James, Henry
(1843-1916) Novelista angloamericano, n. en Nueva York y m. en Londres. Residió en Europa, especialmente en Inglaterra, a partir de 1883 y consiguió la nacionalidad británica en 1915. En 1875 publicó su primera novela, Roderick Hudson. The American (1877), le proporcionó fama y Daisy Miller (1878) fue un éxito popular. French Poets and Novelists (1878), Life of Hawthorne (1879) y Partial Portraits (1888) le dieron a conocer como crítico. La mejor novela de este período, The Portrait of a Lady (Retrato de una dama, 1881), desarrolla el tema que le es tan propio, la «situación internacional», el americano en Europa. En la larga sucesión de sus novelas y cuentos dibujó los tipos principales que surgen en este drama, desde la maestrilla de Four Meetings (1877), cuya imaginación le hace soñar en castillos y catedrales y que termina siendo la víctima predestinada de unos canallas europeos, hasta el negociante retirado de The Ambassadors (1903), cuya experiencia de París le revela unos valores de vida que ya por la edad no puede hacer suyos.
Sólo cuatro de sus novelas: The Europeans (Los europeos, 1878), Washington Square (1881), The Bostonians (Las bostonianas, 1886) y The Ivory Tower (que quedó incompleta a su muerte) se refieren exclusivamente a la vida norteamericana. Algunos de sus cuentos son obras maestras. Escribió sobre escritores y artistas, así como sobre sus problemas, con una visión profunda y fue maestro de la novela simbólica de fantasmas. La más famosa es The Turn of the Screw (Otra vuelta de tuerca, 1898), a cuyo tema, la maldad que toma posesión del alma de dos niños, se le ha dado una interpretación freudiana. Hacia 1890 intentó escribir para el teatro y, aunque fracasó, aprovechó la experiencia para dar estructura dramática a sus novelas posteriores: The Wings of the Dove (Las alas de la paloma, 1902) y The Golden Bowl (La copa de oro, 1904).
El tema de las obras de James no es lo que sucedió, sino lo que alguien, que poseía una inteligencia notable, sintió ante los sucesos. De ahí la frecuente oblicuidad de su acercamiento al tema y la elección de unos puntos de vista que son rasgos característicos de su técnica. James volvió a visitar los Estados Unidos durante un largo viaje en 1904-05 para sentirse un hombre de otra época al contemplar la velocidad, las multitudes y el ruido de la vida norteamericana. Abrumado por el poder material y político del país, se propuso hacer una crítica detenida que desarrolló en The American Scene (1907). Actualmente los críticos alaban al novelista por su profunda visión de la realidad social. Tal vez tenía razón Huneker al señalar en 1917 que las novelas de James estaban escritas para el futuro.
Sobre la novela.: UNA VUELTA DE TUERCA.
¿Siguen viviendo las personas después de la muerte? En caso afirmativo, ¿mantienen contacto con el mundo de los vivos? No es fácil dar respuesta a estas preguntas, aunque quizá muchos ofrezcan una respuesta clara y rápida. En todo caso, esa posible relación entre los muertos y los vivos es algo que ha atraído desde siempre a la humanidad, y son muy numerosos y variados los relatos dedicados a tratar este tema. Para algunos, el mundo está plagado de espíritus y fantasmas, seres de otro mundo que irrumpen y se ponen en contacto con personas especialmente dotadas para percibir su influencia.
De uno de esos contactos trata esta novela de Henry James, quien logra aquí una de las joyas de la literatura fantástica o de fantasmas. La novedad aportada consiste en que son dos niños quienes protagonizan esa relación, acompañados por una institutriz que intenta protegerlos de la influencia de los espíritus de los muertos. Y como siempre ocurre con las obras de este género, su lectura nos atrae, sin dejar de producirnos en diversos momentos un profundo desasosiego e incluso
Asimismo, a mis amigos blogueros, les dejo la información sobre esta excelente novela llevada a la pantalla en 1961 en una magistral interpretación y adaptación del cine norteamericano.
Rebobinado| ¡Suspense!
jueves 1 de noviembre de 2012 publicado por salva meseguer
Malas influencias
Las adaptaciones de la novela Otra vuelta de tuerca del norteamericano Henry James son innumerables. Tanto el cine como la televisión se han dejado tentar por este atípico cuento de fantasmas. De todas ellas, destaca la versión que en 1961 realizó el británico Jack Clayton con una inolvidable Deborah Kerr en el papel de Miss Giddens, la institutriz más atormentada y tormentosa de la gran pantalla. Se acerca el 50 aniversario de su estreno en España y la película continúa siendo un referente del terror psicológico, que no ha perdido un ápice de su poder para sorprender y estremecer al espectador. No se vale de efectos especiales, no derrama una sola gota de sangre, únicamente los recursos cinematográficos más básicos -no por ello agotados-, a saber: luces, sombras, chirridos, voces… Un clásico a reivindicar que ha influido en muchos autores de hoy.
Una de las claves de su innegable atractivo se encuentra en un sólido texto, escrito a dúo por el guionista William Archibald (Yo Confieso) y el célebre Truman Capote, que conserva todas las sutilezas y posibles lecturas que James imprimió a la historia original. La todavía joven señorita Giddens, hija de un respetable párroco anglicano es contratada para cuidar a dos niños huérfanos -Miles y Flora- en una enorme mansión victoriana alejada de la gran ciudad. Allí los mantiene un acaudalado tío (Michael Redgrave) que no quiere ser molestado con los pormenores de su educación y delega en la nueva institutriz todas las responsabilidades al respecto. En la entrevista descubre que la anterior empleada Miss Jessel murió en extrañas circunstancias hace aproximadamente un año. Pero su llegada a la casa es del todo idílica, recibida por Mrs. Grosse (Megs Jenkins), la afable ama de llaves, y la pequeña Flora (Pamela Franklin) sin su hermano Miles (Martin Stephens), que se halla interno en un colegio hasta las vacaciones. Sin embargo, al poco tiempo Miss Giddens recibe una carta en la que le notifican que Miles ha sido expulsado de la escuela por conducta indebida.
Martin Stephens y Deborah Kerr en una escena de la película
Cuando el niño hace acto de presencia en la mansión se desatan toda una serie de extraños sucesos -presencias fantasmales en el interior y exterior de la propiedad- ante la mirada atónita de la inexperta institutriz. Pero no ocurre de forma repentina sino a medida que Miss Giddens va descubriendo los sucesos que ocasionaron la muerte de la anterior preceptora y su amante, el ayuda de cámara Peter Quint (Peter Wyngarde). Son sus espíritus los que permanecen atrapados en aquel lugar con la supuesta confabulación de los niños, cómplices en vida de sus correrías. La protagonista está dispuesta a todo por romper este lazo sobrenatural que corrompe a los pequeños, inocentes de la vileza que les acecha.
Para el novelista Henry James los fantasmas existían y su hábitat natural era la mente humana. Este es el relato de una imaginación trastornada, la de Miss Giddens. Una mujer educada de forma estricta que se deja sugestionar y fascinar por las historias que rondan la casa que han puesto a su cargo. En un pasado cercano dos sirvientes vivieron, bajo aquel mismo techo, una tempestuosa relación cargada de erotismo e impudicia. A medida que se evidencian los hechos acaecidos, su imaginación comienza a crear imágenes nítidas, apariciones libidinosas que amenazan la pureza de los niños bajo su protección. El inaccesible universo de los dos infantes se convierte para ella en el escondrijo perfecto para el mal que hay que erradicar. Así la aparente víctima de la película, la desconcertada institutriz, es en realidad la mayor amenaza que acosa a los inocentes: el fanatismo y la represión.
La presencia fantasmal de Peter Wyngarde acosando a la protagonista
Su título original The Innocents (Los inocentes) -y no el español ¡Suspense! que debe hacer referencia al género de la película más que al argumento- habla de ese mundo infantil hostigado por el adulto en base a la intolerancia y la coacción. Los inmorales fantasmas que vivieron su amor de forma apasionada son una mala influencia que la virtuosa, vestida siempre de riguroso negro, no permitirá. Como en la novela vivimos los acontecimientos a través de la protagonista, lo que impide que podamos distinguir fácilmente entre realidad y alucinaciones. Mi opinión interpreta que Miss Giddens vive de forma muy represiva su relación con el otro sexo -incluso con el sexo en general, no en balde estamos en la época victoriana-; la tensión inicial con el tío y su posterior relación con el pequeño Miles lo atestiguan. Pero ésta es una de la muchas interpretaciones que ofrece esta insólita obra, lo que la hace más valiosa si cabe.
La dirección de Jack Clayton es ejemplar, sacando partido de los aspectos más insospechados: la manera en que introduce el elemento sobrenatural, el uso del sonido -voces humanas, canciones infantiles, ruido de puertas y ventanas…- como componente amenazador y el enrarecido ambiente que determina las malsanas relaciones entre los personajes. El director de Un lugar en la cumbre se sirve hábilmente, además, de las maravillosas imágenes compuestas por un operador de cámara de absoluto lujo, Freddie Francis (El hombre elefante, Tiempos de gloria y Una historia verdadera), que hace un inquietante uso de la profundidad de campo y que brilla, con especial intensidad, precisamente en las escenas más oscuras. Pero si algo resta en tu memoria, pasados los años, es la presencia de incalculable valor de una Deborah Kerr en estado de gracia. Ejemplo de esquisitez y depuración interpretativa, ofrece tantos matices a Miss Giddens que sólo su trabajo daría para varios artículos. Film muy recomendable para todos los amantes del cine con mayúsculas.
Curiosidades:
El subtexto freudiano de represión erótica de la institutriz fue una de las mayores aportaciones al guión del escritor Truman Capote.
El beso en los labios entre Deborah Kerr y el niño Martin Stephens le valió a la película en su estreno la clasificación “para mayores de 18 años”.
La canción The Infant Kiss de Kate Bush está inspirada en esta película.
Martin Scorsese la considera la onceava película más terrorífica de la historia del cine.
Deborah Kerr fue nominada en 6 ocasiones para el Oscar de la Academia. Nunca lo ganó. Por ¡Suspense!, su mayor éxito individual, inexplicablemente no logró la candidatura.
Jack Clayton ganó el National Board of Review al mejor director por esta cinta y fue candidato al Directors Guild of America de 1962.
Título original: The Innocents. Dirección: Jack Clayton. Guión: William Archibald y Truman Capote basada en la novela Otra vuelta de tuerca de Henry James. Fotografía: Freddie Francis. Año: 1961. Nacionalidad: Gran Bretaña. Duración: 100 minutos. Intérpretes: Deborah Kerr, Megs Jenkins, Martin Stephens, Pamela Franklin y Michael Redgrave
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