Tuesday, May 7, 2013

Por el camino de Swann. Marcel Proust.




Por el camino de Proust

Manolo Gil.

Estamos en un año de celebraciones en el mundo de la cultura. A los bicentenarios de Richard Wagner y Giuseppe Verdi se unen en este 2013 los centenarios de Benjamin Britten y Albert Camus, de La Consegración de Primavera de Igor Stravinski, La vida breve de Manuel de Falla o Muerte en Venecia de Thomas Mann, eso por no citar algunos cincuentenarios como los del estreno de Los pájaros de Alfred Hitchcock y El gatopardo de Luchino Visconti. Año de alforjas llenas culturalmente hablando, como se puede ver. Os recuerdo que no sólo de pan vive el hombre. La cultura ayuda a salir de la crisis.


De algunos de estos aniversarios ya me he hecho eco en 360 Grados Press; de otros me encargaré próximamente. Hoy quiero detenerme en un centenario muy especial, fundamental para la historia de la literatura contemporánea. Me refiero al centenario del inicio de la publicación de la magna obra de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido. Sin duda, una de las cimas de la literatura francesa y universal de todos los tiempos.


 

Por el camino de Swann, primer volumen de À la recherche du temps perdu, fue publicado por primera vez, en París, por la editorial  Grasset en noviembre de 1913, corriendo la edición a cargo del propio autor. La novela había sido rechazada por Gaston Gallimard,  en aquellos años director de La Nouvelle Revue Francaise, por indicación de André Gide. Dado el éxito que alcanzó el libro, el propio Gallimard convenció a Proust para que editará con él en una nueva editorial, lo que provocó la enemistad con André Gide y el abandono de la dirección de La Nouvelle Revue Francaise. Nació así en 1919 la Librería Gallimard, cuyo primer libro fue A la sombra de las muchachas en flor, segunda entrega de la obra de  Proust que consiguió el premio Goncourt de ese año y fue todo un éxito. Gallimard editó las siete entregas del ciclo proustiano entre1919 y 1927.


 

De Proust se habla más que se lee. Se da bien en las citas, en las declaraciones de culto sofisticado. Son muchos los que alardean de él, pero poquísimos los que se han aventurado en sus páginas y muchos menos los que confiesan que han desertado en  el intento de llegar al tiempo recobrado. No es una lectura fácil. Os lo dice un proustiano confeso y enfermizo. Es una lectura densa, y más que el relato de unos acontecimientos de carácter autobiográfico, compuesto de largas frases, de un lenguaje depurado, de un juego de matrioskas que no tiene fin, es un ejercicio de memoria, de cómo los recuerdos pueden atrapar el tiempo, de cómo un aprendiz de escritor trata de fijarlos en negro sobre blanco. Y todo en un ejercicio de la memoria involuntaria capaz de precipitar todo un universo. Nunca una magdalena bañada en una taza de té había dado para tanto. 


 

Proust es una aventura interior de gran belleza literaria a la que hay que llegar despacio y avanzar lentamente entre us páginas. No se puede leer de un tirón. Su propia estructura, su propio contenido impide las prisas. Proust no es una novela policiaca de ritmo trepidante. No. Proust es Proust y hay que transitarlo despacio, saboreándolo párrafo a párrafo, palabra a palabra. Es un ejercicio con nuestra propia introspección, de nuestra búsqueda de nuestro tiempo perdido, de nuestro intento de adherir el recuerdo, de estrechar los vínculos con el pasado a través de las sensaciones. Toda una terapia para conocernos a nosotros mismos, para alcanzarnos, para recobrarnos. Así es el camino de Proust y vale la pena transitarlo. Cuando se consigue, algo cambia en nosotros. Digo.



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