Seudónimo de Jean Baptiste Poquelin, dramaturgo y actor francés. Sus caracteres cómicos resultan familiares a todos los aficionados al teatro, pues sus obras se siguen representando y han sido traducidas a numerosas lenguas. Molière nació en París el 15 de enero de 1622, hijo de un rico tapicero. Desde pequeño se sintió fascinado por el teatro. En 1643 se unió a la compañía creada por los Béjart, una familia de actores profesionales, en 1662 se casó con una joven de la familia, Armande Béjart. La compañía, a la que Molière dio el nombre de Illustre Théâtre, actuó en París hasta 1645 e inició un recorrido por Francia durante trece años, hasta que regresó a París en 1658. Luis XIV le prestó su apoyo y le permitió utilizar ocasionalmente el Théâtre du Petit-Bourbon e incluso, en 1661, el teatro del Palacio Real. Con la protección de la Corte, Molière se consagró por completo a la comedia como escritor, actor, productor y director. En 1659, estrenó Las preciosas ridículas. Escrita en un estilo similar al de las farsas antiguas, la obra satiriza las aspiraciones de dos jovencitas de provincias. La comedia impresionó tanto que desde entonces hasta su muerte se representó en París todos los años, al menos, una de las obras de Molière.
La escuela de las mujeres (1662) constituye un cambio de rumbo con respecto a la tradición de la farsa. Considerada como la primera gran comedia seria de la literatura francesa, analiza el papel de las mujeres en la sociedad y su preparación para él. La obra constituye una gran sátira de los valores materialistas de la época y, como tal, fue acusada de impía y vulgar. En Tartufo (1664) Molière creó uno de sus personajes cómicos más famosos, el del hipócrita religioso. De la audacia de esta obra da testimonio el hecho de que el rey prohibiera su representación pública durante cinco años, pese a que él personalmente la consideraba divertida pero tenía buenas razones para creer que la comedia, con el hipócrita y avaricioso Tartufo vestido de cura y con cilicio, ofendería al poderoso alto clero francés. El misántropo (1666) introduce un nuevo tipo de necio: un hombre de elevados principios morales, que critica constantemente la debilidad y estulticia de los demás y, sin embargo, es incapaz de ver los defectos de Célimène, la muchacha de la que se ha enamorado y que encarna a esa sociedad que él condena. Otras obras de Molière (escribió en torno a 33) son El avaro (1668), una ácida comedia vagamente inspirada en una obra de Plauto y El médico a palos (1666), una sátira sobre la profesión médica. El burgués gentilhombre (1670), una comedia-ballet con música del compositor favorito del rey, Jean Baptiste Lully, ridiculiza a un rico e ingenuo comerciante, Monsieur Jourdain, que aspira a ser recibido en la corte. Aparece un timador que lo embauca con falsas promesas, el futuro caballero se prepara para la ocasión tomando clases de música, baile, esgrima y filosofía. Estas escenas se encuentran entre las más divertidas que escribiera Molière a la largo de su vida. La última comedia de Molière, El enfermo imaginario (1673), en torno a un hipocondríaco que teme la intervención de los médicos, sigue la tradición de aquellas sátiras de la medicina tan populares en la literatura de los siglos XVI y XVII. Irónicamente, pocos días después del estreno, en plena representación, Molière se sintió indispuesto y murió al cabo de unas horas, el 17 de febrero de 1673.
Las sátiras de Molière, dirigidas contra las convenciones sociales y las debilidades de la naturaleza humana, son, como retrato de la sociedad francesa de la época, más fieles que los dramas de sus contemporáneos Pierre Corneille y Jean Baptiste Racine. Pese a que sus estereotipos y argumentos se inspiraron en tradiciones más antiguas —en las comedias de Aristófanes, Terencio y Plauto, y en la commedia dell`arte italiana— Molière confirió profundidad psicológica a sus demagogos, avaros, amantes, hipócritas, cornudos y escaladores sociales. Pese a ser un maestro de la bufonada, logró mantener un tono de patetismo. Al igual que las compañías italianas que actuaban habitualmente en París en el siglo XVII, la de Molière sabía extraer todo el potencial de los estereotipos que retrataba. La interpretación incluía el estudio de las expresiones faciales, los gestos y los chistes. Por ello, las comedias de Molière sólo se disfrutan plenamente cuando son interpretadas por un elenco de actores y actrices brillantes y disciplinadas, como la famosa Comédie-Française, el teatro nacional de Francia, que se creó en 1680 como resultado de la fusión del Illustre Théâtre con otras compañías rivales, y que se conoce familiarmente como el Teatro de Molière.
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El 17 de febrero de 1673, Moliére caracterizaba a Argan, el protagonista de su obra El enfermo imaginario, cuando en la escena final le sobrevino un ataque y falleció pocas horas después. En su última obra, el dramaturgo francés presenta a ese tipo de enfermo imaginario que ha existido siempre: aquel que estando totalmente sano se siente enfermo, se cree débil y lleno de achaques y se cuida -al mismo tiempo que se hace cuidar- extremadamente para aliviar esos males que imagina. Y exige que todos los que viven junto a él giren alrededor de su enfermedad.
A pesar de sus muchas escenas caricaturescas y divertidas, El enfermo imaginario es una comedia dramática. Argan, en su egoísmo, es la imagen de la incomprensión. Procede injustamente, y hasta en forma perversa, con su hija, sin importarle sacrificar su felicidad. El desenlace es sencillo y natural, y las escenas finales son hábiles y cuidadas.
Todo ello y la maestría del autor para enfocar el tema central explican la vigencia actual de esta obra que tiene ya varios siglos.
Fuente: N.N.
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