Thursday, March 14, 2013

TIRSO DE MOLINA


El nombre verdadero de Tirso de Molina es Gabriel Téllez. Fray Gabriel Téllez nació en Madrid. No se sabe exactamente cuándo pero probablemente fue en 1580. Poco se sabe sobre sus padres pero es posible que fuera el hijo ilegítimo del duque de Osuna. Si es verdad, Tirso de Molina fue el hijo de una de las más famosas figuras públicas y hombres nobles del Siglo de Oro. 
Tirso de Molina introdujo sus obras dramáticas al público en 1604 o 1605. Unos de sus trabajos más conocidos incluyen El burlador de Sevilla, La venganza de Tamar y El condenado por desconfiado. Tirso de Molina continuó a producir trabajos aun cuando unos de sus compañeros clérigos se opusieron a la supuesta inmoralidad contenida en muchos de sus trabajos literarios. Los padres de la iglesia no le permitieron escribir más obras después de su apariencia en el Consejo de Castilla. Oficialmente Tirso de Molina no escribió más trabajos dramáticos pero algunos dicen que él continuó a escribir por un período de diez años. Se piensa que Tirso de Molina produjo más de cuatrocientas obras en su vida pero hoy se conocen solamente 68. Unas de sus obras son directamente relacionadas con la religión pero otras tratan temas históricos. Es también obvio que Tirso de Molina tuvo un lado cómico. 
Lope de Vega fue el genio de la comedia, y Tirso de Molina lo llamó su maestro. También consideró la comedia como un arte nuevo porque la forma y el contenido dramático eran diferentes de los preceptos antiguos. Estas obras fueron influenciadas por las ideas del renacimiento y de las culturas clásicas. Muchos escritores admiraron las comedias de Tirso de Molina.

En este caso, el don Juan Tenorio de Tirso de Molina va a presentarse como un caballero mas cruel tanto en sus desafíos con sus enemigos como en el trato con las mujeres ya que, al contrario del de Zorrilla, en el que existirá un amor incluso más allá de la muerte, aquí aparece un personaje más cruel e inhumano, en el que no se atisba ninguna clase de sentimiento positivo hacia las mujeres sino que se va a aprovechar de ellas sin piedad y tratándolas de manera despectiva. 

La acción comienza con un intento para seducir a la duquesa Isabela, prometida del duque Octavio, creyendo la incauta de que se trata de éste. Sin embargo, descubierto el engaño, el rey ordena a don Diego Tenorio, embajador de España y padre de don Juan, que descubra al farsante y que acabe con él. Pero don Diego, enterado de que se trata de su hijo, va en su busca y le recomienda marcharse a Nápoles para salvar su vida. 

Al mismo tiempo el embajador va en busca del duque Octavio advirtiéndole que es sospechoso por el rey de este episodio por lo que recomienda también marchar. 

Don Juan pues, en su periplo hacia el destierro seduce a varias mujeres, entre ellas a una pescadora, a una mujer casadera y a la prometida del marqués de la Mota, doña Ana de Ulloa, resultando muerto en un duelo con don Juan su padre el comendador don Gonzalo. 

Mientras, en Castilla, el rey Alfonso XI promete la mano de doña Ana a don Juan Tenorio, desconociendo las andanzas de éste. Recibe también al duque Octavio y , demostrada la inocencia de éste y reconocida la culpa de don Juan, le promete pues promete la mano de doña Ana de Ulloa. 

Como resultado del episodio de la seducción a doña Ana y posterior muerte de su padre, el duque de la Mota queda sospechoso. 

Don Juan, por otro lado, descubre el sepulcro de don Gonzalo y reta a su espíritu a cenar en su casa, cita a la que el espectro se presenta, desatándose un feroz duelo del que don Juan resultará muerto. 

Así, con don Juan muerto, el rey Alfonso XI permite que la duquesa Isabela se case con el duque Octavio y doña Ana de Ulloa con el duque de la Mota. 

Es pues, una obra mucho más cruenta y apasionada que la de José Zorrilla, en la que aparecerán casi los mismos personajes y en la que quizás deje en el lector cierto sentimiento de cierto rechazo hacia la figura de don Juan Tenorio. 
Fuente: N.N.

FRAGMENTO.
El burlador de Sevilla
1
El burlador
de Sevilla
Tirso de Molina
El burlador de Sevilla
1
Personas que hablan en ella:
Don DIEGO Tenorio, viejo
Don JUAN Tenorio, su hijo
CATALINÓN, lacayo
El REY de Nápoles
El Duque OCTAVIO
Don PEDRO Tenorio, tío
El Marqués de la MOTA
Don GONZALO de Ulloa
El REY de Castilla, ALFONSO XI
FABIO, criado
ISABELA, Duquesa
TISBEA, pescadora
BELISA, villana
ANFRISO, pescador
CORIDÓN, pescador
GASENO, labrador
BATRICIO, labrador
RIPIO, criado
Doña ANA de Ulloa
AMINTA, labradora
ACOMPAÑAMIENTO
CANTORES
GUARDAS
CRIADOS
ENLUTADOS
MÚSICOS
El burlador de Sevilla
2
PASTORES
PESCADORES
Acto primero
Salen don JUAN Tenorio e ISABELA, duquesa
ISABELA:
Duque Octavio, por aquí
podrás salir más seguro.
JUAN:
Duquesa, de nuevo os juro
de cumplir el dulce sí.
ISABELA:
Mi gloria, ¿serán verdades
promesas y ofrecimientos,
regalos y cumplimientos,
voluntades y amistades?
JUAN:
Sí, mi bien.
ISABELA:
Quiero sacar
una luz.
JUAN:
Pues, ¿para qué?
ISABELA:
Para que el alma dé fe
del bien que llego a gozar.
El burlador de Sevilla
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JUAN:
Mataréte la luz yo.
ISABELA:
¡Ah, cielo! ¿Quién eres, hombre?
JUAN:
¿Quién soy? Un hombre sin nombre.
ISABELA:
¿Que no eres el duque?
JUAN:
No.
ISABELA:
¡Ah de palacio!
JUAN:
Detente.
Dame, duquesa, la mano.
ISABELA:
No me detengas, villano.
¡Ah del rey! ¡Soldados, gente!
Sale el REY de Nápoles, con una vela en un candelero
REY:
¿Qué es esto?
ISABELA:
¡Favor! ¡Ay, triste,
que es el rey!
REY:
¿Qué es?
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JUAN:
¿Qué ha de ser?
Un hombre y una mujer.
REY:
(Esto en prudencia consiste.) Aparte
¡Ah de mi guarda! Prendé
a este hombre.
ISABELA:
¡Ay, perdido honor!
Sale don PEDRO Tenorio, embajador de España, y GUARDA
PEDRO:
¿En tu cuarto, gran señor
voces? ¿Quién la causa fue?
REY:
Don Pedro Tenorio, a vos
esta prisión os encargo.
Si ando corto, andad vos largo.
Mirad quién son estos dos.
Y con secreto ha de ser,
que algún mal suceso creo;
porque si yo aquí los veo,
no me queda más que ver.
Vase el REY
PEDRO:
Prendedle.
JUAN:
¿Quién ha de osar?
Bien puedo perder la vida;
mas ha de ir tan bien vendida
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5
que a alguno le ha de pesar.
PEDRO:
Matadle.
JUAN:
¿Quién os engaña?
Resuelto en morir estoy,
porque caballero soy.
El embajador de España
llegue solo, que ha de ser
él quien me rinda.
PEDRO:
Apartad;
a ese cuarto os retirad
todos con esa mujer.
Vanse los otros
Ya estamos solos los dos;
muestra aquí tu esfuerzo y brío.
JUAN:
Aunque tengo esfuerzo, tío,
no le tengo para vos.
PEDRO:
Di quién eres.
JUAN:
Ya lo digo.
Tu sobrino.
PEDRO:
¡Ay, corazón,
que temo alguna traición!
¿Qué es lo que has hecho, enemigo?
¿Cómo estás de aquesta suerte?
Dime presto lo que ha sido.
¡Desobediente, atrevido!
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Estoy por darte la muerte.
Acaba.
JUAN:
Tío y señor,
mozo soy y mozo fuiste;
y pues que de amor supiste,
tenga disculpa mi amor.
Y pues a decir me obligas
la verdad, oye y diréla.
Yo engañé y gocé a Isabela
la duquesa.
PEDRO:
No prosigas,
tente. ¿Cómo la engañaste?
Habla quedo, y cierra el labio.
JUAN:
Fingí ser el duque Octavio.
PEDRO:
No digas más. ¡Calla! ¡Baste!
Perdido soy si el rey sabe
este caso. ¿Qué he de hacer?
Industria me ha de valer
en un negocio tan grave.
Di, vil, ¿no bastó emprender
con ira y fiereza extraña
tan gran traición en España
con otra noble mujer,
sino en Nápoles también,
y en el palacio real
con mujer tan principal?
¡Castíguete el cielo, amén!
Tu padre desde Castilla
a Nápoles te envió,
y en sus márgenes te dio
tierra la espumosa orilla
El burlador de Sevilla
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del mar de Italia, atendiendo
que el haberte recibido
pagaras agradecido,
y estás su honor ofendiendo.
¡Y en tan principal mujer!
Pero en aquesta ocasión
nos daña la dilación.
Mira qué quieres hacer.
JUAN:
No quiero daros disculpa,
que la habré de dar siniestra,
mi sangre es, señor, la vuestra;
sacadla, y pague la culpa.
A esos pies estoy rendido,
y ésta es mi espada, señor.
PEDRO:
Álzate, y muestra valor,
que esa humildad me ha vencido.
¿Atreveráste a bajar
por ese balcón?
JUAN:
Sí atrevo,
que alas en tu favor llevo.
PEDRO:
Pues yo te quiero ayudar.
Vete a Sicilia o Milán,
donde vivas encubierto.
JUAN:
Luego me iré.
PEDRO:
¿Cierto?
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JUAN:
Cierto.
PEDRO:
Mis cartas te avisarán
en qué para este suceso
triste, que causado has.
JUAN:
Para mí alegre dirás.
Que tuve culpa confieso.
PEDRO:
Esa mocedad te engaña.
Baja por ese balcón.
JUAN:
(Con tan justa pretensión, Aparte
gozoso me parto a España).
Vase don JUAN y entra el REY
PEDRO:
Ejecutando, señor,
lo que mandó vuestra alteza,
el hombre...
REY:
¿Murió?
PEDRO:
Escapóse
de las cuchillas soberbias.
REY:
¿De qué forma?
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PEDRO:
De esta forma:
aun no lo mandaste apenas,
cuando sin dar más disculpa,
la espada en la mano aprieta,
revuelve la capa al brazo,
y con gallarda presteza,
ofendiendo a los soldados
y buscando su defensa,
viendo vecina la muerte,
por el balcón de la huerta
se arroja desesperado.
Siguióle con diligencia
tu gente. Cuando salieron
por esa vecina puerta,
le hallaron agonizando
como enroscada culebra.
Levantóse, y al decir
los soldados, “¡Muera, muera!”,
bañado con sangre el rostro,
con tan heroica presteza
se fue, que quedé confuso.
La mujer, que es Isabela,
—que para admirarte nombro—
retirada en esa pieza,
dice que fue el duque Octavio
quien, con engaño y cautela,
la gozó.
REY:
¿Qué dices?
PEDRO:
Digo
lo que ella propia confiesa.
REY:
¡Ah, pobre honor! Si eres alma
del hombre, ¿por qué te dejan
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en la mujer inconstante,
si es la misma ligereza?
¡Hola!
Sale un CRIADO
CRIADO:
¿Gran señor?
REY:
Traed
delante de mi presencia
esa mujer.
PEDRO:
Ya la guardia
viene, gran señor, con ella.
Trae la GUARDA a ISABELA
ISABELA:
¿Con qué ojos veré al rey?
REY:
Idos, y guardad la puerta
de esa cuadra. Di, mujer,
¿qué rigor, qué airada estrella
te incitó, que en mi palacio,
con hermosura y soberbia,
profanases sus umbrales?
ISABELA:
Señor...
REY:
Calla, que la lengua
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no podrá dorar el yerro
que has cometido en mi ofensa.
¿Aquél era del duque Octavio?
ISABELA:
Sí, señor.
REY:
No importan fuerzas,
guardas, crïados, murallas,
fortalecidas almenas,
para amor, que la de un niño
hasta los muros penetra.
Don Pedro Tenorio, al punto
a esa mujer llevad presa
a una torre, y con secreto
haced que al duque le prendan;
que quiero hacer que le cumpla
la palabra, o la promesa.
ISABELA:
Gran señor, volvedme el rostro.
REY:
Ofensa a mi espalda hecha,
es justicia y es razón
castigalla a espaldas vueltas.
Vase el REY

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