Boecio (480-524)
Con más exactitud, Anicio Manlio Severino. Filósofo del último periodo romano, ejecutado por Teodorico. Formalmente, es un representante del neoplatonismo; en realidad, su filosofía se caracteriza por un gran eclecticismo, por una inclinación hacia las ciencias exactas y, en moral, por pertenecer al estoicismo. Boecio tradujo y comentó las obras de Aristóteles sobre lógica, así como la ?Introducción a las categorías de Aristóteles?, de Porfirio. Tradujo a Euclides y trató de los ?Fundamentos de la aritmética? de Nicómaco. También compuso un tratado de música con una teoría detalladamente elaborada de la música griega. Se considera como su principal obra filosófica la ?Consolación por la filosofía?, matizada de estoicismo. Entre sus traducciones de Aristóteles, algunas son tenidas por apócrifas.1
BOECIO
LA CONSOLACIÓN DE
LA FILOSOFÍA
La presente edición fue digitalizada y
corregida en las bellas tierras de
Paraná y Cali, comarcas ambas, de los
muy distantes y espaciosos reinos de
Kollasuyu y Chinchaysuyu; durante los
primeros, calurosos y febriles días del
mes de enero del año 565 del quinto
sol, del nuevo imperio de
Tawantinsuyu.
La consolación de la filosofía Boecio
El título original de esta obra de
ANITIUS MANLIUS TORQUATUS
SEVERINUS BOETHIUS
(480 - ¿524?)
es
DE CONSOLATIONE PHILOSOPHIÆ
y se supone fue escrita en los últimos años de vida del autor
ÍNDICE
ÍNDICE______________________________________________ 2
PRÓLOGO ___________________________________________ 3
LIBRO PRIMERO ____________________________________ 12
[Expone el autor los motivos de su aflicción, y la Filosofía, que se
le aparece en forma de dama de porte majestuoso, le hace ver ante
todo que su mal consiste en haber olvidado cuál es el verdadero fin
del hombre.] ___________________________________________ 12
LIBRO SEGUNDO ____________________________________ 30
[Qué es la fortuna y qué bienes ficticios procura; bienes reales que
una fortuna adversa puede traer consigo]. ___________________ 30
LIBRO TERCERO ____________________________________ 53
[Enseña la Filosofía que todos los hombres quieren naturalmente
la bienaventuranza, pero su fuente no puede estar en los bienes
particulares, sino en el bien universal y supremo, que es Dios.] ___ 53
LIBRO CUARTO _____________________________________ 86
[Trata de conciliar la bondad divina con la existencia del mal en el
mundo y distingue la Providencia del hado.]__________________ 86
LIBRO QUINTO_____________________________________ 112
[La omnisciencia providente de Dios y la libertad de la voluntad
humana son compatibles]. _______________________________ 112
Librodot La consolación de la filosofía Boecio
PRÓLOGO
1. BOECIO
Es decir, Anitius Manlius Torquatus Severinus Boethius, nació el
año 480 (o poco después) del linaje de los Anicii, durante el reinado
de Odoacro, caudillo germánico que había puesto fin al Imperio
romano de occidente destronando a Rómulo Augústulo.
Desde muy joven estudió en Atenas las doctrinas de Platón,
Aristóteles y los estoicos. Movido por la fama de su sabiduría, le
nombró consejero (y probablemente cónsul), en 510, el emperador
ostrogodo Teodorico, que en el año 490 se había proclamado rey, tras
derrotar a Odoacro. Pero el año 524, por causas no bien conocidas,
lo procesó y martirizó el mismo emperador. Murió Boecio el año 524
ó 525 en la prisión de Pavía (Ticinium).
Boecio quiso traducir al latín toda la obra de Platón y Aristóteles y
demostrar que sus filosofías pueden conciliarse, como creían la
mayoría de los neoplatónicos, pero de este proyecto sólo nos quedan
diversas traducciones de Aristóteles y varios comentarios. De las
primeras, v. gr.: la traducción de las Categorías (y la Isagoge o
introducción de Porfirio a esta obra), del tratado De la Interpretación,
de los Tópicos y los dos Analíticos; acaso haya hecho también la
traducción de otras obras del Estagirita.
De entre los comentarios figuran los dos de la Isagoge, dos del
libro De la Interpretación y los de las Categorías, los Tópicos, los
Analíticos y los Razonamientos sofísticos. También comentó los
Tópicos de Cicerón.
Boecio es, asimismo, autor de varias obras originales sobre lógica,
matemáticas y música, y de varios opúsculos teológicos de contenido
cristiano cuya autenticidad había sido puesta en duda, aunque parece
establecida definitivamente desde los estudios de Krieg1 y, sobre
todo, de Usener2 , que publica por primera vez un escrito de su
contemporáneo y discípulo Casiodoro, donde asigna, efectivamente,
estas obras a Boecio.
1 Cf. Über die theologischen Schriften des Boëthius, en Jahresbuch des
Görresgeschichte, 1884.23-52.
2 Anecdoton Holderi, Bonn, 1877.
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La autoridad de Boecio durante la alta Edad Media fue inmensa, y
sólo puede compararse a la que ejercieron Aristóteles y San Agustín,
pues es casi el único transmisor de la filosofía peripatética hasta fines
del siglo XII, de la que sólo se conocía la lógica, la metodología y un
resumen de la ontología. Él fue quien suscitó la cuestión de los
universales, que llena todo aquel período, y quien enseñó a los
filósofos medievales los géneros filosóficos de la interpretación y el
comentario que llegaron a ser característicos. Y en su libro De
consolatione philosophiæ ofreció a la conciencia cristiana un sistema
racional de teodicea que no contradecía al dogma; por eso llegó a ser
uno de los libros más leídos, comentados e imitados de toda la
historia de la filosofía, mereciendo su autor el dictado de “noster
sumus philosophus”. Hoy podemos ver en Boecio al primer
escolástico, pero también al último romano3.
Sus obras completas se editaron por primera vez en Venecia (1492)
y posteriormente en Basilea (1546 y 1570); en los tomos 63 y 64 de la
Patrología latina de Migne y en el volumen 48 del Corpus scriptorum
ecclesiasticorum Latinorum. El De consolatione se imprimió por
primera vez en Nuremberg (1473).
2. EL LENGUAJE EN “LA CONSOLACIÓN DE LA
FILOSOFÍA”
Está transido de lirismo y no desprovisto de ciertos matices
irónicos. Por la alternancia de la prosa y el verso en que está
presentada la obra, puede incluirse en el género de la sátira menipea,
es decir, de la sátira iniciada en el siglo III (a. de J. C.) por Menipo,
de Gadara.
En La consolación de la filosofía podemos rastrear la huella de los
grandes literatos de la antigüedad; sobre todo, de Platón, Séneca,
Virgilio, Horacio y Cicerón:
a) Platón. Así como éste excluye de la ciudad a los poetas porque
sus lecciones son poco morales y sus melodías acaban por afeminar
los ánimos, así Boecio hace que la filosofía expulse de su lado a las
musas profanas, que sólo podrían agravar su aflicción con dulces
3 Cf. Suttner: Boethius, der letzte Rümer, Eichstädt, 1852.
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venenos (L. 1, prosa 1). Recoge su doctrina de la gobernación del
Estado, que ha de pasar a manos de los filósofos (íd., prosa 44). Toma
de él el retrato del tirano como el ser más desgraciado del mundo (L.
IV, metro 2). En la prosa 2 del Libro II adopta la forma del Critón.
Como Platón, dice que sólo la inteligencia del filósofo tiene alas (L.
IV, metro 1). Como aquél en el Gorgias, dice Boecio que sólo los
sabios pueden hacer lo que quieren; los necios podrán dar curso a sus
caprichos, pero no satisfacer sus deseos, etc., etc.
b) Séneca. Del Octavio toma la imagen de su dolor (L. 1, metro 1),
así como la descripción de una paz primitiva entre los hombres:
“...Humanum genus— Non bella norat, non tubae fremitus tru ces.”
(L. II, metro 59). Como él, habla Boecio del ciclo de las cosas, que
vuelve sobre sí mismo (L. III, metro 2): “orbem rerum in se
remeantium.” En el L. III, metro 12, toma de Séneca la imagen del
Hércules furioso. Refleja otras veces las imágenes y conceptos del De
vita beata (L. 1, metro 4). En el metro 5 del Libro I nótase la
influencia del Hipólito, y en la prosa 6 del Libro II alude a la
independencia del alma de que habla Séneca en De beneficiis (III,
XX): “me ni quidem sui juris”. También puede advertirse el estilo de
Séneca en el metro 1 del L. II; y en la prosa 4 del mismo libro, en fin,
la acumulación de ejemplos es típica del filósofo cordobés.
c) Virgilio. La influencia de la Eneida puede apreciarse en el L. 1,
metro 3, y en el L. IV, prosa 4, al referirse a la vida de las almas
después de la muerte del cuerpo. De las Geórgicas toma, en el metro 4
del L. 1, la expresión de sus primeros versos; el ejemplo de la mosca
cantárida (L. II, prosa 6); la exclamación virgiliana “Felix qui potuit
rerum cognoscere causas” (Geor. II, 490) transformada en el “Felix,
qui potuit boni— Fontem visere lucidum,— Felix, qui potuit gravis—
Terrae solvere vincula.” (L. III, metro 12). De las Bucólicas se
acuerda Boecio en el metro 5 del L. II, al recordar la navegación.
d) Horacio. En la idea de que el justo permanecerá impasible ante
todo lo que pueda advenirle (L. 1, metro 4). El “Non possidentem
multa vocaveris recte beatum” (Odas, IV, IX, 45) se recoge en el L. II,
prosa 5. En el L. II, prosa 7, al decir Boecio que muchos hombres
ilustres yacen en el olvido a falta de escritores que se hayan ocupado
en transmitirnos su memoria, nos acordamos también de Horacio
cuando habla de los héroes que vivieron antes de Agamenón, cuyo
recuerdo está sumido en la noche profunda: “carent quia vate sacro”,
porque les falta el poeta divino que cantara sus hazañas. La
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influencia de Horacio puede apreciarse también en diversos pasajes
del L. II (metros 4 y 5) y del L. V (prosa 3).
e) Cicerón. Sobre todo por el “Sueño de Escipión”, cuya influencia
se advierte a través de toda la prosa 7 del L.11, y en el metro l del L.
IV. El De oficiis por el recuerdo de los suplicios de Régulo (L. II,
prosa 6). Por las Tusculanas, al hablar del tamaño comparativo de la
Tierra y del Cielo; por el De divinatione en la prosa 4 del L. V. Y, en
fin, de Cicerón se acuerda Boecio cuando se refiere al exilio (L. 1,
prosa 5).
f) Ovidio. Con las Tristes (L. 1, metro 1 y L. IV, metro 3); con los
Fastos en el lugar común que Boecio recoge en el metro 2 del L. II.
Con las Metamorfosis en el metro 5 del L. II y en el metro 3 del L. IV.
g) Homero. En diversas expresiones e ideas de la Ilíada, que
aparecen más o menos claramente en los Libros 1 (prosa 4), II (prosa
2 con el ejemplo de los toneles), IV (prosa 6) y V (prosa 2).
h) Plutarco. En la prosa 2 del libro II (“...ius est man nunc strato
aequore blandiri, nunc procellis ac fluctibus inhorrescere”) y en la
prosa 7 del mismo libro al re producir la anécdota del sabio y su
silencio.
i) Juvenal. En el L. II, prosa 5 y en el L. III, metro 6. Además, se
pueden advertir algunas huellas de Eurípides, Tibulo, Claudiano y
Catulo.
3. ELEMENTOS FILOSÓFICOS
Su variedad se apreciará en la lectura del texto, al que he añadido
algunas notas, por vía de ejemplo, donde procuro hacer una
referencia muy abreviada a la relación que guardan las doctrinas de
Boecio con las asimiladas por él de la tradición clásica.
En líneas generales puede decirse que La consolación es el espejo
de las múltiples lecturas de su autor y refleja un sincretismo
elaborado a base de Platón y los neoplatónicos, de una parte, y los
estoicos de otra (en menor grado de Aristóteles y San Agustín), pero
ordenado con vistas a una teología racional. Esta multiplicidad de
elementos ha inducido a algunos4 a suponer que esta obra es una
4 Cf. Usener, op. cit.
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enciclopedia, pero otros5 han subrayado acertadamente el carácter
original y unitario de la metafísica que implica...
Es de advertir que en esta obra no aparece ningún elemento que
pueda reconocerse inmediatamente como cristiano, y el hecho es
tanto más extraño cuanto habría que esperar que Boecio recurriese
finalmente a la revelación para hacer descansar en la vida
sobrenatural el consuelo definitivo de toda aflicción. De este hecho se
han dado varias explicaciones: la más radical fue negar el
cristianismo de Boecio y, por lo tanto, la autenticidad de sus
opúsculos teológicos6, pero ya hemos dicho que son auténticos. La
segunda explicación fue propuesta ya por Pierre Berti en el siglo
XVII: según él, el libro de Boecio estaría incompleto, le faltaría un
sexto libro sobre la vida eterna y los medios de alcanzarla. Tampoco
ésta nos satisface, pues el libro de Boecio constituye un todo completo
dentro de la teología de base estrictamente racional. Por lo tanto,
parece lo más acertado admitir que Boecio llegó a concebir
claramente la distinción que hay entre la razón y la fe y sus mutuas
relaciones, que para él se formulan en la divisa “credo ut
intelligam”7.
La influencia platónica, preponderante en toda la obra, se ejerce a
través de La República (L I, prosas 1 y 4; L. IV, metro 2 y prosa 4), el
Teeteto (L. I, prosa 4), el Critón (L. II, prosa 2), El Sofista (L. III,
prosa 12), El Banquete (I, II, metro 8), el Fedro (L. IV, metro 1), el
Gorgias (L. IV, prosa 2), pero sobre todo a través del Timeo (en parte
a través del comentario de Proclo), cuyas resonancias se escuchan
insistentemente a través de la exposición boeciana. Es continua la
influencia del pensamiento platónico en la acentuación del carácter
inefable del ser divino y su absoluta bondad, de la tendencia de todas
las cosas hacia Dios, del valor inmenso del alma y su inmortalidad,
de la distinción del conocimiento racional y las apariencias, de la
necesidad de Dios para explicar el mundo y su orden admirable, del
alma del cosmos, de la reminiscencia de las ideas, etc. En su doctrina
de la presciencia divina y la libertad de la voluntad humana, recoge
la influencia de Jámblico y Proclo, pero no acepta la teología
panteísta y emanatista de Plotino, sino que subraya su posición teísta
y de él no toma apenas ningún elemento.
5 Cf. Rand: On the composition of B. s. Consol. phil. Boston, 1904.
6 Cf. G. Schepss. Neues Archiv, II (1886), 125 ss.
7 Cf. Klingner: De B. Consol. phil., Berlin, 1921. id. Rand, op.cit.
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Del estoicismo toma la idea de la veleidosa fortuna y del valor
engañoso de los bienes que ella procura. El único bien seguro es el
señorío del alma sobre sí misma y sus virtudes. Estoica es también la
fuerte acentuación del orden inexcusable del acontecer mundano y del
hado, por cuya contemplación nos elevamos a Dios. Pero tampoco
acepta Boecio íntegramente la filosofía del Pórtico, como no aceptó
la neoplatónica: rechaza, por ejemplo, la sensualista teoría del
conocimiento de los estoicos y admite, en cambio, la teoría de la
reminiscencia platónica en una forma que es similar a la teoría
agustiniana de las “incommutabilia vera”. Boecio, en suma, excluye
todo lo que pueda oponerse a su espiritualismo teísta.
Aristóteles influyó en esta obra probablemente a través del
Protréptico, que Boecio conocería por una fuente anterior a la
utilizada por Cicerón en el Hortensius8.
Claramente aristotélica es la forma de pensar a Dios como primer
motor, inmóvil, del devenir mundano (L. III, metro 9 y prosa 12).
Y, por fin, citaremos la influencia de San Agustín, patente en el
matiz que da Boecio a la teoría de la reminiscencia y, sobre todo, en
la notable investigación que en el libro V, prosa 6, dedica a la
eternidad y el tiempo. En ella completa el agudo análisis agustiniano
(Cf. Confesiones, II, 14-31) que había señalado, sobre todo, el
carácter subjetivo de la conciencia del tiempo, condicionada por la
“expectatio, attentio et memoria”. Para San Agustín, el tiempo nació
con el mundo, con las cosas que cambian, pero Dios es ajeno al
tiempo, pues nada tiene que ver él con este ir y venir de las cosas. En
la misma línea de pensamiento, Boecio define la eternidad como
“Interminabilis vitae tota simul et perfecta possessio”; esta definición
distingue perfectamente la eternidad del tiempo y el ser divino del ser
mundano, pues aunque el cosmos fuera eterno (como creía
Aristóteles), su ilimitación temporal sólo sería un remedo de la
eternidad divina: pues en el mundo, lo único real es el presente,
mientras que en Dios el pasado y el futuro son también presentes; en
el ser creado la ilimitación temporal sería, en todo caso, una
ilimitación de sucesión y devenir. Santo Tomás y los escolásticos
acogieron con entusiasmo esta idea boeciana.
8 Cf. Usener, op. cit., y en el estudio que publicó sobre esta obra perdida
en Hermes, 10 (1876), páginas 61-100. Puede verse también la obra citada
de Klingner.
Librodot La consolación de la filosofía Boecio
4. ESTRUCTURA
Todos estos elementos se articulan en el libro de Boecio de una
forma selectiva más que ecléctica. Como se ha dicho, Boecio se
aparta en algunos puntos de vista capitales del neoplatonismo y del
estoicismo, tomando de tales doctrinas únicamente aquellas ideas que
son susceptibles de integrarse en una teoría espiritualista y teísta que
pueda servir de base y explicación al dogma.
El fin de la obra, además de buscar el consuelo para sí propio y
para todos los que sufren los reveses de la fortuna, es la elaboración
de una teodicea válida dentro del campo de la razón y expuesta en un
lenguaje comprensible para los creyentes y los paganos. Por eso su
estilo es exotérico o popular, lo mismo que ocurre con su opúsculo De
fide catholica9.
Los materiales que constituyen la obra están dispuestos en cinco
libros, cada uno de los cuales se compone de varias prosas y versos
intercalados, En el libro primero expone Boecio los motivos de su
aflicción; y la filosofía, que se le aparece en forma de dama de porte
majestuoso, le hace ver ante todo que su mal consiste en haber
olvidado cuál es el verdadero fin del hombre, ofuscado como está en
su desesperación. En el libro II se hace un análisis de lo que es la
fortuna y de los bienes ficticios que ella procura, así como de los
bienes reales que una fortuna adversa puede traer consigo. En el libro
III enseña la filosofía que todos los hombres quieren naturalmente la
bienaventuranza, pero su fuente no puede estar en los bienes
particulares, sino en el bien universal y supremo que es, a la vez, uno:
Dios. En el libro IV trata de conciliar la bondad divina con la
existencia del mal en el mundo y distingue la Providencia del hado. Y
en el libro V se enfrenta con el problema de hacer compatible la
omnisciencia providente de Dios con la libertad de la voluntad
humana, haciendo el análisis del tiempo y la eternidad.
A esta estructura objetiva del libro de La consolación, subyace otra
estructura que podríamos llamar emocional. Boecio, que tanto había
trabajado en el aristotelismo, echa mano del inagotable repertorio de
consuelo que ofrecían Platón y los estoicos en el momento de
encontrarse ante una “situación límite” por excelencia, como es la
9 Cf. Rand, B. the Scholastic, en Founders of the Middle Ages.
Cambridge, 1928.
Librodot La consolación de la filosofía Boecio
situación ante su muerte próxima. En los dos primeros libros su
inquietud se disipa progresivamente, el pensamiento se hace dueño de
sí mismo en el tercero, y en los dos últimos la solución que da a
aquellos grandes problemas de la razón que se alzaban ante él, le dan
la paz definitiva10.
5. HISTORIA
Fue uno de los libros más leídos durante la Edad Media e inspiró a
filósofos y literatos hasta el Renacimiento.
Recordemos, entre los últimos, a Chaucer (que lo tradujo también
al inglés), Boccaccio y Dante (Convivio, 2, 13).
Dio origen a innumerables glosas; por ejemplo, las de Juan
Erígena, Remigio de Auxerre, Bovo II de Corvey, Guillermo de
Conches, Nicolás Trivet, Pedro D’ Ailly, Dionisio Carthusianus, Juan
Murmelius.
Suscitó el género literario de los libros de consolación, que
abundaron entre los siglos XI y XVI, V. gr.: las Consolatio theologiæ
de Juan de Tambach, Mateo de Krakau y Juan Gerson, la Consolatio
rationis de Pedro de Compostela y El Libro del consuelo divino del
maestro Eckehart.11
Se tradujo a todos los idiomas cultos: al hebreo, al anglosajón por
el rey Alfredo de Inglaterra (en el †901), al alemán por Notker Labeo
(en †1022), al francés por Juan de Meung (en †1318), al italiano por
B. Varchi (impresa en Florencia, 1551), al griego por M. Planudes
(†1310).
En España, la primera traducción impresa que conocemos es la
hecha por fray Antonio Ginebreda en 1488, aunque existían con
seguridad traducciones catalanas y acaso también castellanas desde
el siglo XIV. Sólo durante el siglo XVI se hicieron las siguientes
ediciones: una edición latina, en Sevilla (1521), la traducción de don
10 Véase la excelente edición, con traducción francesa a doble página y
una introducción, de A. Bocognano. París, Garnier (s.a.).
11 Eckehart, El libro del consuelo divino, Traducción del alemán, prólogo
y notas de Alfonso Castaño Piñan. Buenos Aires, Aguilar, 1955. Biblioteca
de iniciación filosófica.
Librodot La consolación de la filosofía Boecio
Pedro Saynz de Viana, la de Zurita (al parecer), la de Juan Valera de
Salamanca (en 1511) y, sobre todo, la traducción de fray Alberto de
Aguayo, editada en 1516 y reeditada en 1518 (Sevilla, Cromberger),
1521, 1530, 1542, 1598 (en Valladolid, según Nicolás Antonio), en
1921 (publicada, con una introducción, por el P. Luis G. A. Getino y
reeditada en 1943)12. También es digna de mención la traducción que
en 1665 (Madrid, A. García) publicó don Esteban Manuel de
Villegas: sus versos no son excesivamente fieles al texto, pero la prosa
es modelo de corrección. La traducción fue incompleta, por faltarle
parte del libro V (en 1774 se añaden los trozos que faltaban,
tomándolos de Aguayo).
La presente traducción ha sido hecha expresamente para esta
Biblioteca de Iniciación Filosófica.
ALFONSO CASTAÑO PIÑÁN
12 Fue muy celebrada por su fidelidad, aunque muy artificiosa en el
empleo exclusivo, todo el libro, del metro octosílabo.
12
LIBRO PRIMERO
[Expone el autor los motivos de su aflicción, y la Filosofía, que se le
aparece en forma de dama de porte majestuoso, le hace ver ante todo
que su mal consiste en haber olvidado cuál es el verdadero fin del
hombre.]
METRO PRIMERO
Yo que en mis mocedades componía hermosos versos1,
cuando todo a mi alrededor parecía sonreír, hoy me veo
sumido en llanto, y ¡triste de mí!, sólo puedo entonar estrofas
de dolor. Han desgarrado sus vestiduras mis musas favoritas
y aquí están a mi lado para inspirarme lo que escribo,
mientras el llanto baña mi rostro al eco de sus tonos
elegíacos. Ellas siquiera no me han abandonado por fútiles
temores, ellas, que siempre fueron la compañía de mis
caminos.
Ellas, recuerdo gratísimo de mi florida juventud fecunda,
vienen a dulcificar los destinos de ésta mi abatida vejez: si,
que a impulsos de la desgracia la vejez ha precipitado sobre
mí sus pasos, y a la mitad del camino de mi vida he sentido
sonar la hora definitiva del sufrir.
Cubren mi cabeza precoces canas; mi cuerpo agotado
siente ya el escalofrío de la tez marchita y rugosa. ¡Dichosa
muerte, cuando sin amargar la dulzura de los años buenos,
1 Según Casiodoro, Boecio compuso en su juventud un Carmen
bucolicum que se ha perdido.
BOECIO 13
acude si el corazón la llama en su favor! Pero, ¡ay!, que,
despiadada, cierra sus oídos a la voz de la desgracia...
¡En vez de cerrar los ojos del triste mortal que llora!
Mientras me halagó la fortuna, a pesar de saberla inconstante
y mudable, una hora de tristeza hubiera bastado para
llevarme a la tumba; ahora que ha ensombrecido su faz
engañadora, ¡oh, cuán larga se me hace una vida tan tediosa!
¿Por qué, amigos, habéis ponderado tantas veces las horas
de mi dicha fugaz? ¡Ah, no estaba muy seguro quien así cayó
tan de repente!
PROSA PRIMERA
1.– En tanto que en silencio me agitaban estos sombríos
pensamientos y con aguzado estilo escribía en blandas tablillas mi
lamento quejumbroso, parecióme que sobre mi cabeza se erguía la
figura de una mujer de sereno y majestuoso rostro, de ojos de fuego,
penetrantes como jamás los viera en ser humano, de color sonrosado,
llena de vida, de inagotadas energías, a pesar de que sus muchos años
podían hacer creer que no pertenecía a nuestra generación. Su porte,
impreciso, nada más me dio a entender.
2.– Pues ya se reducía y abatiéndose se asemejaba a uno de
tantos mortales, ya por el contrario se encumbraba hasta tocar el cielo
con su frente, y en él penetraba su cabeza, quedando inaccesible a las
miradas humanas.
3.– Su vestido lo formaban finísimos hilos de materia
inalterable, con exquisito primor entretejidos; ella misma lo había
hecho con sus manos, según más adelante me hizo saber. Y, a
semejanza de un cuadro difuminado, ofrecía, envuelto como en tenue
sombra, el aspecto desaliñado de cosa antigua.
4.– En su parte inferior veíase bordada la letra griega pi (inicial
de práctica), y en lo más alto, la letra thau (inicial de teoría)2 y
enlazando las dos letras había unas franjas que, a modo de peldaños de
una escalera, permitían subir desde aquel símbolo de lo inferior al
emblema de lo superior.
2 Es decir, práctica y teoría (πραχτιχη y θεωρητιχη). La escala que
une estas letras simboliza los grados de la sabiduría. La descripción
que hace aquí Boecio inspiró a los artistas de los siglos XII y XIII.
BOECIO 14
5.– Sin embargo, iba maltrecho aquel vestido: manos violentas
lo habían destrozado, arrancando de él cuantos pedazos les fuera
posible llevarse entre los dedos.
6.– La mayestática figura traía en su diestra mano unos libros;
su mano, izquierda empuñaba un cetro.
7.– Y cuando vio a mi cabecera a las musas de la poesía
dictándome las palabras que traducían mi dolor, conmovióse de
pronto; y luego, lanzando por sus ojos miradas fulminantes, indignada
exclamó:
8.– “¿Quién ha dejado acercarse hasta mi enfermo3 a estas
despreciables cortesanas de teatro, que no solamente no pueden traerle
el más ligero alivio para sus males, sino que antes bien le propinarán
endulzado veneno?
9.– Sí, con las estériles espinas de las pasiones, ellas ahogan la
cosecha fecunda de la razón; son ellas las que adormecen a la humana
inteligencia en el mal, en vez de libertarla.
10.– ¡Ah! Si vuestras caricias me arrebataran a un profano, como
sucede con frecuencia, el mal seria menos grave, porque en él mi labor
no se vería frustrada; pero ¿es que ahora queréis quitarme a este
hombre alimentado con las doctrinas de Elea y de la Academia?
11.– Marchad, alejaos más bien de este lugar, Sirenas que fingís
dulzura para acarrear la muerte; dejadme a este enfermo, al cual yo
cuidaré con mis númenes, hasta devolverle la salud y el bienestar
12.– Ante tales increpaciones, las musas que me asistían bajaron
los ojos; y, cubiertos los rostros con el rubor de la vergüenza,
transpusieron el umbral de mi casa.
13.– Yo, que con la vista turbada por las lágrimas no podía
distinguir quién fuese aquella mujer de tan soberana autoridad,
sobrecogido de estupor, fijos los ojos en tierra, aguardé en silencio lo
que ella hiciera.
14.– Entonces, acercándose más, se sentó al borde de mi lecho; y
al contemplar mi rostro apesadumbrado y abatido por el dolor,
lamentóse en estos versos de la causa que turbaba mi espíritu.
3 Las musas profanas.
BOECIO 15
METRO SEGUNDO
“¡Ah! ¡Cómo se agita la mente en el fondo del abismo en
que se halla sumergida! Y abandonando su propia luz, ¡cómo
se precipita hacia la tiniebla exterior, cuando siente en sí
misma una angustia mortal, acrecida hasta lo infinito por el
hálito de las cosas terrenales!
”Este pobre mortal gozó un tiempo de omnímoda libertad;
para él el cielo no guardaba secretos; acostumbrado a
caminar por los senderos del firmamento, observaba los
dorados rayos del sol, seguía atento las fases de la helada
luna, había vencido a las estrellas, sujetando a número sus
errantes revoluciones dentro de órbitas cerradas.
”¿Qué más? Él sabía las causas por las cuales los vientos
rumorosos ya rizan la superficie de los mares, ya sacuden su
seno en gigantescas olas; cuál es el alma inmutable que
gobierna al mundo; por qué los astros que se hunden en el
mar de las Hespérides despiertan rutilantes por Oriente; con
qué ley se suceden las plácidas horas de la primavera para
que ésta adorne la tierra con rosadas flores; quién hace que al
término del año muestre el otoño la exuberancia de su
fecundidad en jugosos frutos... Esto solía él tratar en sus
versos, como así también otros misterios ocultos de la
naturaleza que él desentrañaba...4
”Mas ahora, vedle aquí abatido, apagadas las luces de su
mente, cargadas a su cuello pesadas cadenas, que le hacen
inclinar, abrumado, su frente para no ver, ¡desgraciado!, otra
cosa que la tierra inerte en la cual va a sepultarse...
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