En lo posible se adjuntarán uno o varios libros de los ganadores del Premio Cervantes para que así los lectores que no conocen sus obras las puedan leer.
Jorge Méndez-Limbrick. Escritor. (Premio Nacional de Novela 2010. Costa Rica).
Premio Cervantes 1992
DULCE MARÍA LOYNAZ
Novelista y poeta cubana
(La Habana, 1903 - 1997)
Hija del General del Ejército Libertador, Enrique Loynaz
del Castillo, y de María de las Mercedes Muñoz
Sañudo. Se doctoró en Derecho en la Universidad de
La Habana. Muy joven empezó a publicar sus poemas
en el periódico La Nación. En 1926, es incluida en La
poesía moderna de Cuba (1882-1925) de Félix Lizaso y José Antonio Fernández de
Castro y, en 1928, en La poesía lírica en Cuba de José Manuel Carbonell. En ese mismo
año comienza a escribir su novela Jardín, que concluirá siete años después y tendrá su
primera edición en 1951.
Su obra poética, enmarcada en la corriente posmodernista, se ha caracterizado por
un profundo carácter introspectivo, mediante el cual intenta dar expresión al sujeto
femenino, y por la creación de un mundo simbólico altamente sugerente.
En 1929 visita Turquía, Siria, Libia, Palestina y Egipto. Escribe su poema Carta de amor al
Rey Tut-Ank-Amen, a raíz de una visita a Luxor y a la tumba del joven faraón. En 1930
conoce a Federico García Lorca, durante una visita del poeta a La Habana.
Se casa en 1937 con su primo, Enrique de Quesada y Loynaz. La revista Bimestre
Cubana le publica, en ese mismo año, Canto a la mujer estéril. Juan Ramón Jiménez la
incluye en La poesía cubana en 1936. Le dedica, además, uno de sus retratos de
Españoles de tres mundos. Se publica en La Habana, en 1938, la primera edición de su
libro Versos (1920-1938). En 1943 se divorcia de su esposo.
Durante 1946 viaja por varios países suramericanos. Se encuentra en Montevideo con
la poetisa uruguaya Juana de Ibarborou, quien elogia sus poemas y los lee en su
programa de radio. En ese mismo año, se casa con Pablo Álvarez de Cañas, periodista
de origen canario. Reparte su vida entre España y Cuba.
En 1947 publica en Madrid su libro Juegos de agua. Versos del agua y del amor.
España le otorga la Cruz de Alfonso X el Sabio. Ofrece varios recitales poéticos en el
Ateneo de Madrid y en la Universidad Complutense, y comienza a publicar en El País
una serie de crónicas de viaje desde Europa, con el título de Impresiones de un
cronista. Y un poco después, en ese mismo periódico, una sección titulada “El succés
de la semana”.
En la Habana, la Universidad le ofrece un homenaje público en 1948. Publica en
España Las cuatro estaciones de San Martín de Loynaz. Recibe nombramientos como
miembro de honor de la Asociación Internacional de Poesía, con sede en Roma y, en
1950, en España, del Instituto de Cultura Hispánica. En ese mismo año publica en La
Habana Las corridas de toros en Cuba, contra la instauración de esta suerte en el país.
En 1951 es elegida miembro de la Academia Nacional de Artes y Letras.
En 1953 publica en España Poemas sin nombre y Carta de amor a Tut-Ank-Amen.
Invitada por la Universidad de Salamanca, asiste a la celebración del V Centenario del
nacimiento de los Reyes Católicos. Como especial deferencia le ofrecen la Cátedra
de Fray Luis de León, donde diserta sobre el tema Influencia de los poetas cubanos en
el modernismo. Ese mismo año la nombran Vicepresidenta del XI Congreso de Poesía
junto con figuras como Guiseppe Ungaretti y Gerardo Diego que, presidido por Azorín,
tuvo lugar en Salamanca. En ese encuentro participaron ochocientos poetas de
Europa y América.
En 1954 empieza a publicar las Crónicas de ayer y Entre dos primaveras en los diarios
habaneros El país y Excelsior. En 1956 ingresa como miembro de número en la
Academia de Artes y Letras, con una conferencia titulada Ausencia y presencia de
Julián del Casal. Viaja a España en 1958 y publica en Madrid su libro Un verano en
Tenerife y Últimos días de una casa, que según su autora “es lo mejor que he escrito”.
Participa en el Ateneo de La Habana en un homenaje que se le rinde a Juan Ramón
Jiménez, que alguna vez había escrito: "Un escalofrío y Dulce María, gentil marfilería
cortada en ligera forma femenina entre gótica y sobrerrealista, con lentes de oro de
cadenilla a la oreja, ojitos de mariposa detrás y, en la sonrisa, un diente gris como una
perla. Escueta y fina también su débil palabra cubana que no admitía corte en medio,
como el papel de seda fósil”.
Carmen Conde la incluye en su antología Once grandes poetisas américo-hispanas,
publicada en Madrid en 1967. En 1959 fue nombrada miembro de número de la
Academia Cubana de la Lengua y, en 1968, lo fue de la Real Academia Española.
Ambas Academias la proponen, en 1984 y en 1987, como candidata al Premio
Cervantes, que le concederán en 1992.
En 1985 se publica, por primera vez, en la revista Revolución y Cultura, su colección de
poemas breves Bestiarium, escritos en los años veinte; se edita además Poemas
náufragos. En Madrid sale a la luz el poemario La novia de Lázaro. Se le otorga el
Premio de Periodismo Doña Isabel La Católica por su ensayo «El último rosario de la
Reina», que apareció fraccionado en artículos del periódico ABC. En 1987 es Premio
Nacional de Literatura. En 1988, el Consejo de Estado de la República de Cuba le
otorga la máxima distinción concedida en el país, la Orden Félix Varela de Primer
Grado.
En 1993 va a España para recibir el Premio Cervantes, concedido el año anterior. En la
página dedicada a la autora en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes podemos
leer: “Su obra literaria revela la maestría en el manejo del castellano, decantación del
lenguaje, poder de síntesis, claridad, sencillez y sobriedad en la expresión lírica. Estas y
otras facetas fueron valoradas para otorgarle el 5 de noviembre de 1992, el Premio de
Literatura Miguel de Cervantes Saavedra. Su obra se impuso a la de otros ilustres e
igualmente merecedores candidatos.”
En 1995 se publica Fe de vida, su último libro, unas memorias sui generis, que entrega a
su amigo Aldo Martínez Malo, con la petición de que no se editen hasta que hubiese
cumplido 90 años o después de su muerte. En 1997, muere en su casa de El Vedado.
SEGUNDA BIOGRAFÍA.
BIOGRAFIA:
Dulce María Loynaz Muñoz (La Habana, Cuba, 10 de diciembre de 1902 - La Habana, Cuba, 27 de abril de 1997) hija del mayor general del Ejército Libertador de Cuba, Enrique Loynaz del Castillo, creador del Himno Invasor y hermana de Enrique Loynaz Muñoz. En 1927 había recibido un Doctorado en Derecho en La Habana.
Publicó sus primeros poemas en La Nación en 1920, año en que también visitó a los Estados Unidos. A partir de esa fecha realiza numerosos viajes por Norteamérica y casi toda Europa. Sus viajes incluyeron visitas a Turquía, Siria, Libia, Palestina y Egipto. Visitó México en 1937, varios países de América del Sur entre 1946 y 1947 y las Islas Canarias en 1947 y 1951, en donde fue declarada hija adoptiva.
Su primera incursión en la letra impresa fue en el periódico habanero La Razón, donde se publicaron sus poemas entre 1920 y 1938. En 1947 publicaría Juegos de agua, otro poemario, y a partir de 1950 el editor español se interesa por la obra de la cubana, publicándose entonces varios de sus trabajos.
De esta época, específicamente de 1951, data la publicación de Jardín. Le seguirían varios otros libros, entre los cuales destacan, en 1953, Cartas de amor a Tutankhamon, y en 1958, Poemas sin nombre y Un verano en Tenerife, este último un libro de viajes. En 1950 publicó crónicas semanales en El País y Excélsior.
También colabora en Social, Grafos, Diario de la Marina, El Mundo, Revista Cubana, Revista Bimestre Cubana y Orígenes. Jardín fue escrita entre 1928 y 1935, aunque su publicación se hizo en España en 1951. Los elementos estilísticos utilizados por la autora han ubicado a esta novela como precursora de la actual novelística hispanoamericana.
Aunque Dulce María Loynaz es más conocida en el ambiente literario por su poesía, ella misma declaró alguna vez: `La poesía es lo accidental, lo accesorio. La prosa es lo medular`.
Asistió en 1953, invitada por la Universidad de Salamanca, a la celebración del VII Centenario de la Universidad. En 1959 fue elegida miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua, presidió desde 1992 hasta el momento de su muerte, filial local de esa institución.
Durante su vida recibió innumerables premios y honores, entre otros se destacan el Premio Cervantes en 1992, la Orden de Alfonso X el Sabio, y el Premio Isabel la Católica de periodismo. En Cuba recibió la orden cultural Félix Varela y el Premio Nacional de Literatura. En 1944 recibió el premio González Lanuza que otorgaba el Colegio Nacional de Abogados de Cuba.
Dulce María Loynaz Muñoz (La Habana, Cuba, 10 de diciembre de 1902 - La Habana, Cuba, 27 de abril de 1997) hija del mayor general del Ejército Libertador de Cuba, Enrique Loynaz del Castillo, creador del Himno Invasor y hermana de Enrique Loynaz Muñoz. En 1927 había recibido un Doctorado en Derecho en La Habana.
Publicó sus primeros poemas en La Nación en 1920, año en que también visitó a los Estados Unidos. A partir de esa fecha realiza numerosos viajes por Norteamérica y casi toda Europa. Sus viajes incluyeron visitas a Turquía, Siria, Libia, Palestina y Egipto. Visitó México en 1937, varios países de América del Sur entre 1946 y 1947 y las Islas Canarias en 1947 y 1951, en donde fue declarada hija adoptiva.
Su primera incursión en la letra impresa fue en el periódico habanero La Razón, donde se publicaron sus poemas entre 1920 y 1938. En 1947 publicaría Juegos de agua, otro poemario, y a partir de 1950 el editor español se interesa por la obra de la cubana, publicándose entonces varios de sus trabajos.
De esta época, específicamente de 1951, data la publicación de Jardín. Le seguirían varios otros libros, entre los cuales destacan, en 1953, Cartas de amor a Tutankhamon, y en 1958, Poemas sin nombre y Un verano en Tenerife, este último un libro de viajes. En 1950 publicó crónicas semanales en El País y Excélsior.
También colabora en Social, Grafos, Diario de la Marina, El Mundo, Revista Cubana, Revista Bimestre Cubana y Orígenes. Jardín fue escrita entre 1928 y 1935, aunque su publicación se hizo en España en 1951. Los elementos estilísticos utilizados por la autora han ubicado a esta novela como precursora de la actual novelística hispanoamericana.
Aunque Dulce María Loynaz es más conocida en el ambiente literario por su poesía, ella misma declaró alguna vez: `La poesía es lo accidental, lo accesorio. La prosa es lo medular`.
Asistió en 1953, invitada por la Universidad de Salamanca, a la celebración del VII Centenario de la Universidad. En 1959 fue elegida miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua, presidió desde 1992 hasta el momento de su muerte, filial local de esa institución.
Durante su vida recibió innumerables premios y honores, entre otros se destacan el Premio Cervantes en 1992, la Orden de Alfonso X el Sabio, y el Premio Isabel la Católica de periodismo. En Cuba recibió la orden cultural Félix Varela y el Premio Nacional de Literatura. En 1944 recibió el premio González Lanuza que otorgaba el Colegio Nacional de Abogados de Cuba.
RESEÑA: de la obra JARDÍN.
Una mujer y un jardín, la selva de los recuerdos y la muerte, el ansia, añoranza inefable de vida y muerte, de infinito y cercanía, romance y actualidad. El tiempo. Texto extemporáneo ciertamente, pero aún así, y sobre todo por ello, actual. ¿Acaso una mujer y un jardín no son dos motivos eternos? , pero en otra parte dice la Loynaz: de un punto negro a otro negro también, voy caminado. Y es que la distancia rodea la intimidad de Bárbara, el punto, el abismo, tentador y suave, la espesura, es distancia en su inmediatez, tal vez el vórtice desde donde ella se ve y se refleja, desde donde su vida, esa que en el texto nos llega como resonancia, acorde de la interioridad temida por su belleza quemante, se yergue a la pregunta, al temor anhelante por lo inefable. Bárbara, nombre duro indudablemente, extranjera y asombro, deseo que exuda el texto y es, en su trémula añoranza, nostalgia, más, la poeisis que como un hálito, desde la estructura verbal se distiende al Sentido, inasible y cercano, como Bárbara, como la mujer, como su propia pregunta y esencia, disuelta en otros nombres del pasado, trasmigraciones o arquetipos, ecos en definitiva de lo actual que más que resonar llamando indican el punto central, la escritura que Bárbara, en su propio ser, hace al y desde el tiempo. Leer Jardín es una experiencia sorpresiva, iluminadora y silenciosa. La introducción linda, al filo de la navaja, con lo excesivamente candoroso. Una mujer contempla en su jardín el mundo, mira la luna y esta cae a sus pies, recoge los pedazos y los cubre en su regazo... (Arturo González)
Una mujer y un jardín, la selva de los recuerdos y la muerte, el ansia, añoranza inefable de vida y muerte, de infinito y cercanía, romance y actualidad. El tiempo. Texto extemporáneo ciertamente, pero aún así, y sobre todo por ello, actual. ¿Acaso una mujer y un jardín no son dos motivos eternos? , pero en otra parte dice la Loynaz: de un punto negro a otro negro también, voy caminado. Y es que la distancia rodea la intimidad de Bárbara, el punto, el abismo, tentador y suave, la espesura, es distancia en su inmediatez, tal vez el vórtice desde donde ella se ve y se refleja, desde donde su vida, esa que en el texto nos llega como resonancia, acorde de la interioridad temida por su belleza quemante, se yergue a la pregunta, al temor anhelante por lo inefable. Bárbara, nombre duro indudablemente, extranjera y asombro, deseo que exuda el texto y es, en su trémula añoranza, nostalgia, más, la poeisis que como un hálito, desde la estructura verbal se distiende al Sentido, inasible y cercano, como Bárbara, como la mujer, como su propia pregunta y esencia, disuelta en otros nombres del pasado, trasmigraciones o arquetipos, ecos en definitiva de lo actual que más que resonar llamando indican el punto central, la escritura que Bárbara, en su propio ser, hace al y desde el tiempo. Leer Jardín es una experiencia sorpresiva, iluminadora y silenciosa. La introducción linda, al filo de la navaja, con lo excesivamente candoroso. Una mujer contempla en su jardín el mundo, mira la luna y esta cae a sus pies, recoge los pedazos y los cubre en su regazo... (Arturo González)
CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES 1992
Discurso de DULCE MARÍA LOYNAZ DEL CASTILLO
Discurso de DULCE MARÍA LOYNAZ DEL CASTILLO
- 1 -
Majestades, Presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid, señor Ministro de
Cultura, Autoridades Académicas, excelentísimos señores y señoras.
Constituye para mí el más alto honor a que pudiera aspirar en lo que me queda de vida,
el que hoy me confieren ustedes uniendo mi nombre, de algún modo, al del autor del
libro inmortal.
Unir el nombre de Cervantes al mío, de la manera que sea, es algo tan grande para mí
que no sabría qué hacer para merecerlo, ni qué decir para expresarle.
Un extraordinario pensador de la América Hispana, José Martí, sentenció una vez: "Los
hombres se miden por la inmensidad que se les opone". Interpretando el sentir de esta
máxima martiana en Don Miguel de Cervantes, cuya obra es el eje central que motiva
esta solemne ceremonia, podemos decir que el glorioso "Manco de Lepanto" tuvo genio
suficiente para oponerlo ante la inmensa tarea que se propuso, dar fin a ella y conocerle
por ella las generaciones posteriores.
Es, pues, gran honor y un compromiso muy difícil de asumir, para quien recibe cada
año este Premio, ser depositario, aunque fuese menguada, de aquella extraordinaria luz
del genio Cervantino.
Por lo tanto me honra singularmente que se haya considerado mi nombre digno de
acompañar, aunque sea de lejos, al del titán de las lenguas españolas.
Acepto conmovida este Premio que se me concede en la ciudad donde naciera el gran
escritor, y en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, honor tanto más
grato por cuanto lo recibo de manos del Rey Juan Carlos I.
En su libro Memorias de la Guerra, cuenta mi padre, el general Enrique Loynaz del
Castillo cómo, recorriendo la ciénaga de Zapata durante campaña de 1895, vino a dar a
un claro del bosque donde un oficial del ejército español dormía con la cabeza apoyada
en un libro. Al ruido de pisadas en las hojas secas despierta el durmiente que viéndose
sorprendido escapa dejando abandonados en el suelo un estuche de cuero y el libro que
le sirviera de almohada. Mi padre recoge ambas cosas, entrega al oficial que le
acompañaba el estuche donde brillaba rica joya y retiene el libro en cuya cubierta
empieza a leer: "Historia del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha por Don
Miguel de Cervantes Saavedra".
CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES 1992
Discurso de DULCE MARÍA LOYNAZ DEL CASTILLO
- 2 -
Continuando la marcha por la inhóspita zona, mi padre y sus compañeros se extravían y
tras caminar un buen trecho, rendidos de fatiga, se sientan en el tronco de un árbol
derribado. Mi padre abre el libro y empieza a leer para sí, y luego se interrumpe con risa
que no ha podido contener.
¡Siga, siga riendo! -dicen los otros-, que esa risa nos hace pensar que ya usted encontró
el modo de salir de este infierno. Mi padre vuelve a leer el párrafo que provocó su
hilaridad, esta vez en voz alta. Y todos ríen juntos, como si, en efecto, ya vieran resuelta
la angustiosa situación.
La risa, cuando puede participarse, hermana a los hombres. Por otra parte no es difícil
llorar en soledad y, a cambio, es casi imposible reír solo.
La risa es una sustancia casi volátil, quiero decir difícil de conservar: lo que hacía reír a
nuestros abuelos ya no nos hace reír a nosotros y lo que hoy nos hace reír, no es
probable que haga reír a un cuarta o quinta generación. El truco del pastel aplastado en
el rostro del cómico ya no funciona con los muchachos de hoy. Por eso considero
importante detenerme en resaltar esta faceta del libro inmortal a pesar de que de una u
otra forma ha sido comentado por otros autores.
Porque conservar fresco ese elemento volátil en palabras escritas hace siglos creo que
constituye una verdadera hazaña.
Nos dicen que hay animales que ríen pero si entendemos la risa como un fenómeno
inducido por la percepción de una situación cómica es evidente que sólo el ser humano
puede reír conscientemente. Porque es el único capaz de percibir la comicidad de un
acto en vivo o traducido a palabras o a meras líneas.
Y como hemos ido perdiendo poco a poco las legítimas motivaciones para la risa la
actual generación ha tenido que inventarse lo que llaman humor negro, que es una
mezcla de azúcar y harina condimentada con gotas amargas.
Mi padre lee algunos pasajes del Quijote y ríe. Pero, ¿dónde se encontraba mi padre?, en
la más difícil de las situaciones, perseguido y extraviado en plena selva tropical. Las
condiciones no podían ser más adversas y sin embargo mi padre ríe tan
espontáneamente que su risa es contagiada a sus compañeros. ¿Quién hizo el milagro?
Un hombre que vivió hace cuatrocientos años y lo suscitó con palabras escritas en un
papel.
A lo largo de los siglos este libro ha sido leído, releído y comentado. Es difícil hallar
otro con tanta repercusión en los hombres de distintos tiempos y distintos países salvo,
tal vez, la Biblia.
Hay quien pretende que Cervantes sólo se propuso ridiculizar y por tanto erradicar los
libros de caballería tan en boga en su tiempo. Rechazo esta tesis: Me parece que rebaja
el mérito del gran escritor y de la gran obra.
Equivaldría a decir que Cervantes apuntó a una codorniz y cobró un águila real.
- 3 -
Nunca me he afiliado a las teorías casuales, creo que en todo hay un origen y un
propósito pero como el tema es amplio y tal vez me llevaría a afrontar otros, prefiero
terminar con los más bellos versos que a juicio mío se han dedicado al inmortal
caballero andante: los versos fueron escritos a principios de siglo por un modesto poeta
cubano, a quien pude conocer personalmente, y cuyo nombre era Enrique Hernández
Miyares.
"La más Fermosa"
Que siga el caballero
su camino
agravios desfaciendo
con su lanza:
Todo noble tesón al
cabo alcanza
fijar las justas
leyes del destino.
Cálate el roto yelmo
del mambrino
y en tu flaco rocín
altivo avanza:
desoye el refranero
Sancho Panza.
Y en tu brazo confía
y en tu sino.
No temas la esquivez
de la fortuna
si el caballero de la
blanca luna
medir sus armas
con las tuyas osa
Y te derriba por
contraria suerte,
de Dulcinea en asias
de la muerte
di que siempre será
la más fermosa.
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