante años el folletín decimonónico y la semiología de la falsificación, y entre esos dos universos imagina ahora a su personaje falsario y folletinesco. Lo sigue desde su Turín natal, aprendiz de un notario especialista en copias de documentos auténticos que por accidente nunca existieron, hasta el exilio glorioso en París, agente de tres imperios, misántropo, impotente y glotón. Fabricará pruebas e información para la policía, montará conspiraciones revolucionarias que provoquen la caída de los conspiradores y el amor del pueblo a los cuerpos represivos. De la mano de Simonini salió, por ejemplo, la carta falsa que sirvió para condenar por espionaje al capitán Dreyfus en 1894. Pero la mayor aventura de Simonini será su aportación al invento del complot judío contra la Europa cristiana.
El peso de la visión folletinesca del mundo lo calibraba Eco en El superhombre de masas(1976), cuando recordaba cómo Antonio Gramsci señaló el origen del superhombre nietzscheano no en el Zaratustra, sino en El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas. El folletín se basa en la repetición de clichés, en el plagio, en el plagio del plagio. La aventura principal de El cementerio de Praga tiene su centro en un plagio que acabará convirtiéndose en Los protocolos de los sabios de Sión. Eco parte de un novelón real,Biarritz (1868), donde el autor, Hermann Goedsche, informador de la policía prusiana, imaginó que los rabinos de Europa se conjuraban en el cementerio judío de Praga para adueñarse del mundo. Goedsche plagiaba a Dumas y a Maurice Joly, autor de un libelo contra Napoleón III, en el que denunciaba los métodos bonapartistas para gobernar despóticamente a través del sufragio universal. Joly, a su vez, había plagiado a Eugenio Sue. Eco descubre por fin que el primer plagiario de Dumas y de Joly fue su Simonini, plagiado a su vez por Goedsche. Y no sólo eso: también le atribuye a Simonini el asesinato de Joly, a quien hasta ahora se consideraba un suicida.
Era la época en que la difamación antisemita empezaba a ser un negocio. En la fábrica de propaganda participaban curas, periodistas legitimistas, publicistas anticlericales reconvertidos en milagreros, vendedores de modas ideológicas, espías y estafadores a sueldo del zar y de las potencias europeas, incluido el Vaticano. La invención repugnante del judío deicida y asesino de niños bautizados contaba con la bendición papal. Alimentaba panfletos que, como folletines, cautivaban al público. El modelo de los mensajes políticos rotundos podría ser el folletín, tal como lo analizó Eco (1984) a propósito del Montecristo: apasionante, inmoderado en el uso de adjetivos, con `la fascinación de la desvergüenza`. Lo primordial es ofrecer nociones simples y un enemigo al que odiar, porque el odio es el mejor aglutinante de los pueblos unidos.
Como es habitual en el Eco narrador, El cementerio de Praga funde con genio fábula y pensamiento, y humor, un humor de risa sombría y fondo horripilante. Hay páginas en que los documentos históricos se imponen sobre la fantasía, quizá porque se trata de materiales tan fabulosos e inverosímiles que, siendo verdaderos, merecen pertenecer al reino de la imaginación disparatada. La novela, sin embargo, es histórica, aunque sea también un cuento filosófico-político que habla de cosas actuales: agentes provocadores al servicio de los Estados, difusión de información falsa, prejuicios raciales y religiosos. Pensemos que ideas que hoy nos parecen criminales y monstruosas fueron, no hace mucho, ideas de masas, bendecidas y pagadas por los grandes poderes.
Simonini hace memoria en 1897, pero un Narrador poderoso se inmiscuye en su mundo para completar los acontecimientos rememorados confusamente. El falsario Simonini es de esos que necesitan olvidar muchas cosas, aunque un tal doctor Freud, al que abastece de cocaína, lo guíe en la operación de recordar. Ha usado tantas máscaras que le cuesta encontrar su cara. Se ha nombrado a sí mismo capitán, por `vagos lances militares en las filas de los garibaldinos en Sicilia`. Y no miente en todo: asistió al combate por la unidad de Italia, agente al servicio de la policía piamontesa. A la sutileza propia del falsificador, Simonini añade su contundente capacidad para ejecutar acciones criminales, definitivas. Si el gran novelista y garibaldino Ippolito Nievo desapareció en 1861 en un naufragio, la fábula de Eco revela sensacionalmente que murió asesinado a la sombra del fatídico Simonini, su amigo íntimo.
Eco ha estudiado durante años el folletín decimonónico y la semiología de la falsificación, y entre esos dos universos imagina ahora a su personaje falsario y folletinesco. Lo sigue desde su Turín natal, aprendiz de un notario especialista en copias de documentos auténticos que por accidente nunca existieron, hasta el exilio glorioso en París, agente de tres imperios, misántropo, impotente y glotón. Fabricará pruebas e información para la policía, montará conspiraciones revolucionarias que provoquen la caída de los conspiradores y el amor del pueblo a los cuerpos represivos. De la mano de Simonini salió, por ejemplo, la carta falsa que sirvió para condenar por espionaje al capitán Dreyfus en 1894. Pero la mayor aventura de Simonini será su aportación al invento del complot judío contra la Europa cristiana.
El peso de la visión folletinesca del mundo lo calibraba Eco en El superhombre de masas(1976), cuando recordaba cómo Antonio Gramsci señaló el origen del superhombre nietzscheano no en el Zaratustra, sino en El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas. El folletín se basa en la repetición de clichés, en el plagio, en el plagio del plagio. La aventura principal de El cementerio de Praga tiene su centro en un plagio que acabará convirtiéndose en Los protocolos de los sabios de Sión. Eco parte de un novelón real,Biarritz (1868), donde el autor, Hermann Goedsche, informador de la policía prusiana, imaginó que los rabinos de Europa se conjuraban en el cementerio judío de Praga para adueñarse del mundo. Goedsche plagiaba a Dumas y a Maurice Joly, autor de un libelo contra Napoleón III, en el que denunciaba los métodos bonapartistas para gobernar despóticamente a través del sufragio universal. Joly, a su vez, había plagiado a Eugenio Sue. Eco descubre por fin que el primer plagiario de Dumas y de Joly fue su Simonini, plagiado a su vez por Goedsche. Y no sólo eso: también le atribuye a Simonini el asesinato de Joly, a quien hasta ahora se consideraba un suicida.
Era la época en que la difamación antisemita empezaba a ser un negocio. En la fábrica de propaganda participaban curas, periodistas legitimistas, publicistas anticlericales reconvertidos en milagreros, vendedores de modas ideológicas, espías y estafadores a sueldo del zar y de las potencias europeas, incluido el Vaticano. La invención repugnante del judío deicida y asesino de niños bautizados contaba con la bendición papal. Alimentaba panfletos que, como folletines, cautivaban al público. El modelo de los mensajes políticos rotundos podría ser el folletín, tal como lo analizó Eco (1984) a propósito del Montecristo: apasionante, inmoderado en el uso de adjetivos, con `la fascinación de la desvergüenza`. Lo primordial es ofrecer nociones simples y un enemigo al que odiar, porque el odio es el mejor aglutinante de los pueblos unidos.
Como es habitual en el Eco narrador, El cementerio de Praga funde con genio fábula y pensamiento, y humor, un humor de risa sombría y fondo horripilante. Hay páginas en que los documentos históricos se imponen sobre la fantasía, quizá porque se trata de materiales tan fabulosos e inverosímiles que, siendo verdaderos, merecen pertenecer al reino de la imaginación disparatada. La novela, sin embargo, es histórica, aunque sea también un cuento filosófico-político que habla de cosas actuales: agentes provocadores al servicio de los Estados, difusión de información falsa, prejuicios raciales y religiosos. Pensemos que ideas que hoy nos parecen criminales y monstruosas fueron, no hace mucho, ideas de masas, bendecidas y pagadas por los grandes poderes.
RESEÑA:
EL CEMENTERIO DE PRAGA
Umberto Eco
SEGUNDA RESEÑA DEL CEMENTERIO DE PRAGA.
«Me da vergüenza ponerme a escribir, como si desnudara mi alma.»
Así empieza el relato vital del capitán Simonini, un piamontés afincado en París que desde joven se dedica al noble oficio de crear documentos falsos. Estamos en marzo de 1897 pero las memorias de este curioso individuo abarcarán todo el siglo XIX. La infancia de Simonini transcurre en Turín, con la permanente disputa entre su abuelo, un conservador monárquico antisemita, y su padre, un revolucionario dispuesto a luchar por las causas más nimias. Muy pronto, el joven demuestra sus habilidades para el engaño y se convierte en espía. A través de sus investigaciones descubriremos lo más insólito, incluso a un Garibaldi al servicio de la masonería. Obligado a dejar Italia por ser hombre «que sabe demasiado», el capitán se instala en París, y muy pronto el poder francés recurre a sus servicios para que falsifique todo tipo de documentos y espíe las maniobras prusianas, pero también a ciertos personajes influyentes de la política del país. Lo ayuda en esta tarea el Abate Della Piccola, un clérigo extravagante y ambiguo, el alter ego de Simonini. Así, sirviendo a uno y otro, Simonini se ve involucrado en todo tipo de intrigas políticas y acontecimientos sociales, desde el surgir de la Comuna hasta una incursión en las sectas satánicas. Glotón empedernido y misógino hasta la médula, se convertirá en un viejo astuto e hipócrita pero hay que estar atentos a su relato porque solo descubriendo qué pasó en el cementerio de Praga conseguiremos entender ese siglo confuso que ha sido el xx y descubrir verdades incómodas del xxi. Pasando por muchos de los grandes episodios que marcaron el siglo xix, Eco construye un gran homenaje a la novela propia de la época, el folletín. Es más, son las novelas de Dumas y Sue las que inspiran al falsario en la creación de sus documentos, de lo cual se deduce que es la realidad la que copia a la literatura y no viceversa. En El cementerio de Praga, nada es lo que parece y nadie es quien realmente dice ser: todo es según convenga, pues, bien mirado, la diferencia entre un hada y una bruja es solo una cuestión de edad y encanto…
«Me da vergüenza ponerme a escribir, como si desnudara mi alma.»
Así empieza el relato vital del capitán Simonini, un piamontés afincado en París que desde joven se dedica al noble oficio de crear documentos falsos. Estamos en marzo de 1897 pero las memorias de este curioso individuo abarcarán todo el siglo XIX. La infancia de Simonini transcurre en Turín, con la permanente disputa entre su abuelo, un conservador monárquico antisemita, y su padre, un revolucionario dispuesto a luchar por las causas más nimias. Muy pronto, el joven demuestra sus habilidades para el engaño y se convierte en espía. A través de sus investigaciones descubriremos lo más insólito, incluso a un Garibaldi al servicio de la masonería. Obligado a dejar Italia por ser hombre «que sabe demasiado», el capitán se instala en París, y muy pronto el poder francés recurre a sus servicios para que falsifique todo tipo de documentos y espíe las maniobras prusianas, pero también a ciertos personajes influyentes de la política del país. Lo ayuda en esta tarea el Abate Della Piccola, un clérigo extravagante y ambiguo, el alter ego de Simonini. Así, sirviendo a uno y otro, Simonini se ve involucrado en todo tipo de intrigas políticas y acontecimientos sociales, desde el surgir de la Comuna hasta una incursión en las sectas satánicas. Glotón empedernido y misógino hasta la médula, se convertirá en un viejo astuto e hipócrita pero hay que estar atentos a su relato porque solo descubriendo qué pasó en el cementerio de Praga conseguiremos entender ese siglo confuso que ha sido el xx y descubrir verdades incómodas del xxi. Pasando por muchos de los grandes episodios que marcaron el siglo xix, Eco construye un gran homenaje a la novela propia de la época, el folletín. Es más, son las novelas de Dumas y Sue las que inspiran al falsario en la creación de sus documentos, de lo cual se deduce que es la realidad la que copia a la literatura y no viceversa. En El cementerio de Praga, nada es lo que parece y nadie es quien realmente dice ser: todo es según convenga, pues, bien mirado, la diferencia entre un hada y una bruja es solo una cuestión de edad y encanto…
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