Para 1975 estaba en la Universidad de Costa Rica - como en reiteradas ocasiones lo he manifestado- e iniciaba una carrera de Filología y de Derecho. La segunda carrera (la de Derecho) la terminé, la primera, me fue imposible acabarla. Sin embargo, tengo muy buenos recuerdos de mis profesores de Filología. Recuerdo que cuando me matriculé en el curso de Teoría Literaria con el profesor don Fernando Arce, no dejaba de hablar de LOS MONEDEROS FALSOS. Equivocado o no, el punto de referencia siempre era la mencionada novela de Gide. Para aquella época la busqué tanto en las librerías universitarias como en el centro de San José, y NUNCA la pude hallar.
Para mí seguía siendo un profundo enigma la novela. ¿De qué se trataría? ¿Cuál sería su trama? ¿Me atraparía como lo han hecho otros autores?, me preguntaba. Pasaron muchos años y LOS MONEDEROS FALSOS, terminó siendo para mi persona UNA LEYENDA URBANA.
Aclaro también, que el asunto de leyenda urbana, lo destaco porque mucha gente en el ámbito universitario tenía completo conocimiento de la novela en mención PERO, nadie la había leído. La única persona, que sí la conocía perfectamente en nuestro medio literario era ALFONSO CHASE. Fue hace varios años que en una oportunidad en Chelles, estábamos hablando Alfonso y yo de literatura y salió a colación la novela: LOS MONEDEROS FALSOS. Alfonso me comentó, que él tenía dos ejemplares y que con gusto me regalaba uno. Al final por el ajetrear cotidiano, no nos poníamos de acuerdo para la entrega: en ocasiones yo no llegaba a la cita convenida o Alfonso no lo hacía.
Sin embargo, obtenía la novela de la manera más inesperada en versión digital. !Al final la leía! Y debo confesarlo muy a mi pesar y de mi ex profesor don Fernando Arce, la novela no me gustó: demasiado lenta, los acontecimientos se dan a un ritmo demasiado moroso, el tema o los temas como su tratamiento los observo en medio de una nebulosa y muy lejos de mis intereses literarios. !Quizá el equivocado sea yo, no lo sé. Es probable que el falto de sensibilidad en este caso sea mi persona, que no haya operado el CLICK que se necesita en toda obra literaria. Es por todos los motivos anteriores, que deseo ofrecerla en versión digital. Ojalá que a todos les agrade y se opere EL CLICK necesario.
Jorge Méndez- Limbrick. Escritor-abogado.
BIOGRAFIA:
André Gide (París, 1869-1951) es uno de los autores esenciales de la literatura francesa del siglo xx y uno de los más controvertidos.
Galardonado con el Premio Nobel en 1947, su obra abarca la novela, el teatro, la poesía y la crítica. Sus títulos más famosos son: Las alimentos terrestres (1897), El inmoral (1902), La puerta estrecha (1909), Isabel (1911), La sinfonía pastoral (1919), El retomo del hijo pródigo (1907), Prometeo mal encadenado (1899), Los sótanos del Vaticano (1914), Los monederos falsos (1929), Corydon (1923), Si la semilla muere (1926). Producto de sus viajes son: Viaje al Congo (1928), El regreso del Chad (1928) y Vuelta de Rusia (1936), donde expresó su desagrado por el régimen estalinista. Entre su obra crítica destacan: Pretextos (1903), Nuevos pretextos (1919), Dostoievsky (1923), Ensayos sobre Montaigne (1929), Entrevistas imaginarias (1943) y Literatura de compromiso (1950). Su Diario (1885-1949) fue publicado en 1950. Teseo se edita por primera vez en castellano.
Después de mucho buscar y comparar encontré este buen comentario en la Red de LOS MONEDEROS FALSOS para los que tienen curiosidad:
'Los monederos falsos' de André Gide
'Los monederos falsos' de André Gide tiene jovencitos con uniforme que asisten a un internado. Esto es lo principal. Pero seguro que, a parte de éste, tiene otros méritos. Dejad que lo piense, porque tiene que tenerlos. Siempre que leo un libro lo primero que siento es si me gusta o no. Es sólo después que intento buscar las razones por las que el libro en cuestión me ha gustado o no. Primero me llevo una impresión y luego la analizo. Me es imposible hacer el camino inverso: primero analizarlo y después decidir si es bueno o no, que para mí es lo mismo que decir si me gusta o no. Esto conlleva un problema que no se puede ignorar por más que lo intente. Acabo dando como razones por las que me gusta un libro sus características intrínsecas y me ocurre a veces que las mismas características hacen que a veces me guste un libro y a veces odie otro.
No sé si me explico bien, pero esto es lo que me ha sucedido con 'Los monederos falsos' y probablemente me sepa explicar mejor con este ejemplo concreto. Para empezar, en 'Los monederos falsos' hay un personaje (Edouard) que está escribiendo una novela titulada 'Los monederos falsos' y hay abundantes reflexiones metaficcionales a propósito de la naturaleza de la novela que estamos leyendo. Los personajes son sólo personajes, creados únicamente para ser los agentes de una serie de acciones y conversaciones. Las conversaciones son unas conversaciones largas y pedantes que nunca tendríamos en la vida real. Y la forma en que las vidas de los personajes se cruzan es rebuscada (todos están relacionados con todos) e inverosímil, típica de culebron con hijos y amantes secretos por doquier. Aquí la palabra clave es "inverosímil". No es sólo que parece que a Gide no se fije lo más mínimo en si su obra es verosímil o no, sino que parece que se haya propuesto hacer una obra lo más inverosímil que pueda.
Cualquiera de estas características por si sola haría que mi cara se contrayera en una mueca de disgusto. Sin embargo, en 'Los monederos falsos' no es sólo que la metaficción y la inverosimilitud no me hayan molestado, es que creo que la novela no podía haber sido escrito de otra forma, esta metaficción y esta inverosimilitud son dos de sus más grandes virtudes. Y cuando me pasa algo así, lo único que puedo hacer es encogerme de hombros y decir que hay recursos que a veces funcionan y a veces simplemente no funcionan y que yo no me siento capaz de saber decir qué es lo que los hace funcionar y qué es lo que no. En una de las conversaciones sobre la novela que estamos leyendo y que Edouard está escribiendo, éste nos dice que quiere hacer una novela que sea toda artificio, nada realista, una novela teórica y abstracta, que haga que los lectores digan "¡Por Dios, esto nunca pasa en la vida real!", pero que sin embargo haga que los lectores se vean totalmente reconocidos en las escenas y los personajes que describe. Y efectivamente Gide consigue esto. Es imposible no leer el capítulo (¡oh, qué capítulo más magnífico!) del reencuentro en la estación de Edouard y su sobrino Olivier y no verse reconocido en la imposibilidad de los dos de decir lo que sienten y de comprenderse el uno al otro. ¡Oh, magnífico!
Edouard dice que su novela no tiene argumento, pero en realidad no es exactamente así. Edouard dice que su novela no tiene tema, pero en realidad habla de tantísimas cosas: conflicto generacional, relaciones entre padres e hijos, amor, sexo, amor platónico versus sexo, adulterio, homosexualidad, religión, cinismo, suicidio, masturbación, culpabilidad, y por supuesto literatura. Pero diría que en último término de lo que habla 'Los monederos falsos' es del bien y del mal. Como las monedas falsas, todos los personajes aparentan algo que no son, pero cuando se acaba descubriendo qué son realmente pierden todo su valor. Todos los personajes, como las monedas, tienen una cara oscura. En último término, la moraleja de esta obra es que debemos luchar contra nuestro lado oscuro. Pero, aunque sea una obra moral, evidentemente la moralidad de Gide es diferente a la moralidad al uso, conviene decirlo.
Los personajes básicamente se dividen en adolescentes o preadolescentes y ancianos. Por más que Edouard tenga 38 años es un adolescente porque se comporta como tal. Los ancianos representan un mundo que se extingue, el mundo en que la bondad y la pureza de los niños no era una falacia, y son numerosas las escenas en que los ancianos les cuentan a los niños lo buenos que son mientras a estos niños se les escapa la risa o en las que alguno de los ancianos cree que Edouard es más bueno de lo que en realidad es y éste se muere de vergüenza y sentimiento de culpa. Es una obra profundamente y extenuadoramente cínica. Cruel y lúcida. Me encanta que sea tan lúcida y cruel como para llegar a proponer que, mientras que los adultos nos dicen que tenemos que ser buenos, en algunos círculos lo que realmente se valora es la maldad. El cinismo llega a quotas altísimas.
Cuadro con los personajes sacado de aquí.
Magnífica obra. Echaré de menos el cinismo de Armand, la lucidez de Edouard, el angst de Olivier, la rebeldía de Bernard, el trágico pequeño Boris, el patético viejo La Pérouse, la maldad sin escrúpulos del conde Passavant, la maldad con escrúpulos del fanfarrón de Georges, la cobardía del fanfarrón de Phiphi, la amistad entre Olivier y Bernard, el amor, la admiración y la necesidad que hay entre Edouard y Olivier, tantas, tantas, tantas cosas... De las mejores novelas (francesas o no) que he leído.
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