Sunday, May 26, 2013
PREMIO XAVIER VILLAURRUTIA 1955 por la novela: PEDRO PÁRAMO.
VIDA, MUERTE Y PARÁLISIS EN PEDRO PÁRAMO DE JUAN RULFO,
Y "THE DEAD" DE JAMES JOYCE
MARISOL MORALES LADRÓN
UNIVERSIDAD DE ALCALA.
This article explores the similarities between the literary production
of Juan Rulfo and James Joyce as regards their special treatment of the
themes of life and death. Although this treatment constitutes a major
concern throughout their writings, the article concentrates on a close
comparative reading of Pedro Páramo and "The Dead". In these texts,
both writers coincide in their attempt to (con)fuse life and death as two
"states of being" creating an atmosphere where death suffocates the life
of the inhabitants of Comala and Dublin, the cities to become, in turn,
two centres of paralysis.
Si la literatura hispanoamericana desde los años treinta tuvo como
importante fuente de inspiración a escritores europeos y norte
-americanos de
vanguardia, el legado de la obra de Joyce se hizo tan
ineludible que términos como joyceización (Fuentes, 1976: 180) o
joycisino (Fiddian, 1989: 36) se han venido empleando para hacer
referencia a una peculiar renovación formal dentro de la evolución de
esta tradición literaria. En 1925 Jorge Luis Borges introdujo Ulysses en la
literatura hispanoamericana reconociéndose como "el primer aventurero
hispánico que ha arribado al libro de Joyce" y apuntando el beneficio
que podría aportar a sus coetáneos la lectura de este "millonario de
vocablos y estilos" (Borges, 1925: 3 y 6). Tampoco hay que olvidar que la
primera traducción de Ulysses al español fue llevada a cabo por otro
argentino, José Salas Subirat, en 1945. Pero los ecos de Joyce no siempre
se han evaluado de forma positiva. Por una parte, Fiddian sostiene que el
joycismo es un fenómeno de proporciones continentales pues la
presencia del irlandés no remite únicamente a la experimentación del
lenguaje y a la utilización de nuevas técnicas narrativas, sino más aún a
la adopción de toda una serie de temas que son bastante compatibles
Exemplaria 3, 1999, 145-158. © Universidad de Huelva
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con el proceso independentista hispano-americano, como la experiencia
de la lengua frente a una cultura impuesta, la religión, el discurso de la
pluralidad, el exilio, la falta de conformismo y la rebeldía (Fiddian, 1989:
23-27). Por otra, sin embargo, existe el reconocimiento de que el legado
de la obra de Joyce ha dado lugar a imitaciones burdas que han
convertido su genidalidad en pastiches, que echan "por el atajo de la
extravagancia, lo grotesco, la sofisticación, la excentricidad embrolladora
de la sintaxis, la puntuación y hasta el léxico" (González, 1967: 49).
Dentro de este marco de estudio de las relaciones literarias
internacionales se inscribe la breve producción literaria de Juan Rulfo
con El llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955)`.
La primera obra de Rulfo, El llano en llamas, es una colección de
narraciones breves que explora el ambiente estéril y desolado que
caracterizará posteriormente a Pedro Páramo. Son muchos los relatos
que tratan el tema de la muerte, tanto en su sentido más literal como
metafórico, entre los que destaco: "Macario","La cuesta de las comadres",
"El hombre", "En la madrugada", "Talpa", "El llano en llamas", " ¡Diles que
no me maten!", "Luvina", "La noche que lo dejaron solo", "No oyes ladrar
a los perros", "Anacleto Morones" y "El día del derrumbe". Casi todos
ellos exploran la vida del campesino después de la Revolución de 1910,
por lo que aspectos como la crueldad, la violencia, la corrupción, el
fracaso, la opresión de la religión o incluso el incesto encuentran amplio
espacio en el ambiente sombrío de la obra. De hecho, la muerte
constituye una obsesión tal en la producción de Rulfo que debe
interpretarse como la verdadera protagonista (Taggart, 1983: 129). En
Pedro Páramo la polaridad vida-muerte deja de formar una dicotomía
para presentarse en plena (con)fusión de identidades. En el caso de
Joyce, lo mismo puede decirse de la última historia de Dubliners,
porque "The Dead" reproduce un mundo de personajes cuyas vidas se
reducen a evocar la imagen de los que están muertos, dando la
sensación de que los muertos no lo están porque viven en la mente de
los vivos. Asimismo, Comala y Dublín, centros donde tiene lugar la
acción de ambas historias, funcionan a modo de símbolos de la parálisis
de estas dos sociedades estancadas, en las que los personajes se quedan
'De forma posterior Rulfo se dedicó fundamentalmente al cine, a la fotografía y a la
antropología en el Instituto Nacional Indigenista, hasta su muerte en 1986. Escribió
también relatos, textos autobiográficos, ensayos, conferencias y prólogos. Hizo algunos
cortometrajes, como El despojo, dirigido en 1960 por Antonio Reynoso, el mediometraje
La fórmula secreta, dirigido por Rubén Gómez, y un texto para el cine, titulado El gallo
de oro, que llevó a la pantalla en 1964 Roberto Gavaldón. Hay también una versión
cinematográfica de Pedro Páramo, dirigida por Carlos Velo, con guión de Carlos Fuentes.
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atrapados sin encontrar salida posible. De este modo, muerte y parálisis
se convierten en los verdaderos protagonistas de estos dos mundos
ficcionales.
Siguiendo esta línea, el presente trabajo tiene como propósito
realizar un análisis comparativo de dos temas especialmente repre-
sentativos de las obras de Rulfo y Joyce: la muerte, no como fin u
oposición a la vida sino como parte de ella; y la parálisis como síntoma
de la falta de salida y pasividad de las sociedades mexicana e irlandesa.
Es cierto que hasta la fecha ha habido una tendencia mayor a relacionar
la obra de Rulfo con la de William Faulkner que con la de Joyce, aunque
la crítica especializada no presenta una postura clara al respecto. Gálvez,
por ejemplo, señala que es "la comarca faulkneriana de Yoknapatawpha,
creada a partir de lo imaginario, la leyenda y los hechos de su propia
región sureña", lo que se amplía hasta el mito de Comala según aparece
en Pedro Páramo (Gálvez, 1987: 90), mientras que Villanueva y Viña
Liste aseguran que "en el momento de escribirla Juan Rulfo no había
leído al autor de As 1 Lay Dying" (Villanueva y Viña Liste, 1991: 234).
Aunque a lo largo de la comparación me centraré fundamentalmente en
los paralelismos que emergen de las lecturas de Pedro Páramo y "The
Dead", y no en la posible influencia directa de Joyce, parece necesario
citar a Rulfo cuando afirma que: "Mi primera gran lectura, aquella que
me abrió los ojos fue El artista adolescente de Joyce" (González Boixo,
1983: 26).
El trasfondo histórico de Pedro Páramo es el del México colonial de
la Revolución mexicana y la novela explora de temas como la soledad, la
violencia, la miseria del campesino, la religión, la conciencia de culpa y
pecado, y en su centro, la ambigüedad de límites entre la vida y la
muerte. Ya había anunciado el mismo escritor que "no existen más que
tres temas básicos: el amor, la vida y la muerte. No hay más, no hay más
temas, así es que para captar su desarrollo normal, hay que saber cómo
tratarlos, qué forma darles" (Rulfo, 1992: 385). Juan Preciado, el narrador
de la primera parte de la novela, va al pueblo de Comala para cumplir el
último deseo de su madre, buscar a su padre Pedro Páramo y: "Exigirle lo
nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio... El olvido en
que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro" (Rulfo, 1985: 7). El pueblo, sin
embargo, no parece estar habitado por seres vivos sino por voces, ecos y
sombras que vagan como almas en pena. La historia de Juan Preciado
acaba cuando éste muere de miedo -pues su muerte no tiene ninguna
causa física y sólo se nos remite al clima asfixiante de Comala- cuando
se hace consciente de haber estado habitando en un mundo de muertos.
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Él mismo dice a Dorotea: "Me mataron los murmullos. Aunque ya traía
retrasado el miedo ... Y cuando me encontré con los murmullos se me
reventaron las cuerdas" (Rulfo, 1985: 50). En la segunda parte, Juan
Preciado dialoga con Dorotea en la tumba que comparten y, a través de
un retroceso en el tiempo, todos los personajes que antes habían estado
muertos cobran vida. Este ambiente confuso en el que el aliento de vida
de los personajes sólo viene definido por el recuerdo desde el mundo
de ultratumba adquiere sentido a partir de la exposición de la vida del
cacique del pueblo, Pedro Páramo. Esta difuminación de límites en la
novela resulta más patente cuando se atiende a su estructura sin
capítulos, más poética que lineal, formada por fragmentos yuxtapuestos,
monólogos y frases inconexas, sin que el lector sepa quién habla, con
quién o de qué, y en un espacio estático en el que el tiempo no
transcurre. Como vamos descubriendo a lo largo de la segunda parte,
Pedro Páramo, que había conseguido todo a través de la opresión y el
abuso, nunca pudo alcanzar el amor de una mujer, Susana San Juan. A la
muerte de ésta y ante la falta de sensibilidad del pueblo, jura venganza:
"Me cruzaré de brazos y Comala se morirá de hambre. Y así lo hizo"
(Rulfo, 1985: 95). La destrucción total de Comala sigue el curso de la
pasividad del cacique al cruzarse de brazos y abandonarse a la pasividad.
El final de la novela manifiesta ya claramente que el comienzo no era
más que el recuerdo de la visita de Juan Preciado a Comala, según le
narra éste a Dorotea desde su tumba.
El tema de la relación entre la vida y la muerte como dos estados del
mismo proceso aparece de igual forma en la obra de Joyce. De hecho,
éste fue un asunto que le interesó desde su juventud cuando publicó el
ensayo "Ibsen's New Drama" (1900), sobre el último drama de Henrik
Ibsen, When We Dead Awaken, de título especialmente significativo. Dos
años después, Joyce escribe otro artículo sobre el poeta irlandés James
Clarence Mangan, en el que vuelve a remitirnos a la unión de vida y
muerte:
"[...1 the time is come wherein a man of timid courage seizes the
keys of hell and of death, and flings them far out into the abyss,
proclaiming the praise of life, which the abiding splendour of truth may
sanctify, and of death, the most beautiful form of life" (Ellmann, 1983:
95).
Y esta última idea es la que desarrolló posteriormente no sólo en "The
Dead", sino en varias de las otras historias de Dubliners, como "The
Sisters", "A Little Cloud", "Clay", "A Painful Case" y "Ivy Day in the
Committee Room". El tema vuelve a aparecer de forma más explícita en
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Ulysses, fundamentalmente en el capítulo "Circe", donde cuerpos sin
vida se levantan de sus tumbas para dialogar con los personajes. Así, el
sentimiento de culpa de Stephen Dedalus por no haber cumplido el
último deseo de su madre se transforma en el fantasma de ésta, que
aparece para exigirle arrepentimiento, como también ocurre con el
espectro del hijo de Leopold Bloom, que cobra vida permitiendo la
comunicación entre ambos. En Finnegans Wake la ambigüedad entre
vida y muerte se encuentra ya en el mismo título, en el doble significado
de "wake" como los conceptos opuestos de "despertar" o "velatorio". Y
más aún, en el mismo nombre Finn-egans, que no es más que "fin" -
"again", porque del fin vamos al principio siguiendo la concepción
cíclica de la vida y la historia según el filósofo italiano Giambattista Vico,
tan presente en la obra de Joyce. Pero todavía se podría decir más, ya
que en este libro "Anna Livía Plurabelle, the river of life, flows toward
the sea, which is death; the fresh water passes into the salt, a bitter
ending", por lo que la unión de Ana Livia no sólo es con el amor, a través
de la vida, sino con la muerte (Ellmann, 1983: 253). Finalmente, también
The Book of Dead encuentra amplia resonancia en esta última obra de
Joyce, junto al mito de Osiris y diferentes creencias egipcias sobre la
resurrección (García Tortosa, 1992:61).
En Pedro Páramo encontramos esta misma ausencia de transición
entre vida y muerte ya que, según Rulfo, la historia trata de "un pueblo
muerto donde no viven más que ánimas, donde todos los personajes
están muertos, y aun quién narra está muerto" (González Boixo, 1983:
84). De hecho, la ambigüedad resulta extrema si se considera que en la
primera parte de la novela Juan Preciado emerge como un personaje
vivo en un mundo de muertos, mientras que en la segunda las almas en
pena que habían estado vagando resucitan para contar la historia de
Pedro Páramo. Así, no sólo se hace revivir a los muertos, sino que el
mismo Juan Preciado estaba ya muerto cuando empieza a contar su
historia. Si la clave de esta lectura no se descubre hasta el final es
porque los personajes muestran características tanto de seres vivos
como de muertos. Juan Preciado, en su primer contacto con un
personaje del otro mundo, observa que "su voz estaba hecha de hebras
humanas, que su boca tenía dientes y una lengua que se trababa y
destrababa al hablar, y que sus ojos eran como todos los ojos de la gente
que vive sobre la tierra". Juan Preciado se asombra al ver aparecer y
desaparecer a personas: "Vi una señora envuelta en un rebozo que
desapareció como si no existiera" (Rulfo, 1985: 1 1), porque la mayoría de
estas apariciones son almas en pena de gente que ha muerto en pecado.
Además, los personajes son conscientes de la muerte de los demás pero
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no de la suya propia. El primer personaje que encuentra Juan Preciado al
Llegar a Comala, el arriero, le cuenta que Pedro Páramo murió hace
muchos años y que en el pueblo no vive nadie excepto él mismo. Sólo al
final de la novela se puede comprender que en realidad no hay nadie
vivo en Comala y que todas estas voces surgen del ámbito de la muerte.
El emblema de la fusión entre ambos mundos viene representada por el
mismo personaje muerto Pedro Páramo, al que se le describe como "un
rencor vivo" (Rulfo, 1985: 9).A partir de esta frase, la identificación entre
vida y muerte se convierte en característica esencial del pesimismo de la
novela, en la que la muerte embarga la vida.
El contraste entre la existencia de voces -que sugieren vida- y de
almas en pena -que provienen de ultratumba- dentro del mismo mundo
encuentra su explicación en la fusión de la cultura indígena con la
cristiana. Octavio Paz, en El laberinto de la soledad, explica que de
acuerdo con las tradiciones precolombinas, "la oposición entre muerte y
vida no era tan absoluta como para nosotros. La vida se prolongaba en la
muerte. Y a la inversa. La muerte no era el fin natural de la vida, sino fase
de un ciclo infinito. Vida muerte y resurrección eran estadios de un
proceso cósmico, que se repetía insaciable" (Paz, 1973: 49). En cuanto a
la cultura cristiana, Rulfo explica que:
Aquí en los pueblos de México existe la idea de que las ánimas en
pena visitan a los vivos. En los caminos, todavía hoy. donde hay un
muerto la gente arroja una piedra sobre la sepultura; esa piedra equivale
a un Padre Nuestro para la salvación del ánima del difunto. En la novela,
todos están muertos. Ya desde que Juan Preciado llega al pueblo con el
arriero está muerto. La historia del pueblo se la cuentan los habitantes
muertos. así, el pueblo vuelve a vivir una vez más (Leal, 1978: 279).
Sin embargo, una de las mayores contradicciones de la novela se
encuentra en la descripción de una pareja que parece pertenecer al
mundo de los vivos porque su lenguaje es más coherente y lógico que el
de las demás apariciones, aunque también les rodea un ambiente de
magia onírica. Juan Preciado dice: "Oía de vez en cuando el sonido de las
palabras, y notaba la diferencia. Porque las palabras que había oído hasta
ahora, hasta entonces lo supe, no unían ningún sonido, no sonaban; se
sentían; pero sin sonido, como las que se oyen durante los sueños"
(Rulfo, 1985: 41). Sobre este episodio, que la crítica ha interpretado
como símbolo de la primera pareja edénica, el mismo Rulfo ha señalado
que sólo se trata de una alucinación en la mente de Juan Preciado, por
su deseo de encontrar alguien vivo en Comala con quien poder
identificarse; un tipo de alucinación que antecede a la muerte (González
Boixo, 1983: 89). En general, dentro de la concepción pesimista y
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fatalista con que se presenta el estado vida-muerte, ésta última se afronta
con la misma aceptación y pasividad que cualquier otro acontecimiento.
La explicación se encuentra quizás en que, como en la obra de Joyce, la
muerte es sólo un aspecto de la existencia total del ser humano, como si
"the unholy union of the flesh and spirit that had characterized life
suddenly gives way to two separate spheres of being. The spirit is
released to wander through the town -apparently seeking an
intercessor.The body, on the othe hand, is interred in a grave" (Freeman,
1970: 4/25).
En "The Dead", el mundo de la muerte no se manifiesta de una forma
tan explícita como en la obra de Rulfo y sin embargo los personajes
también parecen estar paralizados o muertos. Este contraste se establece
a partir del poder que adquieren los recuerdos del pasado y de los seres
ausentes en la mente de los vivos. La historia comienza con la
celebración de Año Nuevo en casa de las Morkans, unas profesoras de
música viejecitas que año tras año repiten este encuentro. El invitado
especial es su sobrino Gabriel Conroy quien, por su educación
universitaria, es el encargado tradicional de pronunciar un discurso de
agradecimiento durante la cena. La falsa modestia de Gabriel, preocu-
pado por no mostrar la superioridad de su status social y cultural frente
a los demás invitados, contrasta con la sensibilidad, calidez y nobleza de
su esposa Gretta. La vitalidad de Gabriel quedará finalmente paralizada
ante el gran peso del recuerdo que rememora Gretta sobre la muerte de
Michael Furey, un antiguo amor que ha jugado un papel más importante
en su vida que su propio marido. Pero la vida como muerte no es sólo
uno de los temas principales del relato sino que el lenguaje mismo
también se utiliza para reflejar este estado cíe confusión; algo que no
debe sorprender teniendo en cuenta la fascinación de Joyce por el
poder referencial de la palabra y su pluralidad de sentidos. No sólo
aparece la palabra muerte para hacer referencia al hecho literal, sino que
constantemente se sugiere el término para describir las cualidades y
estados de ánimo en que se encuentran los personajes. La muerte, la
vejez y el pasado son los pilares que unen las vidas de los invitados. A
través de las conversaciones de los personajes durante la cena, de la
confesión final de Gretta y de los comentarios del narrador se percibe
que la idea la muerte embarga todos los momentos de la historia hasta
que, como se verá, la imagen final de la nieve cayendo sobre vivos y
muertos encarna en su universalidad la unión de ambos estados.
Referencias a la polaridad vida-muerte se encuentran en "The Dead"
al principio de la historia, en la misma celebración de la vida -Año
Nuevo- que contrasta con la intervención del narrador para recordar
"the death of their brother Pat".También, cuando Gabriel llega tarde a la
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casa y no encuentra mejores palabras para excusarse que señalar que su
mujer "takes three mortal hours to dress herself". Esta expresión hace
eco en la respuesta de la tía al comentar que Gretta "must be perish
alive" (Joyce, 1969: 176-77); un oxímoron que sugiere el tema de la
muerte en vida porque "perish alive" es una expresión irlandesa que
ingeniosamente significa tanto vida como muerte (O'Connor, 1969: 313).
Asimismo, cuando Gabriel pregunta a Lily que cuándo va a casarse, ella
le contesta que los Hombres de ahora son "all palaver and what they can
get out of you" (Joyce, 1969: 78) y les contrasta con los de antes, más
respetuosos y considerados. En cuanto a los nombres, Lily hace
referencia a una flor que se coloca en altares y tumbas, y no se puede
pasar por alto que Gabriel representa al arcángel San Gabriel, que se
suele relacionar con el ángel de la muerte. Tampoco el nombre
"Morkans" de las tías es gratuito, pues Joyce estudió danés y en esta
lengua Morke significa "oscuridad" (Jackson y McGinley, 1993: 158-59).
En la casa, Gabriel se fija en dos cuadros hechos por su tía Julia porque
uno representa la escena del balcón de Romeo and Juliet y el otro "two
murdered princes in the Tower" -Eduardo V y Ricardo, Duque de York
(Joyce, 1969: 186). Ambas escenas intensifican esta heroicidad que se irá
asociando con la muerte, ya que tanto Romeo como Michael Furey
declaran su amor bajo los balcones de Julieta y Gretta respectivamente, y
ambos también morirán por ellas. Posteriormente Gabriel se fija en una
fotografía de su madre ya muerta, que le recuerda su larga enfermedad, y
el narrador hace referencia a su estado de ánimo con un verbo que
metafóricamente vuelve a remitirnos al ámbito de la muerte "resentment
died down in his heart" (Joyce, 1969: 187).
Poco a poco, la nostalgia por un pasado mejor va paralizando la
vitalidad del presente, como cuando Gabriel prepara mentalmente su
discurso y decide alabar la generación de sus tías criticando a la
generación moderna:
He would say, alluding to Aunt Kate and Ant Julia: Ladies and
Gentlemen, the generation which is now on the wane among us may
have had its faults but for my part I think it had certain qualities of
hospitality, of humour, of humanity, which the new and very serious
and hypereducated generation that is growing up around us seems to
me to lack [sic] (Joyce, 1969: 192).
Pero este falso elogio contrasta con su reconocimiento dos líneas
después, de que las Morkans son "only two ignorant old women".
Asimismo, el tema de conversación de la cena, en el que Gabriel no
participa, es comparar los beneficios del pasado con las pérdidas del
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presente a través de comentarios como: "those were the days" o "why
did they never play the grand old operas now, he asked, Dinorah,
Lucrezia Borgia? Because they could not get their voices to sing them"
(Joyce, 1969: 199). Esta conversación culmina con el tema de la muerte
en vida y la alusión a unos monjes cistercienses que pasan sus vidas
durmiendo en sus propias cajas de difuntos "to remind them of their last
end" (Joyce, 1969: 194), y con la apreciación ingeniosa del narrador: "E...]
as the subject had grown lugubrious it was buried in a silence" (énfasis
mío, Joyce, 1969: 200). El discurso final de Gabriel es una prueba de su
preocupación por el excesivo peso que se concede al pasado en
detrimento del presente:
Listening to-night to the names of all those great singers of the past it
seemed to me, I must confess, that we were living in a less spacious
age.... and if they are gone beyond recall let us hope, at least, that in
gatherings such as this we shall still speak of them with price and
affection, still cherish in our hearts the memory of those dead and gone
great ones whose fame the world will not willingly let die.... were uwe to
brood upon them (memories] always we could not find the heart to go
on bravely with our work among the living. We have all of us living
duties and living affections (Énfasis mío, Joyce, 1969: 203-4).
Sus palabras acaban con la declaración final: "I will not linger on the
past", a modo de contraste con el entorno que le rodea. Sin embargo,
este es un deseo que no podrá realizar porque el estado de parálisis y
pasividad que invade el ambiente de Dublín le impide salir de su propia
inmovilidad física y emocional.
Las referencias a la muerte continúan hasta el final, con expresiones
como "Mrs Mallins will get her death of cold" o recordando la historia
del abuelo que cuenta Gabriel, "The late lamented Patrick Morkan"
(Joyce, 1969: 206-7). Pero el momento cumbre se encuentra en la escena
de Gretta, absorta por la música de la canción The Lass ofAughrim -un
romance sobre una chica abandonada- que le recuerda a su primer
amor, Michael Furey. Esta evocación de la muerte, personificada en un
ser que murió por ella al cortejarla bajo la ventana en la fría lluvia, ha
estado vivo todo este tiempo en su memoria, mientras la relación con su
marido ha ido deteriorándose y muriendo'. Gretta explica a Gabriel que
2E1 biógrafo de Joyce, Richard Ellmann, cuenta que para la elaboración de este relato
Joyce se inspiró en una melodía de Thomas Moore, "O, Ye Dead!", en la que un diálogo
entre vivos y muertos manifiesta la envidia de éstos por los primeros. Para Joyce,"it would
seem that the living and the dead are jealous of each other.... That the dead do not stay
buried is, in fact, a theme of Joyce from the beginning to the end of his work; Finnegan is
not the only corpse to be resurrected" (Ellmann, 1983: 244).
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Michael Furey está muerto pero. como si el personaje se hiciese
consciente de este peso sobre la vida, no puede evitar sentirse
derrotado ante "the evocation of this figure from the dead ... While he
had been full of memories of their secret life together, full of tenderness
and joy and desire, she had been comparing him in her mind with
another". Es el recuerdo vivo en la memoria de "El otro" muerto, junto al
conocimiento de la causa de la muerte cuando Gretta anuncia: "I think
he died for me" (Joyce, 1969: 219-20), lo que provocará la desintegración
final del personaje.
Reflexiones sobre la idea misma de la muerte y de su poder sobre los
vivos invaden la mente de Gabriel. Primero es su doloroso recono-
cimiento del ínfimo papel que ha jugado en la vida de su mujer,
comparado con la inmortalidad que ha adquirido Furey a través del
recuerdo, y más adelante son los pensamientos sobre su vieja tía Julia,
que también morirá pronto, hasta que la presencia de la muerte
Finalmente penetra dentro de sí mismo cuando cree ver el espectro de
Michael Furey bajo la nieve mirando a través de la ventana:
Generous tears filled Gabriel's eyes.... The tears gathered more
thickly in his eyes and in the partial darkness he imagined he saw the
form of a young man standing under a dripping tree. Other forms were
near. His soul had aRulfo. 1985:roached that region where dwell the
vast hosts of the dead. He was conscious of, but could not aRulfo,
1985:rehend, their wayward and flickering existence. His own identity
was fading out into a grey impapable world: the solid world itself which
these dead had one time reared and lived in was dissolving and
dwindling. (Énfasis mío, Joyce, 1969:223)
La imagen concluyente de la nieve cayendo sobre los vivos y los
muertos, "falling faintly through the universe and faintly falling, like the
descent of their last end, upon all the living and the dead" (Joyce, 1969:
224), funde estos dos mundos diluyendo las fronteras entre ambos.
En Pedro Páramo el amor del cacique por Susana San Juan
encuentra su sorprendente paralelismo en el de Gabriel por Gretta.
Susana había sido el amor de juventud de Pedro Páramo pero su corazón
pertenecía a Fulgencio, alguien que también había muerto. La ilusión
por recuperar a Susana se convierte en el sentido de la vida de Pedro
Páramo: "Esperé treinta años a que regresaras, Susana. Esperé a tenerlo
todo. No solamente algo, sino todo lo que se pudiera conseguir de modo
que no nos quedara ningún deseo, sólo el tuyo, el deseo de ti" (Rulfo,
1985:68). Susana, enloquecida por los recuerdos del pasado y la soledad,
se une a Pedro Páramo sólo en su mundo exterior, porque "¿cuál era el
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mundo de Susana San Juan? Esa fue una de las cosas que Pedro Páramo
nunca llegó a saber" (Rulfo, 1985: 78). También Gabriel, que frecuente-
mente alude al amor que cree unirle a Gretta, llega a reconocer que no
consiguió suplantar su mundo interior presidido por la muerte: "He
watched her while she slept as though he and she had never lived
together as man and wife" (Joyce, 1969: 222). Las desintegraciones de
Pedro Páramo y de Gabriel vienen suscitadas por una frustración
amorosa que sólo pertenece al mundo de la muerte, pero que les
inmoviliza como vivos. Esta inaccesibilidad del amor provocará
finalmente la negación de la vida y la afirmación de la muerte, en forma
de parálisis. En Pedro Páramo, al morir Susana la destrucción de Comala
se hace inevitable. Y en el caso de Gabriel, su única solución es
reconocer la futilidad de la vida y aceptar la muerte, porque uno a uno
todos se iban haciendo sombras: "Better pass boldly into that other
world, in the full glory of some passion, than fade and wither dismally
with age" (Joyce, 1969: 223). Si en la novela de Rulfo todo el drama se
desarrolla en el mundo de la muerte es porque Pedro Páramo quería
morir para reunirse con Susana. Así, Juan Preciado también tiene que
morir para poder encontrar a su padre y reunirse con él. Por esta razón,
cuando empieza la novela todos los personajes están ya muertos. Los
diálogos entre vivos y muertos son constantes porque vida y muerte
integran dos esencias ambiguas en las que cuerpo y alma, mundo
exterior y mundo interior, despliegan existencias propias.
Tanto Pedro Páramo como "The Dead" son dos textos profunda-
mente marcados por el lugar donde se desarrolla la acción, Comala y
Dublín. La parálisis de ambos lugares representa la ruina gradual del ser
humano a través de su ambiente. Cuando Juan Preciado llega a Comala
no se encuentra con los campos verdes que le había descrito su madre,
sino con un lugar muerto sin árboles ni vegetación, lleno de murmullos,
ecos y sombras. De esta forma, Comala se puede interpretar en un
sentido mítico, como el infierno o el paraíso perdido, y en un sentido
metafórico, como la ciudad de México. Es más, el nombre de Comala
presenta un significado simbólico, ya que "Rulfo juega con el sentido de
comal, recipiente de barro donde se preparan las tortillas a la brasa, para
erigir un ámbito calcinado -como el del "Llano en llamas"-, una tierra
árida connotada asimismo por el nombre y el apellido que da título a la
obra" (Villanueva y Viña Liste, 1991: 242). No hay que olvidar tampoco
que Pedro significa piedra, y páramo significa desierto, haciendo
referencia con el nombre que da título al libro, a la muerte. De esta
forma, Comala es expresión del calor que hace en el lugar donde se
desarrolla la historia, la Tierra Caliente, y representa el infierno en el que
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viven los personajes;. Así, cuando Juan Preciado llega, el arriero le
describe el pueblo como un lugar que "está sobre las brasas de la tierra,
en la mera boca del infierno. Con decirle que muchos de los que allí se
mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija" (Rulfo, 1985: 9)_
Como ha señalado el mismo autor. Comala es el personaje central, el eje
de la novela, "es la historia de un pueblo que va muriendo por sí mismo.
No lo mata nada. No lo mata nadie. Es el pueblo. El pueblo que nunca
tuvo conciencia de lo que podía desde la situación en que estaba
(González Boixo, 1983: 109).
De forma similar, todos los relatos de Dubliners retratan a personajes
que están más muertos que vivos porque son incapaces de escapar de la
futilidad de sus vidas y de las reminiscencias de su pasado. Según una
carta de Joyce a su editor Grant Richards, su intención fue la de escribir:
"... a chapter of the moral history of my country and I chose Dublin for
the scene because that city seemed to me the centre of paralysis"
(Ellmann, 1992: 83). Sin embargo, "The Dead" fue escrita con
ppsterioridad a las demás historias, y cuando su opinión sobre Irlanda se
había vuelto más indulgente. En otra de sus cartas añadirá: "Sometimes,
thinking of Ireland it seems to me that I have been unnecessarily harsh
... I have not reproduced its ingenuous insularity and its hospitality"
(Ellmann, 1983: 391). El sentido final de esta parálisis constituía para
Joyce el primer paso para la liberación espiritual de su país. En "The
Dead", la falta de vida de los personajes se percibe durante la cena, pero
principalmente a través de la relación que Gabriel y Gretta establecen
con el pasado. En esta historia todo parece estar detenido, el tiempo es
lento y los personajes no van a ningún sitio. Como en la novela de Rulfo,
incluso las ideas y las frases se repiten constantemente. Los personajes
de Comala han sufrido en vida y también lo hacen en la muerte, por eso
se someten aceptando calladamente sus destinos, y esto es algo que
anuncia Dorotea al reconocer que: "Lo único que la hace a una mover
los pies es la esperanza de que al morir la lleven a una de un lugar a
otro; pero cuando a una le cierran una puerta y la que queda abierta es
no más la del infierno, más vale no haber nacido" (Rulfo, 1985: 83).
Comala va sufriendo una transformación a medida que se acerca el
momento de la muerte de Pedro Páramo, que se describe en relación
con el pueblo sórdido y destructible: "Dio un golpe seco contra la tierra
y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras" (Rulfo,
{Por otra parte, en las primeras ediciones de la novela Rulfo había llamado al pueblo
Tuxcacuexco, que más tarde cambió por el de Comala, porque tenía un sentido más
simbólico, "Comala: sobre las brasas, pueblo imaginario surgido de las emociones más
íntimas de Rulfo" (López Mena, 1992: XXXVII).
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VIDA, MUERTE Y PARÁLISIS EN PEDRO PÁRAMO DE JUAN RULFO
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1985: 101). De igual modo, la escena final de "The Dead" representa "an
annihilation of Gabriel Conroy, with his personality absorbed into the
snow that symbolizes the general paralysis of Ireland" (Scholes, 1969:
303).
Tanto Juan Preciado como Gabriel tienen que trascender la realidad
de la vida y penetrar en el mundo de los muertos para poder
encontrarse con sus propias identidades. En ambas historias el presente
se vuelve estático porque sólo se nutre de recuerdos y de la nostalgia de
un pasado mejor. Pero la inmovilidad de los personajes y sus
reminiscencias hacen pensar que el pasado seguiría volviendo atrás de
forma interminable, como una excusa para no seguir hacia adelante.
Aquí es donde yace el mayor fatalismo de las historias porque si la
realidad no ofrece ninguna ilusión y la muerte tampoco es un mundo
mejor, lo que existe es una parálisis total. Por esta razón, en ninguno de
los dos mundos ficcionales hay transición entre vida y muerte. Los
personajes presentan características tanto de vivos como de muertos
quizá porque, como muy bien señala Octavio Paz: "La indiferencia del
mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida" (52). Si
"The Dead" acaba con Gabriel cayendo en un sueño, como Molly en
Ulysses o, mejor aún, como el gran sueño de Finnegans Wake, el final de
Pedro Páramo explica el comienzo con su gran sueño de la muerte en
vida y de la vida en la muerte.
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