Saturday, February 4, 2012

Sobre héroes y hazañas Gilberto Prado Galán

Alcohol y literatura
Sobre héroes y hazañas
Gilberto Prado Galán


2012-02-02•Al Frente

Fue Carlos Pellicer, el poeta que tenía las manos llenas de color, quien dijo que Rulfo había dejado de escribir tras haberse retirado del cuadrilátero etílico.

En el despeñadero de la vida –Gracián dixit: llama a un capítulo de su novela- abundan los alcohólicos y más aún los escritores alcohólicos. Misteriosa es aún la conexión entre alcohol y literatura, pero es cierto que se trata de una epidemia que cunde con mayor furia en los seres creativos, como ha demostrado en su reciente estudio Donald W. Goodwin: Alcohol and the writer. Afirma que más del setenta por cierto de los escritores se inclina, en grados variables y con oscilaciones disímbolas, al consumo de bebidas etílicas. La nómina de escritores norteamericanos que han frecuentado el mar de los iluminados es casi inmanejable: Scott Fitzgerald (hospitalizado ocho veces tras la ingesta), Hemingway (quien deprimido se dio un escopetazo en la cabeza, escritor de invariable cuba en ristre), Raymond Carver, Truman Capote (martirizado por sus infaltables martinis y mejor así: martinizado), Herman Melville (ballena de aguas etílicas), Jack London (a quien sugirieron que bautizara su biografía como Memorias alcohólicas) y etc. No olvidaré el caso de Malcolm Lowry, autor de la hermosa novela Bajo el volcán, infierno de una saga inconclusa que se ceñía a la tripartición de la Divina Comedia, quien murió de congestión o el caso dramático de Juan Carlos Onetti, mareado por la tumultuosa resaca de numerosos güisquis.
En México deslumbra el asombroso caso de Juan Rulfo. Fue Carlos Pellicer, el poeta que tenía las manos llenas de color, quien dijo que Rulfo había dejado de escribir tras haberse retirado del cuadrilátero etílico. Pero los psicólogos y los estudiosos del espíritu humano no estarían de acuerdo. Es cierto que “writers try to fill the gap with alcohol”, mas es a pesar de ese líquido -que a decir de Henry James “intensifica la conciencia metafísica del hombre”- que la obra es concebida y no gracias a. El alcohol apaga el foco de la soledad, alborota los demonios internos, ilumina las ventanas del hombre, mas no da el genio ni espabila el talento. Alguna vez leí un verso del poeta nayarita Amado Nervo que precisaba la función del alcohol, decía: “las caricias mentales de mi whisky con soda”. Esas “caricias mentales” fueron necesarias para la creación de Pedro Páramo y de El llano en llamas. Me inclino a decir que no. Mas es difícil pensar en el mundo de espíritus transmundanos e insomnes de espaldas al incesante efecto de esa “alquimia líquida generadora de ideas”, como la apodó Ernest Hemingway. Hay pasajes, por otra parte, de la novela y del libro de cuentos rulfianos que no se pueden leer sin un discreto sorbo de tequila previo. La mejor lectura de este escritor necesita el marco preludial del tequila o del mezcal, según sea el caso, pero no del martini ni del güisqui ni de la cerveza, yo digo.

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