Monday, January 28, 2013

Vicente Aleixandre:EL PREMIO NOBEL DE LITERATURA DE 1977


EL
PREMIO NOBEL DE LITERATURA
DE 1977
Cu a n d o , a primeros de octubre de 1977, la Academia
Sueca otorgó el Premio Nobel de Literatura al poeta
Vicente Aleixandre, ponía en órbita universal un nombre
cuya trayectoria creadora estaba próxima a cumplir el medio
siglo, ya que se inició, en 1928, al aparecer Ambito, si
bien su auténtico inicio data de 1924.
En dos ocasiones anteriores Aleixandre había figurado
en la lista de favoritos para obtener el Nobel. Ambas
oportunidades se frustrarían por causas relacionadas con
avalares políticos. En 1976 se pensaba que el premio le
sería concedido en unión a Jorge Luis Borges. Las decepciones
a que aludimos quedaron de sobra compensadas
por la concesión individual y, también, por la feliz coincidencia
de ese acontecimiento con el cincuentenario de
la Generación del 27, a la que Aleixandre pertenece. Pese
a dicha coincidencia, la Academia Sueca no trataba de
establecer ningún nexo entre el Nobel de 1977 y sus famosos
compañeros de grupo, o al menos no hizo alusión
expresa. Por ejemplo, al distinguir a Juan Ramón Jiménez,
hizo mención de Antonio Machado y Federico García
Lorca, ofreciéndoles su homenaje. Los académicos
reunidos en Estocolmo manifestaron que premiaban en
Aleixandre una obra poética creativa enraizada en la tra4

dición lírica española y en las modernas corrientes, que
ilumina la condición del hombre en el cosmos y en la
sociedad de la hora presente.
De este texto, la mayor exactitud corresponde tal vez
a la frase ilumina la condición del hombre en el cosmos,
hasta el punto de que tan acusada característica aleixandriana
es la que centra la visión de su hermoso, continuado
y espléndido despliegue, sobre todo a partir de
Sombra del Paraíso (1944), uno de los libros que más influyeron
en el rumbo de la poesía española de posguerra,
determinando que la figura de Aleixandre se proyectara,
amplia y poderosamente, en el orbe literario de la lengua
hispánica.
A ello no dejó de contribuir el permanente interés de
Aleixandre por la poesía joven de España y América—interés
justamente correspondido—, así como la digna actitud
del poeta en medio de las difíciles circunstancias
históricas por las que ha atravesado nuestro país durante
cuarenta años. Pero el motivo fundamental de la legítima
importancia que Aleixandre había alcanzado, se debe a
los excepcionales valores de su producción lírica, sin olvidar
los que se desprenden de su prosa.
Después del ciclo surrealista que abarca Espadas como
labios (1932), La destrucción o el amor (1935)—Premio
Nacional de Literatura de dicho año—y Pasión de la tierra
(1935), y tras ese hito que supone Sombra del Paraíso,
Aleixandre supo evolucionar hada una actitud humanizada
y de lenguaje más traslúcido. uPoesía es comunicación"'
define su objetivo, y ese axioma se cumple a través
de una serie de poemarios entre los que cuentan esencialmente
Historia del corazón (1952) y En un vasto dominio
(1962), y que culmina en Diálogos del conocimiento
(1974), títulos muy destacados en un sostenido empeño

apoyado en la palabra deslumbrante, impregnada de sensualidad,
y en un modo personalísimo de fundir naturaleza
y hombre.
Vicente Aleixandre, sevillano de 2898, de infancia malagueña,
que reside en Madrid desde su primera juventud,
es el gran poeta mediterráneo por antonomasia, un gran
poeta de corte europeo, quien ha ido creando, con lentitud
y entrega absoluta, un mundo poético inconfundible,
entre la nostalgia paradisíaca y la solidaridad con lo
humano de una dramática época. Porque, como él ha
dicho, el poeta canta por todos. Estas Obras Completas,
en dos volúmenes, lo confirman plenamente. El Premio
Nobel ha unlversalizado el reconocimiento a un autor que
ya la crítica española y extranjera le otorgaran. Y, naturalmente,
sus fieles lectores.

SENTIDO DE LA POESIA DE
VICENTE ALEIXANDRE
I
UNA EPOCA FAVORABLE A LA POESIA
V i c e n t e A l e i x a n d r e es un poeta que desde el punto de
vísta puramente histórico ha tenido suerte. El hecho fortuito
de haber nacido en 1898 le colocó como escritor
en un momento trascendental para la poesía española, de
manera que no es posible entender del todo lo que le
ocurre a ía lírica contemporánea de nuestra lengua sin
tener a la vista el conjunto de su obra. Ciertamente, sin
un alto valor objetivamente existente, ninguna operación
humana se constituye en hito decisivo, pero no hay duda
de que, dado ese valor, la inserción en un instante determinado
y no en otro otorga plenitud o se la niega a ciertos
hechos de los hombres. Vicente Aleixandre, repito,
no careció en ese sentido de los regalos que los hados
conceden con cierta parsimonia a los seres de nuestra
especie. No solo apareció en una época y en un país que
favorecían el nacimiento de un gran poeta, sino que sus
dotes naturales de tal y la fecha de su manifestación eran
de la índole más a propósito para que su obra pudiera ser
contemplada como muy significativa dentro de un momento
literario de suma importancia. Me explicaré.
Hay épocas (mediados del siglo xvm, por ejemplo), que
10 PROLOGO
no permiten todo el despliegue de que es potencialmente
portadora una creación poética eminente; y otras hay
que, por el contrario, son capaces, como la nuestra, de
otorgar el máximo desarrollo a un poeta máximo. En las
primeras vivirán felices los líricos escasamente dotados,
porque los mediocres dones de estos concuerdan a la perfección
con las estrechas exigencias de aquellas, En los
períodos poéticamente plenarios, en cambio, los poetas
deficientes ponen en evidencia su limitación. El mayor
poeta del siglo xvm, Meléndez, que disfrutó en su tiempo
de amplio renombre, hubiese hecho un papel bien
triste si hubiese nacido siglo y medio antes o siglo y medio
después. Y viceversa, un talento como el de Quevedo
o como los de Lorca o Aieixandre, se habrían medio asfixiado
en el mundo dieciochesco. Probablemente hubiesen
resultado en esa situación poetas, si no por completo
insignificantes, sí bastante menos decisivos de lo que son
hoy, gracias a haber vivido un instante extraordinariamente
apto a la índole de su genio.
Cada tiempo histórico tiene, de modo aproximado, en
consecuencia, los poetas que merece : su estructura permite
o dificulta el acceso de la gran poesía. No creo aventurar
un juicio excesivo al afirmar que el siglo xx es quizá
el que más facilidades ha otorgado hasta hoy al desarrollo
del genio poético: dos de sus características fundamentales,
en efecto, el irracionalismo y el individualismo,
concuerdan de manera idónea con la naturaleza misma
del arte, que es, en su fundamento último, irracional
y personal, bien que después pueda y deba el impulso
estético encauzarse según moldes de razón y según referencias
de índole social. Y si a esto añadimos que con
esos rasgos (individualismo y no racionalismo) cabe también,
de algún modo, definir un aspecto del alma española,
estaremos prestos a entender por qué en nuestro sueLA
POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE II
lo ha podido brotar, a lo largo de todo el siglo, un tan
rico venero de poesía.
Vicente Aleixandre fue, según esto, repi.to, sumamente
afortunado al nacer español en 1898, pues tuvo así, no
solo la oportunidad de llevar a plenitud todas sus facultades,
sino la de ser, junto a otros dos poetas de su generación
hispánica, un hito final en el que llegan a un
clímax dos procesos, vinculados entre sí, que venían hinchando
su lomo, como una ola, desde el Romanticismo.
Estos dos procesos son el irracionalismo y el individualismo,
Y luego, en descenso notable ya esa oceánica doble
propagación, este poeta tiene aún tiempo para vivir con
idéntica intensidad el gran cambio que afectó a la lírica
a partir, digamos, de 1947. Páginas adelante hemos de ocuparnos
brevemente de este cambio en su relación con la
poesía aleixandrina.
El irracionalismo
Aunque en abreviatura necesitamos analizar por separado,
en conexión con Aleixandre, cada uno de los ingredientes
fundamentales que constituyen io que llamamos
poesía del siglo xx. Nuestro primer encuentro será
con el irracionalismo. El irracionalismo poético es solo
un aspecto del irracionalismo general de que se tiñe la
cultura a partir de) Romanticismo. Si se me da licencia
para simplificar la cuestión, yo diría que el irracionalismo
del siglo xix lleva un signo inverso al irracionalismo del
siglo xx. En el siglo xix se refería más a la actitud del poeta
que a la materia verbal que este manejaba; al contrario
de lo que ocurre en el siglo xx. En una fórmula apretada,
que, como todas las fórmulas apretadas, requeriría
para ser del todo diáfana abundantes comentarios que
acaso fuesen impertinentes en un prólogo de las dimensiones
que aquí se me conceden, yo diría esto: en el Ro12
PROLOGO
manticismo el poeta se enfrentaba irracionalmente (espontaneidad,
improvisación, digresiones—El Diablo Mundo—,
etc.) con la materia verbal heredada de la tradición,
que era, claro está, de índole racional. En tanto que en
nuestro tiempo es, hablando en términos generales, racional
la actitud del poeta e irracionales los materiales
expresivos. De manera creciente desde 1900, aproximadamente,
o un poco antes, hasta 1936, más o menos, y
con posterioridad a esta última fecha de manera francamente
decreciente, las palabras pueden usarse en sentido
lógico, pero se usan, con frecuencia característica, ilógicamente,
esto es, según sus asociaciones subconscientes.
De todo ello se desprende la paradoja en que han caído
numerosos críticos de la poesía del novecientos: que a
una lírica tan acentuadamente irracionalista como la propia
de nuestro siglo se la haya calificado de intelectual,
sin tomar precaución alguna al utilizar ese vocablo. No
se daban cuenta acaso tales críticos de que si era muchas
veces intelectual la actitud del poeta frente al poema (organización
de los materiales, sentido de la composición,
eliminación de excrecencias, etc.), no lo era en modo alguno
lo más profundo y sustancial, a saber: el tipo de
significación asentado en las palabras mismas. En numerosos
casos límite se utiliza el léxico únicamente en cuanto
capaz de asociaciones irracionales, o en otros casos
menos agudos se usa el vocabulario poético poniendo a
la vista del lector los dos tipos de significación que las palabras
pueden tener: la puramente conceptual, por un lado,
y por otro, la extraconceptual en asociación irreflexiva.
(Cierto que en ningún instante se deja de emplear también
lo que llamaríamos “método tradicional”.) En varios
trabajos míos he intentado examinar este problema a través
de la metáfora del presente siglo. Y allí remito 1a
atención del lector a quien interese el problema.
LA POESÍA DE VICENTE ALEIXANDRE 13
Si deseamos ahora marcar los hitos del proceso irracionalízador,
según sube este en importancia á lo largo
del primer tercio del siglo, dispondríamos un esquema de
tres nombres, cada uno de los cuales representa un avance
en el uso español de la significación irracional del léxico
poético: Antonio Machado-Lorca-AIeixandre. Junto
a cada uno de estos poetas podrían figurar otros con
igual sentido, pero menos decisivamente jalonadores, creo
yo, de un relativo punto extremo dentro de lo que llamaríamos
“gráfico de la fiebre ilogicista” : así, al lado de
Machado podría estar Juan Ramón Jiménez; al lado de
Lorca, Alberti, Altolaguirre, Guillén y Salinas; al lado de
Aleixandre, Cernuda. Pero, en todo caso, resultaría que
nuestro autor se halla en el ápice de la curva, en su punto
más elevado, tras el que comienza el descenso, incluso
en el interior de su propia obra.
El individualismo
Esta significación de “finisterre" que observamos en
Aleixandre al considerarlo desde la perspectiva del irracionalismo,
la advertiremos igualmente si lo miramos desde
la otra perspectiva esencial: el individualismo. También
el individualismo literario se nos aparece como una
criatura que crece biológicamente a partir del Romanti-'
cismo (1), y también en este caso nos es dado fijar sus
estaciones fundamentales dentro del siglo xx, aunque
aquí no nos sea posible dar un nombre de poeta para
cada estirón en el desarrollo, sino dos por lo menos: en
(í) Claro está que no intento proponer al Romanticismo como
descubridor de la individualidad. El individualismo se inició bastante
tiempo antes, ya en los siglos finales de la Edad Media, según
el hombre iba 'abandonando su concepción teocéntrica para confiar
más y más en sus propias capacidades. Nadie ignora que después el
Renacimiento intensifica el proceso, que gana su primera cota importante
con el barroco español del siglo xvn, donde el afán de so14
PROLOGO
un primer lugar, situaríamos juntos a Antonio Machado
y a Juan Ramón Jiménez. En otro más avanzado, a Jorge
Guillen y Vicente Aleixandre. Observamos entonces que
también, en cuanto al individualismo, Aleixandre, ahora
acompañado de Guillén, se viene a situar en el punto más
empinado de la montaña, tras el que se impondrá el obligado
descenso a la ladera. Y de nuevo vemos que esa
trayectoria en declive la efectúa el propio Aleixandre (y
también su compañero de letras) en la marcada evolución
que su obra realiza durante la posguerra. Y si ahora tomamos
en conjunto los dos aspectos considerados, irracionalismo
e individualismo, que son, no lo olvidemos,
los fundamentales de la poesía de nuestro siglo, se nos
aparece acaso como justa la afirmación que realizábamos
al comienzo de estas páginas: la poesía de Aleixandre
actúa no solo de clímax en un capital proceso, sino de
gozne en el giro de la poesía cronológicamente más próxima
a nosotros. Hacia 1947 (y aun antes) la poesía se
abre como un abanico, y ese mismo cambio lo realiza
en todos sus pormenores esenciales el autor que había
representado el papel que hemos visto en el proceso anterior.
Si salimos del ámbito español para incurrir en el
general hispánico, asociaríamos al de Aleixandre el nombre
de Neruda, que cumple un oficio parecido, no solo en cuanto
a significar un pleno irracionalista e individualista, sino
también en cuanto a la variación de algún modo en sentido
contrario con que lo vemos actuar en los años últimos.
No sé si he adelantado excesivamente las cosas en esta
bresalir del vulgo se convierte en una moda, y hasta en una obsesión,
que dura más de cien años. Las ideas dieciochescas sobre la
unitiva razón establecen, una silenciosa tregua que queda interrumpida
ruidosamente al llegar el Romanticismo. El Romanticismo intensifica
con violencia el viejo movimiento individualista, y a todo
lo largo del siglo xix, y sobre iodo del xx, la ola sigue en rápida
creciente, como indico en el texto.
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE i 5
sumaria exposición. Retornemos, en todo caso, al instante
anterior, en que el individualismo se hallaba todavía en
su plenitud: al período entre 1921 y 1940. En esas dos
décadas podemos ver con ojos claros el resultado más
evidente del fenómeno que ahora nos ocupa. Pues parece
indubitable que la consecuencia de más bulto que puede
tener en la literatura el individualismo será la diferenciación
de unos artistas con respecto a los otros. Cada autor
pondrá todo su empeño en no parecerse a los demás. Y
como la discrepancia radical en este sentido es siempre
la discrepancia en la visión del mundo, no nos choca que
cada uno de los poetas que escriben entre las mencionadas
fechas tenga su cosmovisión propia, mínimamente
semejante a las de sus compañeros. Ahora bien, si todos
tienden a esto, no todos lo hacen con la misma intensidad:
Guillén y Aleixandre serán, sin duda, los más extremosos.
Hay que decirlo con valentía, pues el hecho es
palmario: en toda la historia de la literatura española no
hay un solo escritor de verso que pueda ofrecer un mundo
tan cerradamente personal como el que vemos en Cántico,
de Guillén, o en el conjunto de los libros aleixandrinos.
Y es que en ningún instante el individualismo había sido
tan agudo como el que afecta a esos dos autores. Pero ese
individualismo de visión tiene dos consecuencias inmediatas:
la personalidad estilística o formal y la extensión y
variedad del mundo mismo cantado. Lo primero es fácil
de comprender, en cuanto recordamos la inseparabilidad
del fondo y la forma; lo segundo también se nos ofrece
como claro, aunque solo tras una breve consideración.
Yo creo que todas las visiones del mundo desplazan,
en principio, un espacio equivalente: el constituido por
el genérico universo humano. Ahora bien: cuando mi visión
coincide con la del prójimo en casi todos sus pormenores,
al expresarla solo tengo que aludir a las inden16
PROLOGO
tacíones disidentes, puesto que lo consabido se calla; sí,
por el contrario, soy extremosamente original, debo exponer
a la vista de mis lectores todo el entramado de mi
sistema al objeto de hacer cabalmente inteligible cada
una de sus articulaciones. Las visiones del mundo de carácter
más tópico no precisan sino la mención de ciertas
leves ondulaciones con las que sobresalen de la común
llanura convencional. Mientras aquellas otras de superior
originalidad requieren, para cobrar pleno sentido, la alusión
a la totalidad del organismo, que, de ser implícito,
como en las anteriores, pasa a ser explícito y, por consiguiente,
de mayor extensión.
Recogiendo las ideas precedentes, diremos que el individualismo
extremoso a que llegó la poesía entre 1921 y
1940, sobre todo en la obra de Aleixandre, Guillén y Neruda,
tiene estas congruentes consecuencias:
1.a un estilo muy personal, oriundo de
2.a una visión del mundo de suma originalidad y coherencia,
que
3."' lleva el obligado atributo de su largo alcance. Esto
quiere decir que el poeta mira un entero mundo
desde diferentes perspectivas, interpretándolo en
un gran número de objetos.
No hay duda, pues: en los poetas de 1927 el individualismo
de la obra artística había llegado a una elevación
acantilada, allende la cual no había posibilidad de avance.
Y sin embargo... Sin embargo, paradójicamente, por esas
fechas el supuesto que yace bajo todo individualismo de
esa clase casi ha desaparecido. No solo no es pensado (los
supuestos no suelen ser pensados), sino que no es vivido ya
por nadie, al menos con apreciable intensidad. ¿Y cuál es
ese supuesto que ya nadie vive, ese supuesto que, en la forma
de vago sentimiento, se esconde bajo la actitud mencionada?
Este: que somos más cuanto más distintos y discorLA
POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 17
dantes, cuanto menos sujetos a una amplia participación
en principios y visiones en el común de las gentes, Juan
Ramón Jiménez todavía vivía esa premisa (“a la minoría
siempre”). Hacia 1930 nadie la vive ya. Jorge Guillén se
nos mostrará como de acuerdo con el mundo y los hombres
(“el mundo está bien hecho”, “dependo de tí, mundo”).
Y Aleixandre, como veremos después, hace de la
-solidaridad amorosa con el cosmos y el hombre centro de
su actividad literaria. Y no solo eso: en un artículo (“Entregas
de poesía”, Barcelona, junio de 1944), recogido
como prólogo a la segunda edición de La Destrucción o el
Amor, se proclama poeta no de lo que “refinadamente diferencia,
sino de lo que esencialmente une” ; no poeta de
minorías, sino poeta de mayorías, al menos en la voluntad
artística; en una entrevista del año 1933 ya había afirmado
que su deseo mayor hubiese sido comunicarse a todos, ser
entendido hasta del hombre menos pasado por la cultura.
Se es individualista en el formato de la obra, pero ya
no se comulga con la premisa que un individualismo de tal
especie lleva consigo. Y como ya no se siente esa premisa,
el aspecto más superficial del individualismo anterior, el
gusto por la extravagancia personal, la extravagancia del
dato biográfico mismo (paraguas rojo de Azorín, barbas de
Valle-Inclán, energumenismo de Unamuno, etc.), ya no
existe. Y es que aunque pueda sorprender y hasta escandalizar
a alguien, el individualismo de la conducta requiere
vivir del todo, sentir plenamente esa premisa que el individualismo
supone, en tanto que el individualismo de la obra
artística no requiere lo mismo en el mismo grado. Insisto
una vez más: hagamos el esfuerzo de poner juntos estos
dos hechos que se dan hacia 1930: 1.", evaporación de la
premisa del individualismo (1) (“somos más cuanto más in-
(1) Ei individualismo puede ofrecerse de formas muy variadas
y con otros supuestos. En el texto me refiero exclusivamente al
18 PROLOGO
solidarios seamos del común de los hombres”), y 2°, intensificación
del individualismo poemático en Guillen,
Aleixandre y Neruda. ¿No es cierto que la contradicción
es notable? ¿Cómo es posible que los supuestos tácitos
de una obra discrepen tan diametralmente del contenido
■expreso de la misma sin herir su profunda unidad? Porque
no hay vacilación posible: esa discrepancia es descaradamente
patente en el caso de Vicente Aleixandre o
de Jorge Guillén. Yo me lo explicaría así: cada época
impone al escritor con rigor de ineludible vigencia un
molde expresivo ampliamente genérico, en el que este
plasma su obra. Ese molde expresivo ha sido originado
a lo largo del tiempo por unos supuestos que poco a poco
han podido ir evaporándose hasta la total sequía. Al llegar
ese instante, el molde sigue actuando, aunque lo haga
mecánicamente, ya sin contenido apreciable (al parecer)
en la época nueva, en forma de uso aproximadamente
insensato que nadie intenta justificar, porque la costumbre
misma de su utilización parece suficiente garantía de
su existencia. O en otras palabras: porque la necesidad
de su utilización misma se ha convertido en “creencia”
—terminología de Ortega (1)—-y por serlo no se plantea
el problema de su justificación, ya que de plantearse dejaría
de ser creencia. Pero por pasar a ser creencia, que
es un estrato de convicción más profundo que la mera
idea, su eficacia en las vidas puede ser más intensa aún
de lo que solía. Esto nos explica el acrecentamiento del
individualismo en ciertos respectos de la poesía escrita
entre 1921 y 1940, cuando justamente las premisas de ese
individualismo estaban en trance de extinción y aun prácindividualismo
del período comprendido entre el romanticismo y Ja
segunda guerra mundial,
(1) Advierto que uso de propósito aquí este término orteguiano
con cierta libertad, pues Ortega en rigor no lo utilizaría en el presente
caso, como de sobra comprenderá el lector.
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 19
ticamente extinguidas. (Prueba de esto último sería, por
ejemplo, el nacimiento a la sazón del existencialismo heideggeriano
y de ciertas ideas orteguianas que parten de
postulados adversos a tales premisas.)
Ahora bien : en la literatura esas fórmulas expresivas
que se han vaciado de significación notable son vividas
por el “yo social” del poeta con perfecta sinceridad e
incluso (caso de Aleixandre o Guillén) desde postulados
contrarios a los que condicionan la existencia de aquellas.
Y es que la contradicción no puede existir cuando
el elemento contradictorio (el supuesto de la fórmula) se
ha esfumado. No pretendo dar a entender con esto que
la fórmula entonces sea vivida como ingrediente sin significado
alguno, porque ello sería tanto como afirmar que
el don de la.animación es cualidad propia de un cadáver.
No; lo que ocurre es, a mi juicio, algo diferente: que la
fórmula, perdido su espíritu anterior, ha adquirido un espíritu
nuevo, desde el que se la vive. Este significado nuevo
sería simplemente que solo a través-de la expresión individualista
podía transparentarse el hombre de su tiempo;
que tal expresión constituía un “debe ser” de todo poema
verdadero, un elemento constitutivo ineludible, según más
arriba he insinuado (y esto, sentido como creencia, o sea
confundido con la realidad misma, que no necesita justificación).
Y así era, en verdad, mientras no surgiese en el
seno de la sociedad literaria una postura nueva, claramente
establecida, que sustituyese a la anterior, y con fuerza
bastante para romper los moldes expresivos individualistas.
Y no debemos olvidar que esta nueva postura no empezó
a definirse hasta, por lo menos, 1940, ni a hacerse “vigente”
antes de 1947. Para ser un gran poeta dieciocho
años antes de esta última fecha era necesario profesar en
cuanto a la expresión en el individualismo de esa clase y
sueña quien juzgue que puede saltarse su propia sombra.
20 PROLOGO
II
ETAPA PRIMERA EN LA POESIA DE ALEIXANDRE
Carácter sistemático en la visión
del mundo: su núcleo
Como la vida funciona siempre orgánicamente, la cualidad
más sobresaliente de toda vivida interpretación de
la realidad es su índole sistemática, esto es, la interdependencia
de sus partes, la congruencia de unas con respecto
a las otras y con ei conjunto, o dicho de otro modo,
el hecho de que cada ingrediente quede filiado mediata
o inmediatamente en un núcleo radical, que es el mismo
para todos ellos.
Si esto es así, no hará falta gran penetración para comprender
la importancia capital que el crítico ha de conceder
al hallazgo de este núcleo organizador. No es exagerado
decir que la inteligencia verdadera de una obra de
arte depende justamente del tino en señalarlo con precisión.
Ciertamente, no siempre es tan fácil, entre otras cosas,
porque cada grupo de poemas, cada libro o cada serie
de libros, puede hallarse en posesión, a su vez, de su propio
foco central, que permanece, sin embargo, en posición de
subordinado con respecto al que gobierna todo el sistema.
Así ocurre en la poesía de Aleixandre. Dos épocas de
diferente extensión, hasta ahora, nos es dado percibir en
ella. A un lado hemos de colocar todos sus libros hasta
Historia del Corazón, que forman una masa compacta de
gran homogeneidad y coherencia. Al otro, instalaríamos
Historia del Corazón, En un vasto dominio, Retratos con
Nombre, y aún otros, inéditos. Al establecerse esta raya
en el curso de la poesía aleixandrina, no atiendo, claro es,
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 21
a consideraciones externas, sino que me fijo exclusivamente
en la “estructura” distinta que ambos conjuntos
poseen. Llamo estructura a la ordenación de una obra alrededor
de cierta idea o sentimiento madre que da origen,
por dilatación o irradiación, a todo el ámbito lírico,
según hemos señalado ya. Pues bien: la estructura de la
serie de volúmenes que va desde Ambito a Nacimiento
Ultimo es claramente disímil de la estructura de Historia
del Corazón, etc., porque fluye desde un diferente manantial
temático. En el vasto cuerpo primero, la idea rectora
consiste en la concepción de lo elemental como la única
realidad afectiva del mundo. En el cuerpo segundo (el iniciado
en Historia del Corazón), la base de sustentación es
otra: la consideración de la vida humana como historia,
o más precisamente, como un difícil esfuerzo realizado en
la dimensión temporal, tras una decisión de carácter ético.
Pero estos dos mandos a que obedece el par de sectores
poéticos de Aleixandre se hallan, a su vez, radicados en
una base común, que es el centro general de la poesía
toda de nuestro autor. No se trata ya de una idea, sino
de un sentimiento, una impresión metafísica, un impulso
de carácter primario frente al cosmos: la solidaridad amorosa
del poeta, del hombre, con todo lo creado; por lo
pronto, con el mundo físico, (época primera) y también
(época segunda) con el mundo de la vida humana. Solidaridad:
tal es, en efecto, la palabra que hemos de leer debajo
de cualquier expresión aleixandrina; tal la fuerza
primigenia que ha dado origen a toda la obra de nuestro
autor. Contemplada desde un punto de vista tan genérico,
asume esta así en su totalidad un sorprendente carácter
ético, no solo en su última manifestación (Historia
del Corazón y siguientes), donde el ingrediente moral es
evidente, sino en el largo tramo inicial, en que tal cualidad
se hallaba como enmascarada.
22 PROLOGO
Epoca primera: desde “Ambito”
a “Nacimiento Ultimo”
Y, sin embargo, moral es la raíz del panteísmo erótico
que tantas veces ha sido señalado como característico del
primer Aleixandre. Es el amor una fuerza que nos lleva
a la generosa identificación con el objeto amado. Si ese
objeto es el mundo, tenderemos a vernos reflejados en él,
y viceversa, a verle a él reflejado en nosotros. Nos convertiremos
así en mundo, nos tornaremos en naturaleza
y, a su vez, la naturaleza se unificará en una pura llama
de amor, que va de nosotros a la realidad circundante y
vuelve a nuestro corazón, convirtiendo el entero universo
en un único fluido erótico, en una única sustancia, de la
que participamos.
Tal es lo que comprobamos en ia primera época de
nuestro autor. La solidaridad amorosa con respecto al cosmos
le conduce no solo a un panteísmo en el que el amor
en la sustancia unificadora (volveré luego sobre ello), sino
también a una correlativa elementalización del hombre,
pues, en virtud del amor, este se ha hecho uno con lo
amado, la naturaleza. Se ha tornado en montaña, piedra,
astro. Se invierte así la perspectiva tradicional, y ahora en
la jerarquía de los valores aparece en la cima lo que antes
se hallaba en el peldaño más bajo de la escala. Será
mejor lo más elemental, de forma que la piedra superará
al vegetal, este al animal y el animal al hombre; me refiero,
claro está, al hombre alejado de ia naturaleza, no
al que se deja guiar por sus supremas instancias. Porque,
en efecto, el hombre elementalizado, trozo del cosmos,
es uno de los héroes de esta lírica, y por eso suele ser
visto por Aleixandre en su desnudez, hecho insólito (salvo
excepciones raras) en la tradición artística española (lo
mismo en la literaria que en la pictórica):
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 23
Tu desnudo mojado no teme a la luz...
("El desnu d o ” , de S ombra d el P a ra íso .)
Por un torso desnudo tibios hilillos ruedan
(“Plenitud d el amor", del mismo libro.)
De entre estos seres permeables a la propagación cósmica,
Aleixandre destaca, por vía específica, tres ejemplares
en un primer plano, aunque no los tres con idéntica
frecuencia: el campesino (léase “Hijos de los campos’’,
en Sombra del Paraíso), el poeta (en cuanto intérprete
de ía lucidez cósmica), y, sobre todo, el amante.
Merece la pena detenerse un momento a considerar este
último y principal personaje. Como el mundo evocado por
Aleixandre es un mundo sustantivamente amoroso, forzosamente
habría de ser el amante humano uno de sus
motivos centrales; y como, además, el poeta en esta etapa
de su obra se interesa por las fuerzas primigenias de
la Naturaleza, ese amor será, principalmente, el amorpasión,
en su trascendencia metafísica, que consiste en
relacionar la unión de la pareja con lo absoluto telúrico,
en virtud de esa sustancial comunión erótica con que se
vincula todo el universo, según dejé insinuado y según
luego examinaremos con más pormenor. Tal es el origen
de un tipo de imágenes que caracterizan con fuerte personalidad
a Vicente Aleixandre. Me refiero a aquellas
que llamaríamos cósmicas y telúricas, con las que el poeta
suele designar a los seres elementales. Puesto que lo valioso
en el hombre es su proximidad a la tierra, nuestro
autor estará siempre dispuesto a evidenciar tal cercanía
comparando a sus protagonistas humanos con términos
del mundo natural: río, agua, roca, bosque, montaña,
árbol. He aquí, entre centenares de ejemplos, unos pocos:
Un lecho de césped virgen recogido ha tu cuerpo,
cuyos bordes descansan como un río aplacado.
Í“A una muchacha desnuda” , en Somb ra de! P araíso.)
24 PROLOGO
(dice a su padre) benévolo y potente tú como un bosque en la
orilla
("Padre m ío ” , del mismo libro .)
Alto padre, como una montaña que pudiera inclinarse
(De) mismo poema.)
(los campesinos son) musculares, vegetales, pesados como el roble
(“Hijos de los campos”, de S ombra d el Paraíso.)
Otras veces lo que vemos no son ya imágenes telúricas,
sino, como acabo de adelantar, verdaderas imágenes cósmicas.
Y así constituyen muchedumbre los pasajes en que
la amada o el amante sufren vicisitudes estelares o asoman
bajo apariencia de astros, o ya de enteros firmamentos:
Tan dorada te miré que los soles
apenas se atrevían a insistir (...),
(...) ronda tierna de soles que giraban en torno a ti, astro dulce
(“Nacimienio del amor” , de Somb ra d e l P a raíso.}
No te acerques porque tu beso se prolonga como el choque imposible
de las estrellas
(“Ven siempre, ven", de La D e stru c c ión o ei A m o r J
(El cuerpo de [a amada es) bóveda centelleante, nocturnamente
hermosa.
(“ Plenitud del amor", de S om b ra cid Paraíso.)
Claro está que, dada su concepción de las cosas, Aleixandre
se nos presentará no solo como el cantor del hombre
natural que acabamos de ver, sino también, y en alto
grado, como un poderoso poeta de la Naturaleza misma.
Desde muy diferentes situaciones y tonos, esta poesía se
ocupará de los más diversos paisajes y de las criaturas
naturales más diversas, siempre que cumplan el requisito
de espontaneidad que el sistema aleixandrino les fija. No
será, pues, Aleixandre poeta de jardines o parques en que
el artificio pueda triunfar, sino de una naturaleza libérriLA
POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 25
ma y exaltadamente vitalizada. Los paisajes tropicales
(selvas, etc.) resultarán por ello de gran predilección en
esta lírica de fuerzas-primarias. Sin mengua de que, en
otras ocasiones, sepa Aleixandre trazar magistrales descripciones
de paisajes menos exuberantes, pero que dan
con idéntica fuerza una impresión de libertad generosa:
grandes llanuras con fondos serranos, como los que pueden
divisarse en las cercanías de Madrid, donde este poeta
ha vivido; o la extensión ilimitada del mar en azulada
serenidad, recuerdo de su infancia malagueña. Con pincelada
más estricta, numerosas veces su poesía se ha sentido
atraída, en consideración aislada, por seres de la
naturaleza especialmente interesantes para ella. Entre solo
tres libros del poeta (La Destrucción o el Amor, Mundo
a Solas y Sombra del Paraíso) hallo que a la luna se dedican
nada menos que nueve poemas; ocho, al mar; tres,
al sol. Y no faltan composiciones dedicadas en exclusividad
a evocar el cielo, los campos, la luz (tan representada
en Sombra del Paraíso), la hondura telúrica, la aurora, el
aire, la tierra, la noche, el paisaje primaveral, la lluvia, el
fuego, el árbol...
Idéntica explicación tiene la copiosa fauna aleixandrina.
La frecuencia con que los versos de nuestro poeta hacen
alusión a animales es extraordinaria. De los cincuenta
y cuatro poemas que integran La Destrucción o el Amor,
treinta y nueve mencionan alguno de ellos, hasta formar
una lista de treinta y un animales distintos nombrados
por el poeta. Pero no solo eso: a las águilas, a la cobra,
al pez espada y al escarabajo les será dedicada una composición
entera, de las más felices del libro.
Sí; los animales son casi tan puros como la piedra,
como la luz. Los tigres llevan en sus pupilas “el fuego
elástico de los bosques” ; las indefensas gacelas son como
las ramillas frescas de un arbusto joven; las águilas se
26 PROLOGO
asemejan al Océano por su majestad y señorío. Son seres
de plenitud, verdaderos dechados de perfección.
Hemos hablado hasta aquí de los “héroes” aleixandrinos.
No está de más que mencionemos ahora, en cuenta
más breve, los “antihéroes”. Es evidente que donde existe
un héroe puede y suele darse su contrafigura execrada,
pues que la sombra es necesaria para dar más claridad
a lo luciente. Este carácter es el que tienen los hombres
desposeídos de naturalidad, ajenos al “mensaje” de
la luz, de las estrellas, del mar. Como solo existen, según
sabemos ya, los seres incorporados al cosmos, tales hombres
desnaturalizados serán como “dormidos”, como muertos;
esto es, no tendrán realidad verdadera, sino solo aparente.
Y el poeta podrá en alguna ocasión generalizar y
decir que “el hombre no existe”, o que si existe es “algo
estéril que contra un muro se seca”. “Tirado en la playa,
en el duro camino”, ese hombre “ignora el verde piadoso
de los mares”, “el canon eterno de su espuma”. Y por
ello, en un poema de Sombra del Paraíso, embriagado el
poeta al contemplar la pureza del fuego primigenio, hermoso
don del mundo inicial, puede exclamar: “ ¡Humano
: nunca nazcas!”
A este orden de criaturas negativas pertenecerán de
manera superlativa los desamorados, puesto que ellos se
excomulgan a sí propios de la sustancia del orbe, el amor.
No nos parecerá raro, pues, que en esta poesía se dediquen
cierto número de piezas a estos seres incapaces de
la entrega amorosa, que, precisamente por desustanciados
y ayunos de realidad auténtica, incurren en las iras del
poeta. Ni tampoco encontramos sorprendente el ánimo
semejantemente imprecatorio con que nuestro autor se
dirige a toda suerte de artificiosidades humanas: la desLA
POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 27
naturalizada ciudad, el falaz vestido o las joyas mendaces,
reversos también de otros tantos positivos anversos,
según hemos tenido ocasión de comprobar.
Debemos ahora empalmar con ios conceptos que manejábamos
más arriba. Decíamos allí que Aleixandre se
siente, en la primera etapa de su poesía, solidario del cosmos
según un impulso de amor que le lleva a identificarse
con todo lo existente: en primer término, con la materia
inorgánica, y en segundo término, con la vida, vegetal y
animal, organizada. Tiene este extremo tanta importancia
en su obra que no podemos pasar a la ligera sobre él. Porque
la idea de la unidad sustancial del mundo quizá sea
la que reviste más cuerpo en estos libros que comentamos.
‘‘Todo es uno y lo mismo”, dice una vez y otra vez nuestro
poeta. Todo es uno y lo mismo porque todo resulta
ser diversificación diferenciada del único amor que centra
y da sentido al cosmos. Ama el pequeño escarabajo, el
terrible león, la cobra, las águilas, las mariposas; la piedra,
el sol, el fuego; y, como ellos, no en un plano superior,
sino en principio, sustantivamente idéntico, el hombre, que
no se sentirá así distinto de la tierra que le sostiene:
El mundo todo es uno...
(“Quiero saber", en La D estruc ción o el Am o r .)
Erguido en esta cima, montañas repetidas, yo os contemplo, sangre
de mi vivir que amasó vuestra piedra.
(...)
No soy distinto y os amo...
(“A dió s a los campos", en Sombra d e l Pa ra íso .)
He aquí la inmensa madre [ia tierra] que de ti no es distinta.
(“A! hombre", en S ombra de! Paraíso.)
28 PROLOGO
Hay que tener en cuenta, además, que este amor universal,
que se particulariza en cada una de las criaturas
existentes, es una potencia destructiva. Al ser única la
sustancia de las cosas y diversas las apariencias, hay en el
cosmos un desequilibrio que tiende al reposo a través del
dinamismo erótico, aniquilador de esas discrepantes concreciones.
El amor es entonces algo así como una explosiva
fuerza moral que anula el desorden de la diferenciación.
El enemigo del amor y de su potencial unidad cósmica
serán los límites de cada ser, dolorosamente sentidos
por el poeta (“estos límites que me oprimen"), que aspira
a la libertad de lo ilimitado y unitario. Tal es el sentido
de la libertad en toda esta primera época de nuestro autor.
Libertad es allí rompimiento de fronteras y acceso a la
confusión pánica. Y esa libertad adquiere su máximo
símbolo en el amor, que es siempre un acto de deslimitación,
que absorbe nuestro yo y parece que por un instante
lo reincorpora a la naturaleza indivisible.
(Por eso cuando “acabó el amor”—véase el poema de
ese título en el libro Nacimiento Ultimo—, los cuerpos, la
realidad entera “constan” aferrados a sus estrictos y entristecedores
límites:
Acabó el amor.
(...)
Finó el beso. Finamos.
(. . .)
La vida quieta consta tranquilamente exacta.
(...)
Nada llena los aires; las nubes con sus límites
derivan. Con sus límites los pájaros se alejan.
Añadamos que en ese trance, consonantemente, la vida
natural—nubes, pájaros—desasiste, alejándose, al desamorado.)
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 29
Pero si amor es destrucción, amor, cólera y odio pueden
confundirse en la mentalidad aleixandrina. Serán diversas
manifestaciones del genérico acto amante, fuerza
desintegradora del principio de individuación. He aquí
otra de las causas que explican la presencia de una fauna
tan profusa en los libros de nuestro poeta. En el acto de
matar que las fieras instintivamente realizan, Aleixandre
ve la forma más simple y enérgica de la acción amorosa.
Por eso la sierpe enroscada en los cuerpos en un acto
de aniquilamiento “se paree? al amor más ardiente”
(“La selva y el mar”, de La Destrucción o el Amor).
De todo ello se desprende el segmento postrero de la
concepción aleixandrina del mundo que antecede a Historia
del Corazón. Me refiero al sentido positivo con que
está considerada la muerte desde Ambito o Pasión de la
Tierra a Nacimiento Ultimo. Puesto que en esos libros
ía muerte es la verdadera deslimitación, de la que el amor
era solo una como representación simbólica; puesto que
es la definitiva entrega a la naturaleza amante, realidad
última del universo, la muerte será vista como el supremo
acto de libertad, de amor y de vida. Ingresar en la
materia unitaria a través de la muerte será penetrar en
una plenitud de vida superior. Es el “nacimiento último”
a la verdadera existencia. Cuando leemos el poema titulado
“El enterrado”, nos da la impresión de escuchar la
voz de un místico que nos habla de la unión con su Dios,
después de esta terrenal existencia. Misticismo, pues;
pero misticismo panteísta. Espiritualización de la materia;
materia como perenne claridad, radioso numen, cántico
alegre que recibe al “elegido”, al muerto, destrozadas
ya las individualizadoras fronteras (“Destino trágico”).
30 PROLOGO
III
EPOCA DE INTEGRACION EN LA COLECTIVIDAD:
“HISTORIA DEL CORAZON”
Con Historia del Corazón penetramos, al parecer, en
un orbe distinto, que, no obstante, como haré notar, no
representa un “arrepentimiento” o “conversión” del poeta
a otra idea del mundo, sino que significa más bien el
crecimiento por otro sitio de esa misma idea. Esta nueva
ramificación ha sido posible merced al nuevo encuadre
desde el que ahora Aleixandre se sitúa para mirar nuevamente
la realidad. Si todo el proceso de su interpretación
de la realidad entre Ambito y Nacimiento Ultimo
nacía de un impulso de solidaridad, no le oímos ahora
desdecirse de ese sentimiento irradiador; solo que en Historia
del Corazón ha variado la dirección de tal impulso,
que de ir hacia el cosmos camina ahora en dirección al hombre.
Al hombre y, por tanto, al hombre histórico, pues no
hay otro. Para explicarnos suficientemente este amplio
giro, estamos forzados a apuntar, aunque sea sucintamente,
algunos de los ingredientes que cooperan a la nueva situación
en que ha entrado el hombre de los últimos años.
Porque me parece bastante exacto pensar que Historia del
Corazón es, en parte, uno de los resultados de.la atenuación
(que parece afectar a todas las literaturas occidentales)
de aquel tipo de individualismo que hemos descrito antes
en este prólogo como culminante en la obra del primer
Aleixandre, junto a algún otro compañero de su generación.
Es Aleixandre un poeta entre cuyas virtudes figura
la vitalidad para reaccionar vivamente frente a la evolución
del espíritu de su época. De ahí que su obra se parezca
mucho más a un único pero cambiante río que a
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 31
un estático lago. Dejando aparte el primerizo Ambitor
entre el segundo libro y el último suyos la distancia semeja
diametral, y, sin embargo, en ningún punto del discurso
ha habido rompimiento, tal lo que ocurre en el
crecimiento de un ser vivo. La capacidad de percepción
que en alto grado posee Aleixandre para vigilar el compás
de su tiempo, unida a la atención siempre alerta con que
sabe escuchar la voz de su autenticidad humana, es lo
que explica a la par lo ininterrumpido de la evolución
aleixandrina y la amplia abertura de ella.
Y es el caso que ahora, en los años de la segunda posguerra,
por todas partes veo señales, repito, de una crisis
en la actitud individualista, tan acusada anteriormente (1).
Se ensaya, en efecto, hacia esas fechas una nueva postura
frente al mundo, que si en la filosofía se venía manifestando
con anterioridad (precisamente en el período de
entreguerras, en que la literatura ostentaba el signo contrario),
es solo con posterioridad a la contienda cuando
comienza a dominar en la novela, la poesía y el teatro.
Una vez más observamos el hecho, tantas veces comprobado,
de ir el arte a la zaga del pensamiento, cosa muy
explicable si recordamos que el artista actúa desde ideas
ya impregnadas de sentimentalidad, y esto solo puede ocurrir
si, en alguna medida, se han popularizado y hecho
carne y sangre de, por lo menos, una minoría de selectos.
Estas nuevas ideas, o dicho con bastante más precisión,
estos nuevos supuestos, que otorgan suelo firme a la literatura
más reciente, a mi entender no son otros sino
ciertos postulados de las filosofías existencialistas y paraexistenciaústas.
La idea de que el hombre tiene un yo
en que interviene ya la circunstancia, el concepto de que
(1) Para ser exacto debo de aclarar que lo que ha hecho crisis
no es probablemente el individualismo como tal, sino cierto tipo
de individualismo.
32 PROLOGO
vivir es convivir, y varios más del mismo tenor y origen,
tienden a imponer una fuerte sordina en la exaltada forma
del individualismo anterior, debajo del cual hemos leído
el pensamiento o sentimiento contrario, esto es, que somos
más cuanto más distintos y discordantes, cuanto menos
sujetos a una amplia participación en principios y visiones
con el común de los hombres. En los poetas del 27, dijimos,
este principio no actuaba ya como tal, aunque sí en sus consecuencias.
Ahora se escribe y se vive desde un supuesto
contrario. A la misma región literaria y humana conduce la
sensación de desamparo y aterimiento cósmico a que está
sometido el hombre de hoy. No exclusivamente, ni tampoco
principalmente, por hallarse afincado en un suelo movedizo
y fangoso de absoluta incertidumbre política, sino,
sobre todo, porque la maduración del concepto historicista
(“el ser humano no tiene una naturaleza fija, sino que
su ser es fluyente y plástico”) le sume en la angustia de la
libertad y de la transitoriedad: la transitoriedad de su
realidad misma y la transitoriedad del mundo moral que
lo circunda. Todo ello, en conjunto, aboca al mismo resultado
: la toma de conciencia que el hombre de hoy
realiza con respecto a su radical menesterosidad e insuficiencia,
y la consiguiente búsqueda de un sustancial
apoyo en los demás; la convicción profunda de su condición
de parte de un todo social, y la necesidad de integración
en ese orden superior que ha de prestarle el cabal
sentido de que por sí mismo carece.
Es así como me explico que la nueva actitud adoptada
én la posguerra, inversa, en cierto modo, al tipo anterior de
individualismo, proclame la necesidad de la comunión y del
servicio. Ahora el poeta quiere- comprometerse y su poema
se impondrá un norte principalmente instrumental.
No nos engañe el hecho de que precisamente hoy abunden
las posiciones críticas con respecto a la actual sociedad.
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 33
Esa crítica se ejerce en nombre de principios morales, y
se halla, por tanto, al servicio de la sociedad a quien
censura.
Si el poeta antes aspiraba a parecer único y aparte,
tenderá ahora a verse sumido en una colectividad como
uno entre los iguales, y a escribir desde un supuesto idéntico
de humana comunión. Esto tiene varias consecuencias
importantes: consecuencias en el contenido, porque
el poema se cargará de resonancias morales, se impregnará
de ideas, se exaltará en ellas la solidaridad entre
los hombres, etc., todo lo cual es bien visible en Historia
del Corazón. Pero, además, los efectos son quizá más
notables y sustantivos aún en otras direcciones: en primer
lugar, en el grado de accesibilidad de la poesía con
respecto a un público no formado exclusivamente por especialistas.
Historia del Corazón puede ser gustado por
cualquier persona medianamente cultivada. En segundo
lugar, y en relación con lo anterior, la misma visión del
mundo que el poeta exponga en su libro no intentará
forjarse con aquella suprema originalidad que le caracterizaba
en el inmediato pasado, en que el tema central y
luego toda su estela expresiva parecían de exclusivo usufructo
suyo, sin apenas concomitancias con los otros autores
del momento.
El mérito de un poeta no se cifrará ahora en su capacidad
para inventar de raíz un magno tema desde el que
extraer toda una red de implicaciones temáticas y estilísticas,
plenas de brilladora novedad, sino en mirar desde
una perspectiva totalmente suya un tema que es común
a todos, o, por lo menos, a muchos de los escritores de su
época. La diferencia no puede ser mayor, porque se ha
pasado de considerar que la misión del arte es la manifestación
de una personalidad insólita, a considerar que
no consiste tanto en esto como en expresar la emoción
34 PROLOGO
personal que en mi vida intransferible y única tiene un
sistema de sensaciones, afectos e ideas que yo comparto,
en algún grado, con todo un amplio sector de la humanidad
actual. Nótese que no se trata de repetir mecánicamente
lo que otro ha hecho, sino de inscribir un complejo
relativamente dado ya en una realidad humana nueva
que lo modifica esencialmente. Muchas veces ha sido afirmado
por tratadistas de la literatura que el poeta no necesita
ser original en las ideas que expone, y que es suficiente
con que lo sea en la emoción con que las expone.
La finalidad del poema es expresar la vida, y el pensamiento,
si lo hay, debe estar allí precisamente en función
de la vida, esto es, en cuanto inserto en ella formando
haz con otros ingredientes no racionales (sentimientos,
sensaciones, deseos, etc.). No importará, pues, o importará
muy poco, la originalidad de las ideas, e incluso su falsedad
(siempre que esa falsedad no nos impida verlas
como “posibles” en alguien, porque si esto sucediese fallaría
una ley del poema que exige lo que en un libro mío
he llamado “asentimiento del lector”). Lo esencial será
la originalidad del complejo formado al entrar las ideas
en una vida humana que se dice íntegramente. Pues bien :
de manera tácita, como es de rigor, tales son los supuestos
que yacen bajo la nueva poética que Historia del Corazón
contribuyó a formar. La poesía tanto pierde como
gana bajo la presión de la nueva actitud. Pierde, ciertamente,
en cuanto al deslumbrador brillo y la gallardía que
la originalidad extrema siempre llevan consigo. Y gana en
fluidez y naturalidad, en poder de comunicación con grupos
más vastos de hombres, según dejé dicho hace poco.
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 35
El vivir humano en “Historia
del Corazón”
Dentro de esta nueva atmósfera se redacta Historia del
Corazón. Indiqué páginas atrás que la solidaridad (foco
radiante del organismo aleixandrino) se aplicará ahora
no al universo material, sino al vivir del hombre. Claro
está que, en la etapa anterior, el hombre no permanecía
ajeno al cántico de nuestro poeta, sino que, por el
contrario, se situaba muy centralmente en él. Pero hay
que recordar que ese hombre de la primera fase era un
hombre elementalizado, que se manifestaba, en cierto modo,
como una parte más de la naturaleza, con la que sustancialmente
se confundía. Podemos, pues, asentar, aunque
dando un margen a la exageración, que Aleixandre en
ese tiempo no cantaba directamente al hombre, sino al
cosmos, pues al hombre solo lo cantaba en cuanto era
también cosmos.
Repito que en Historia del Corazón, opuestamente, los
ojos del poeta se vuelven al vivir del horribre. Nótese:
no digo “al hombre”, sino “al vivir del hombre”. Por lo
pronto, el vivir del propio poeta (por eso el libro es una
“historia del corazón”) ; pero también, y quizá sobre todo,
el vivir de la indefensa criatura humana, el vivir de la
inmensa criatura a la que llamamos Humanidad. He escrito
“el vivir humano” y debiera haber escrito “el transitorio
vivir humano”, si ello no implicase una garrafal redundancia.
El nuevo libro de nuestro autor está, en efecto,
cargado de la sensación del tiempo. Canta el vivir
del hombre a conciencia de su caducidad; o expresado
con más justeza : precisamente desde esa conciencia es de
donde el canto surge.
36 PROLOGO
El subtema de las edades
Debemos esperar, pues, lo que inmediatamente se nos
otorga en el libro: por todas partes pueden leerse composiciones
que se refieren a las edades del hombre. Encontramos
poemas que cantan al hombre y a la mujer otoñales;
y poemas de su juventud y plenitud. Y acaso más
característicamente aún, damos con un grupo, relativamente
numeroso en piezas y muy compacto, que se refiere a la
infancia, y con otro, no menos abundante, que alude a la
senectud. Es natural que así sea, pues esas últimas son
las edades-límite entre las que la vida del hombre se
mueve y las que de manera más acusada pueden procurarnos
la impresión del fugit irreparabile tempus. En ellas
fija Aleíxandre su atención con más intensidad, justamente
por su calidad de fronteras “entre dos infinitas oscuridades",
para decirlo con frase de nuestro autor.
Pero lo verdaderamente peculiar del volumen que consideramos
no es exactamente el uso de esa temática, que,
más o menos, aunque de distinto modo (sin ese carácter
sistemáticamente cíclico), ha sido utilizado en todas las
literaturas y en diversos tiempos; lo original es otra cosa,
muy visible en los poemas infantiles. En ellos nuestro
poeta se refiere a sí mismo en la niñez, y nos cuenta lo
que él entonces veía con sus puros ojos sin malicia: nos
habla del mundo, tal como fue contemplado desde la inocencia
pueril. Pero de tal manera (y ello es lo más característico)
que, al realizar esto, Aleixandre, probablemente
sin pretenderlo, introduce de refilón en su lírica un ingrediente
que ordinariamente, en la tradición poética española,
permanecía fuera del alcance de la poesía: la matización
psicológica del personaje imaginado. En efecto, en
estos poemas de niñez hay rápidos esbozos del modo de
ser del niño, estudios psicológicos en miniatura que, por
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 37
supuesto, constituyen uno de sus encantos más fehacientes
y representan algo así como la novelistización (pásese
el monstruoso vocablo) de la técnica poética. Porque es
evidente que el empleo de la capacidad psicológica es algo
insólito en el poeta lírico, como he dicho (si prescindimos
del poeta anglosajón contemporáneo), y, en cambio, absolutamente
propio del novelista.
En un sector de Historia del Corazón hay, pues, una
técnica en cierto modo novelística. Tal fenómeno tiene
en el libro más importancia de la que en un primer pronto
estaríamos dispuestos a concederle, pues se manifiesta en
él de muy diversas maneras, y no solo en la apuntada. Ante
todo, hay que señalar a este respecto la fuerte tendencia
que se dibuja en ciertas páginas del volumen al estilo
narrativo. De otro modo, salta a la vista el empleo, ciertamente
moderado y discreto,'que nuestro poeta hace de
expresiones familiares; y las referencias, espaciadas también,
pero muy notables, a momentos de la vida diaria.
Congruentemente, la música del versículo se muestra como
mucho más cercana al ritmo coloquial, y en este aspecto
resulta más flexible que en Sombra del Paraíso, Todo ello
en globo, junto a otras particularidades, me mueve a decir
que Historia del Corazón es una obra realista, en lo
que coincide esta con el clima de la poesía española de
posguerra. Una de las posibles direcciones de todo realismo
consiste en la importancia que el poeta atribuye al
pensamiento afectivo. Historia del Corazón es una de las
creaciones actuales donde la poesía se determina a ser más
dicisivamente palabra conllevadora de ideas vividas, es
decir, sentidas. Dos extensas partes del volumen (tituladas
“La mirada extendida” y “Los términos”) están precisamente
constituidas por poemas de esa índole. Agreguemos
algo esencial: ese par de zonas son las que pro38
PROLOGO
porcionan al libro su cabai significación y por las que este
adquiere una característica vastedad y grandeza.
Pupila totalizadora
Esas cualidades (grandeza, vastedad) son igualmente reconocibles
en las anteriores obras de Aleixandre, sobre
todo en La Destrucción o el Amor y en Sombra del Paraíso.
La universalidad es la nota quizá más sobresaliente de
la mirada aieixandrina. La pupila de nuestro autor, ávida
de inmensidades, suele proyectar en un horizonte sin término
el objeto particular que un momento ha detenido
su atención, porque el poeta comprende en seguida el cariz
de “parte” de un todo que ese objeto incluye, y cómo
es esa totalidad a la que su presencia se refiere. Aleixandre
es así un poeta totalizador. Mas no lo es de la misma
forma en todos sus libros. Si el modo de mirar es el mismo,
lo distinto radicará en la índole del objeto mirado. En
la primera época, el tema (ya lo sabemos) era la elementalidad
de las cosas y los seres vistos como mera naturaleza.
Ahora bien: la totalización correspondiente al cántico
de un objeto elemental (la piedra, por ejemplo) será
el cántico de los mundos todos, del cosmos en su conjunto.
No es preciso repetir que ese es e l asunto de múltiples
poemas aleixandrinos (o fragmentos de poemas) anteriores
a Historia del Corazón, Paralelamente, si el objeto de esta
última obra es, dijimos, el vivir humano, ante todo el vivir
actual del propio poeta, la universalización de tal temática
se hallará en la contemplación del íntegro transcurrir
de una vida, no vista en una sola edad, como es
normal en poesía (el poeta suele hablar desde sus mismos
años), sino mirada sucesivamente, de modo abarcador, en
las diferentes etapas que la constituyen (infancia, juventud,
madurez y vejez). No es cuestionable el hecho de que
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 39
Historia del Corazón contenga constantes visiones de esta
clase y que esa amplitud le caracterice. Pero aún observaremos
en tal obra otro modo de universalización, más propiamente
tal, cuando en ciertos poemas lo que se canta no
es el vivir de un hombre (el poeta, su amada), sino el
vivir de todos los hombres, el vivir de la Humanidad entera.
Sirvan de ejemplo las piezas tituladas “En la plaza",
“El poeta canta por todos” o “Vagabundo continuo”, como
más representativas.
Pero el paralelismo que andamos buscando entre el periodo
anterior y el actuai no se detiene aquí. En la etapa
primera, Aleixandre nos habla de la unidad material del
mundo. Un tigre, una rosa o un río son solo-—d e c ía -
apariencias disímiles de 3o sustancialmente idéntico. Correspondientemente
ahora, en su otra ladera humana, Historia
del Corazón nos hablará de la fraterna unidad espiritual
que forman todos los hombres. La Humanidad
es una criatura única:
Porque todos son uno, uno solo; él, como él es todos.
(Jna sola criatura viviente, padecida, de la que cada uno. sin saberlo,
es totalmente solidario.
(“La oscuridad1'.)
Más aún: del mismo modo que en La Destrucción o el
Amor todas las cosas tienen un ansia de fundirse con la
materia (de la que no son, en verdad, distintas), ahora
cada hombre (y el poeta como uno más) experimentará
un deseo de comunión espiritual con sus hermanos; un
deseo de unirse, mezclarse, confundirse multitudinariamente
con ellos:
No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente
imitar a la roca,
40 PROLOGO
sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha de fluir y perderse
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los
hombres palpita extendido.
(...)
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.
("En la plaza".)
Por último, en Sombra del Paraíso y La Destrucción o el
Amor, solo cuando los seres lograban la casi mística fusión
con el cosmos advenían a plenitud y realidad, pues
la única realidad auténtica era esa telúrica indiscriminación.
No deja de ser sorprendente que hasta en punto tan
sutil Historia del Corazón nos ofrezca una significativa réplica.
En la pieza titulada “El poeta canta por todos” se
nos cuenta cómo, al sumirse en la multitud, el poeta expresa
los sentimientos generales, y cómo entonces el cielo,
al devolver- el humano coro, resulta “completamente
existente” :
Y es tu voz ]a que los expresa. Tu voz colectiva y alzada.
Y un cielo de poder/o, completamente existente,
hace ahora con majestad el eco entero del hombre.
(Séame concedido aludir en este paréntesis a otro significativo
paralelismo que la última cita nos muestra. Se
refiere a la misión del poeta. En los versos traídos a recuerdo
vemos al poeta actuar como portavoz de-la Humanidad.
No es él en realidad quien habla, sino son los
otros, a su través, quienes se expresan. De parecida forma
veía antes Aleixandre al poeta, solo que, congruente,
con su distinta perspectiva, era entonces la tierra, el entero
cosmos, quien prestaba su soplo a la palabra que el
poeta articulaba.)
El poeta se reconoce en los demás. Más aún: todo hombre
adquiere su auténtica realidad, su “reconocible" reaLA
POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 41
lidad, al ingresar en el ámbito colectivo. Esa es, a mi entender,
la explicación de un vocablo (reconocimiento) que
salpica caracterizadamente muchas páginas de Historia
del Corazón. Solo se es en cuanto se es solidario de los
otros, y, por tanto, solo se reconoce uno cuando se siente
unido a la gente, cuando se va, como uno más, entre
la muchedumbre humana:
alíí cada uno puede mirarse, y puede alegrarse, y puede reconocerse.
(“En la plaza” .)
Esa colectividad puede estar otras veces representada,
como resumida, en dos únicas personas: el amante y la
amada. La amada será símbolo, pues, de la compañía,
apoyo frente al desamparo, frente a la desazón y el dolor,
frente al esfuerzo de vivir. Y así también en ese tú
que es la amada nos reconocemos:
(El amor es como una explosión), como una gran luz en que los
dos nos reconociéramos.
(“ La exp lo sión " .)
Tal es la razón de que aparezcan tantos poemas de
amor en Historia del Corazón, que no es un libro de
amor, sino de solidaridad humana. De los cuarenta y ocho
poemás del libro, veintiséis cantan el asunto erótico, ya
con visión abarcadora e integradora de todo el vivir del
hombre, ya con más limitación y acotada consideración.
Quiero destacar el hecho de que también aquí hallamos
proximidad y lejanía con respecto al ciclo Pasión de la
Tierra-Nacimiento Ultimo. Esa proximidad consiste en
ser en ambas épocas el amoroso uno de los centros temáticos.
Pero como la raíz de ese absorbente tema aparece
en ambos como disímil, disímil se hará, en uno y otro
caso, la contextura y el color de la planta que de esa
42 PROLOGO
raíz brota. En la primera época de Aleixandre se trataba
de cantar lo elemental, y amor significaría, por consiguiente,
según hemos ya indicado, apasionamiento, frenesí.
En Historia del Corazón, en cambio, el poeta intenta
expresar el vivir humano en cuanto temporal convivencia,
y el amor se manifiesta entonces sobre todo como
compañía, como existencia entrañadamente conjunta a lo
largo de los años.
Pupila analítica
No hemos terminado aún el examen de estas semejanzas
y correlativas desemejanzas entre las dos etapas poéticas
que comparamos. Una pregunta nos resta hacer: ¿Es
siempre, y sin excepción, sintética, abarcadora, la contemplación
aleixandrina de las cosas o, al menos, tiende
a serlo en todo instante? Parciales y en definitiva incomprensivos
seríamos si lo pensásemos así. Porque en la
obra del poeta, al lado de esa visión general de lo mayúsculo,
se da, casi constantemente, en significativo contraste,
la visión particular, pormenorizada, de lo mínimo,
y en esto Aleixandre se nos manifiesta como cumpliendo
de un modo original una ley de nuestra literatura: la
oscilación entre opuestos; y aun otra ley que se ha manifestado
igualmente en nuestro arte: la honda creencia
de que todo cuanto existe, por mínimo o desdeñable que
parezca, es digno de entrar como tema en una representación
estética. El español suele sentir en lo más profundo
de su ser, en efecto, un ánimo igualatorio de esa jerarquización
con que la realidad social" y natural se ha
escalonado a otros ojos menos niveladores que los nuestros.
Al característico hombre de Iberia todas las cosas y
los seres parecen presentársele como idénticamente valiosos.
Y así, Velázquez, según observó Ortega, retratará
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 43
lo mismo a un monstruo que a un rey; el Arcipreste de
Hita (notó Pedro Salinas) elegirá como serio objeto de
una elegía no a un personaje eminente por su alcurnia
o su elevada virtud, según sería normal en este género
de poesía, sino a una alcahueta; y el autor del Lazarillo,
por vez primera en la literatura universal (véanse Vossler,
Salinas y Dámaso Alonso), concebirá revolucionariamente
la idea de héroe literario, haciendo que lo sea de su
novelita, sin voluntad de caricatura, no un ser excepcional,
un caballero de probado mérito, sino un pobre chico;
un vulgar mendigo, un desheredado hijo del pueblo.
El hispánico temple se encarna una vez más, y ahí tenemos
para probarlo la obra de Vicente Aleixandre. Porque
en ella observamos esa misma intención allanadora
que es perceptible, aquí y allá, a lo largo de nuestra cultura,
y lo minúsculo será tratado en estos versos con
igual valor e interés que lo ingente. Esto ocurre lo mismo
en Historia del Corazón que en los libros anteriores,
aunque la materia respectiva sea distinta, tal como hemos
ido notando en las otras ocasiones.
En la etapa precedente podía Vicente Aleixandre cantar,
junto al “imposible choque de las estrellas”, la presencia
del diminuto escarabajo, “que también brilla en
el día”, y no se le escapaba tampoco, por ejemplo, en
medio del estruendo de la tempestad el leve transcurrir
de una casi invisible mariposa:
Oigo un rumor de foscas tempestades, remotas.
Y penetro y distingo el vuelo tenue, en truenos,
de unas alas de polvo transparente que brillan.
(“A dió s a los campos”, de S ombra d el Paraíso.I
En Historia del Corazón el fenómeno se reitera, pero
ahora referido también al nuevo objeto: al vivir humano.
Al lado de la visión de. colectividades, pongo por caso,
44 PROLOGO
puede este libro situar la contemplación de la mano amada,
y más aún, del poro de su piel, invisible al ojo normal
(léanse los poemas titulados “Mano entregada” y
“La frontera”). Parece como si el autor hubiese acercado
una lupa al cuerpo de la persona querida y observase
a su través con pausado deleite cada mínimo pormenor
de su realidad física.
En otras ocasiones, son las propias reacciones psicológicas
las sorprendidas en su minuciosidad. La imagen de
la lupa no nos vendría bien aquí; en cambio, la técnica
cinematográfica nos brinda otra inmejorable de entre su
repertorio de procedimientos. Aludo a la “cámara lenta".
Aleixandre capta, en ciertos instantes, a cámara lenta su
movimiento psíquico, alargándolo en otro acusadamente
más despacio que el normal. Un poema puede servir de
ilustración a lo dicho: “Nombre”. Su asunto es este: el
poeta se dispone a pronunciar el nombre amado; decide
callarse, sin embargo. He aquí un suceso bien simple y
de duración casi instantánea que Aleixandre resuelve en
veintiocho largos versículos, descomponiéndolo y recreándose
casi encarnizadamente en su detenidísimo análisis.
Aceptación y piedad
Cierto: la dirección de la solidaridad, que antes iba,
sobre todo, hacia el universo material o el ser humano
en cuanto próximo a la Naturaleza, ha dado un giro importante,
y se centra ahora en la consideración de la
vida. Añadamos algo: la contemplación del vivir realizada
por nuestra autor está hecha, por lo general, desde
una cumbre de personal existencia (con excepciones significativas
que antes señalé). Se nos habla casi siempre
desde una edad más que madura. Pero además (y esto
es imprescindible para comprender el libro) el poeta tieLA
POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 45
ne plena conciencia de ello. Insiste este una y otra vez
en la idea de que la tarde de su vivir está próxima a caer
en el horizonte (léase, por ejemplo, “La explosión”). Ahora
bien: este conocimiento no envuelve desesperación,
no envuelve rencor, sino, por el contrario, amorosa piedad
hacia el prójimo y aceptación del propio destino. Creo
que estas dos notas (aceptación enteriza y piedad) son
esenciales en el volumen, y contribuyen decididamente
a aportarle ese caliente vaho de humana, comprensiva
benignidad que todo lector nota desde sus primeras páginas.
Tal aceptación constituye en el poeta una actitud nueva,
pero una actitud tampoco incongruente con la mantenida,
por ejemplo, en La Destrucción o el Amor o en
Nacimiento Ultimo. Estas dos obras, por su mayor atención
hacia lo natural y cósmico que hacia el vivir mismo
del hombre, solo consideraban la muerte en su aspecto
amoroso de fusión con la radiante unidad del mundo, y,
en consecuencia, la cantaban con gozo, no con melancolía.
En Historia del Corazón, Aleixandre, piadosamente
atento ya a la persona misma del hombre, y, sobre todo,
a esa persona en cuanto ella es historia, no exultará de
dicha, ciertamente, al mentar el fúnebre suceso, mas hará
algo equivalente dentro de su nueva órbita: aceptarlo
con valiente y serena resignación, del mismo modo que
acepta la dificultad y el esfuerzo que toda existencia (la
suya también) implica.
La vida como esfuerzo: duración
e instantaneidad
Porque es preciso mencionar que Historia del Corazón
ve la vida como un esfuerzo, como un difícil laborar continuo,
como un fatigarse sin tregua en la realización de
sí mismo, idea en la que incide también una cierta zona
46 PROLOGO
del pensamiento filosófico actual y que así mismo ha tenido
expresión fuera de la poesía, en la novela (por ejemplo,
Hemingway: The oíd man and the sea) o en el teatro
(por ejemplo, Thornton Wilder: The skin of our teeth).
Un poema como “Difícil” podría testimoniar cuanto digo.
De ahí el símbolo de la selva, que aparece en “Vagabundo
continuo”, y otros muchos parecidos que conducen
a idéntico fin. Y así, el vivir está mirado como la
ardua subida a una montaña (“Ascensión del vivir”, “Ten
esperanza”), o como la travesía de un desierto interminable
(“Entre dos oscuridades, un relámpago”), o como un
navegar, un remar, un esforzarse en un mar bravio (“Difícil”),
o como un cansado pasaje a .través de caminos,
estepas, trochas, llanazos (“Vagabundo continuo”), o simplemente
como una larguísima jornada, como un camino
fatigoso (“El otro dolor”). Símbolos todos coincidentes
en la representación de lo temporal por medio de ciertas
imágenes espaciales que nos dan idea de cómo la
existencia, al consistir en un “hacerse” contra resistencias
constantes, resulta siempre problemática, trabajosa,
y en este sentido larga, muy larga, inacabable. Ahora bien:
en Historia del Corazón tal intuición de la realidad contiene
dentro de su mismo seno otra como digerida, pese
a que, a primera vista, parezcan ambas incompatibles: ei
hecho patético de la brevedad de la existencia humana.
Brevedad y larga duración de la vida son cosas, en efecto,
contradictorias. No obstante, esa contradicción se deshace
en el momento que las pensamos (y tal ocurre
en Aleixandre) desde dos diferentes perspectivas. Pues
si la vida, divisada desde la fatiga dei vivir trabajoso, es
una larguísima duración, oteada desde la mortalidad humana
se nos aparece como terriblemente fugaz, como casi
instantánea: “el instante del darse cuenta entre dos infinitas
oscuridades”.
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 47
Pero como ese par de concepciones son únicamente dos
vistas, tomadas desde dos distintos lugares, de un mismo
territorio, la expresión poética que las apresara tenía también
que ser única. El poeta dio intuitivo cauce a las dos
opuestas ideas con la necesaria unicidad expresiva, al utilizar
imágenes en muy variadas situaciones, que por su
carácter complejo pudiesen expresar la complejidad de la
visión. Unas veces el existir (en este caso, el existir amoroso)
queda visto como “una explosión que dura toda
la vida” (“La explosión”) ; otras (dentro de ese mismo
poema) como una gran tarde que fuese “la existencia
toda” ; o, con mayor precisión aún quizá, como un solo
día en que hubiera el hombre recorrido un larguísimo
paisaje que es la carrera completa del vivir (“Ascensión
del vivir”); o como una única noche (“Enjxe dos oscuridades,
un relámpago”) en que la pareja humana atravesase
un interminable desierto (el vivir también) bajo una
sola luna instantánea, “súbita”, que dura lo que la vida.
Esperanza
Y ahora conviene recordar lo que decíamos hace poco.
Frente a esa fugacidad humana y frente a esa accidentada,
dura, interminable “ascensión del vivir”, no se produce
la desesperación, sino la grave aceptación dentro del
complejo conocimiento. Esa resignación viril frente al esfuerzo
vital, primero, frente a la muerte, después, se acusa
como ejemplarmente ética. Y tal rezumamiento moral
es en sí mismo esperanzador en cuanto obstáculo a la
desesperación. Pero la esperanza flota de otro modo en
el libro, el modo más claro, el más decisivamente expuesto:
como resultado de la fraternidad humana. Apoyándose
unos en otros, brota, como un cálido vaho de humanidad,
la esperanza. Y aún cabe un tercer modo de
48 PROLOGO
esperanza, este más vago, apenas entresoñado: el de una
posible luz divina. La divinidad personal amparadora se
había esbozado ya en algunos poemas de Sombra del Paraíso,
sobre todo en ios titulados “Al cielo”, “Destino de
la carne” y “No basta”. Esos tres poemas (y por otras
razones que no son del caso otros varios más) representan
en Sombra del Paraíso el tránsito a Historia del Corazón.
Todavía en ellos, ciertamente, el Dios que se dibuja
es una emanación, una espiritualización del universo.
Mas esa espiritualización estaba en tales poemas tan acentuada,
la divinidad aparecía tan despojada, tan enajenada
de la materia original, que solo por ciertos pasajes muy
explícitos podíamos seguir hablando sin exageración de
“espíritu cósmico” y no de Dios a secas. En Historia del
Corazón el proceso ha continuado, y ya el numen divino,
aunque apetecido desde la oscuridad, adquiere bulto completamente
personal. El poeta se manifiesta en Historia
del Corazón como hombre que desde la tiniebla ansia
la luz. Pero la fuerza divina “jamás se explica”, no es
“respondiente”, y sus hambrientos, los hombres, “famélicamente
de nuevo” echan a “andar”. Por eso la vida
queda contemplada como un relámpago “entre dos oscuridades”,
dos abismos de los que nada sabemos; y por
eso, en otro poema se dice del humano:
Nunca has sabido, ni has podido saber.
El libro acaba con una composición titulada “Mirada
final (Muerte y reconocimiento)”, quizá la más explícita
de todas en el roce de la inmensa cuestión. El hombre
ha muerto ya. Ha rodado toda la vida “como un instante”,
y, por último, derribado, definitivamente derribado
(muerto), abre los ojos y ve
en el fin el cielo piadosamente brillar.
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 49
Con estas entreoídas palabras termina Historia del Corazón,
La expresión aleixandrina
Gran parte de las páginas anteriores han tendido a
ofrecer de modo sistemático lo que llamaríamos formalización
o estructura de los asuntos aleixandrinos. Pues,
como he indicado en otro trabajo, los asuntos de un poeta
orgánico, como lo es en grado eminente Aleixandre, se
constituyen en forma, ya que la diversificación temática
encubre siempre un fondo que le da sentido: el centro
radiante de toda obra, que en nuestro caso, hemos dicho,
está representado por un impulso de solidaridad con respecto
ai universo cósmico y al vivir del hombre, a través
de dos épocas bien diferenciadas: una primera época
individualista y una segunda época de integración en
la colectividad. No hemos hablado, en cambio, de la resultante
expresiva de tal cosmovisión en su doble vertiente,
con ser de suma importancia al objeto de individualizar
a nuestro poeta. Ese corpus temático, de tan
redonda coherencia, no puede reflejarse sino en un lenguaje
propio e idóneo.
Y aquí habríamos de distinguir entre los dos ciclos en
que hemos separado su poesía. En el primero, ciclo individualista,
la sintaxis, el léxico y también los materiales
imaginísticos poseen un alto grado de originalidad, en
respuesta a la originalidad del mundo evocado. Aleixandre
se comunica entonces a través de toda una serie de
fórmulas expresivas llenas de sorpresa y se manifiesta
como un poderoso creador idiomático. En correspondencia
con su idea de la unidad cósmica, por ejemplo, nace
un tipo de conjunción “o” que tiene la particularidad
de no ser disyuntiva, sino identificativa de los dos miembros
por ella ligados. Cuando escribe, pongo por caso,
50 PROLOGO
“quiero amor o la muerte”, no da a entender una posible
vacilación entre dos posibilidades escindidas (muerte y
amor), sino que plasma un deseo único: amar como equivalente
a morir (de ahí el título de uno de sus libros:
La Destrucción o el Amor). Este que he citado es solo
un caso entre muchos de la capacidad creadora de nuestro
poeta con respecto al lenguaje.
En mi libro sobre su poesía he analizado detenidamente
numerosos módulos expresivos en que Aleixandre se
ha mostrado como innovador. Todo ello se refiere principalmente
a la época primera de su obra, porque en la
segunda el cese o grave atenuación del individualismo
trae como consecuencia la casi extinción de esa clase de
sorpresas, para concentrar su atención en novedades menos
radicales, como lo es el propio tema cantado. También
aquí sería lícito hablar de que la novedad se refiere
únicamente a la perspectiva desde la que se contempla un
lenguaje relativamente común a todos.
V
SINTESIS DE LAS DOS ETAPAS ALEIXANDRINAS
Importa considerar ahora, como cierre de este prólogo,
otro de los libros de Vicente Aleixandre, En un Vasto Dominio,
el más extenso de todos los suyos y sin duda uno
de los más importantes (luego veremos todo el alcance
de esta información). Para emitir un juicio tan rotundo
y de entrada, no sería condición suficiente, aunque sí
necesaria, el reconocimiento, en el volumen que nos ocupa,
de lo que llamaríamos “calidad de altura”. Necesitaríamos
además, y sobre ello, entender la nueva obra
como un dato que viene a ensanchar nuestro conocíLA
POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 51
miento de] autor; o, de otro modo, como un dato que
modifica, por enriquecimiento, el sistema formado por los
libros anteriores. Hay señal infalible para reconocer un
libro como capital dentro de la producción de un poeta
de primera fila: su capacidad para persuadirnos de algún
grado de incomprensión en nuestra antigua composición
de lugar con respecto a este último. Los poemas
postreros dan nuevos significados a los anteriores; y tanto
más decisivo será el libro reciente cuanto más trastornador
del previo sistema. Por ello un poeta para crecer
no necesita forzosamente mejorar la calidad de sus composiciones
(que tal vez fuese ya elevada), sino ensanchar
su visión del mundo. La visión, al ensancharse, altera la
antigua red de relaciones entre los diversos poemas, y
cada uno de ellos se enriquece y mejora. Solo cuando
ocurre semejante fenómeno de cambio, esto es, cuando
podemos decir sin paradoja que el presente modifica el
pasado, concluimos que la cantidad cuenta como calidad.
La lectura de En un Vasto Dominio es decisiva, en este
sentido, para el cabal entendimiento de las dos series
poéticas aleixandrinas anteriores: la que con palabra algo
inexacta hemos denominado “cósmica” o “natural” (abarcadora
de todos los libros de Aleixandre, excepto uno
al aparecer este volumen) y la que denominaremos “humana”
o “histórica”, que comprendía hasta ahora un solo
volumen, bien que extenso: Historia del Corazón. A esta
segunda etapa viene a sumarse con su gruesa presencia
el libro que comentamos. Pero viene a sumarse no como
una mera adición, sino, revolucionariamente, retroactivando,
insuflando significado a lo ya escrito. No es difícil
comprobarlo.
En un Vasto Dominio viene hoy, en efecto, a ensanchar,
enriquecer y perfilar los conceptos expresados con ante52
PROLOGO
rioridad; a ensamblar más bien, repito, la duplicidad
de enfoques que Aleixandre nos ha entregado en sus dos
esenciales fases. El nuevo libro tiene en cuenta la nueva
índole histórica del hombre en mayor grado aún que
Historia del Corazón y también su unidad social, pero sin
desatender por ello, al revés de lo que en Historia del
Corazón ocurría, el carácter de unicidad material que el
autor nos había hecho observar en el universo, desde
Ambito a Nacimiento Ultimo, La obra se ofrece, pues,
como una síntesis de los dos previos sistemas de Aleixandre;
nos hace ver esos dos sistemas como meras partes
de otro más amplio y comprensivo, de forma que es
ahora cuando de veras entendemos aquel par de orbes
poéticos de una manera última y cabal al entenderlos
en su interconexión. En un Vasto Dominio opera, pues,
en nosotros, sus lectores, como repentina iluminación retrospectiva
(y ello, es, sin duda, uno de sus valores), pero
tal cosa no hubiera sido posible si el libro, por añadidura,
no agregara a la concepción del mundo de Vicente
Aleixandre nuevas aportaciones que lo complementasen
y le otorgasen integridad. Lo que nos gusta del libro
en muy primer término es, justamente, lo que llamaríamos
su originalidad dentro de la obra de Aleixandre. Y
esta originalidad se nos hace más meritoria porque, como
acabamos de decir, no implica contradicción o negación
de los tomos anteriores del poeta, a los que, por el contrario,
aumenta y ratifica.
Son, así, dos los valores que el lector concede inicialmente
al libro: el de la confirmación de lo ya leído y el
de la originalidad de lo que tiene ante los ojos. El primero
nos remite a un pasado de pronto acrecido y mayor;
y el segundo nos ata a un presente que irrumpe,
ante todo, como sorpresa. Pues el poeta no repite lo ya
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 53
dicho en volúmenes antecedentes: simplemente cuenta
con ello, obligándonos a nosotros, a través de meras
alusiones, a hacer lo mismo. Cuando dice:
Si tú mueves esa mano, la ciudad lo registra un instante y vibra
en las aguas,
y si tú nombras y miras, todos saben que miras,
etcétera, nosotros ponemos detrás de tales palabras el
magno contexto de Historia del Corazón, donde el poeta
ha hablado de la unidad que colectivamente forman los
hombres, la comunión que implican. Tal será el supuesto
ideológico, tácito aquí, pero expreso en aquel otro libro,
desde el que se hacen por completo inteligibles los dos
versículos copiados. Pues si los hombres forman un solo
organismo múltiple, cada gesto repercutirá en el innumerable
prójimo que nos rodea, donde ese gesto quedará
inserto y registrado.
La materia como proyecto
Las alusiones son otras veces al mundo que se expresa
desde Ambito a Nacimiento Ultimo. Pero siempre se
tratará de simples zonas de despliegue para saltar desde
ellas hacia desarrollos inéditos. Pues la consideración de
En un Vasto Dominio sobre el mundo cósmico se realiza
desde la perspectiva histórica descubierta, para Aleixandre,
en Historia del Corazón. Ahí yace el secreto de
su hiriente novedad congruente. Historia del Corazón, en
afecto, al enfrentarse con la vida humana, la había concebido,
dijimos, dinámicamente, como un esforzado “hacerse”.
La idea de la vida como proyecto que yace en la
base de las filosofías más significativas de la hora presente
encarna con naturalidad en la poética de Historia
54 PROLOGO
del Corazón. Vivir es trabajo, autorrealización. Nuestro
ser de hombres no es algo estático y dado; no es un regalo,
sino una proposición; no una cosa, sino una tarea.
Pero ahora, En un Vasto Dominio amplía este concepto
y cubre con él también, repito, la realidad material en
la que el universo originariamente consiste. La inicial
materia unitaria entró en un proceso de diversificación
espiritualizadora que le condujo ai hombre. El hombre
fue un “proyecto” de la materia progresiva, el resultado
de su milenario tesón, esfuerzo y aventura. Los diecisiete
poemas del capítulo I del libro, Primera Incorporación,
están dedicados a narrar esta pasmosa hazaña de materia
sucesiva en trance de encarnación humana. Vicente Aleixandre
examina, diríamos que con un grueso cristal de
aumento, cada uno de los elementos corpóreos: el vientre,
el brazo, la sangre, la pierna, sexo, la cabeza, el pelo,
el ojo, la oreja, el interior del brazo, la mano...
Esta técnica de ampliación del objeto, visto como a
través de un microscopio, afín a Proust, aunque al mismo
tiempo muy distinta de la usada por el novelista
francés, era, por su novedad, uno de los grandes logros
de Historia del Corazón. Pero en Historia del Corazón
su empleo era parco; se limitaba a tres poemas tan solo
(“Mano Entregada”, “El Hombre”, “La Frontera”). Ahora
el enmarque dilatador se generaliza en toda la parte
inicial de En un Vasto Dominio. Pero la originalidad del
enfoque, con ser elevada, lo es menos que el tratamiento
temático propiamente dicho. Pues lo que se describe
en los poemas no es tanto cada una de las partes del
cuerpo como su proceso histórico: la lucha de la materia
para hacerse oreja, brazo, pelo de hombre. La novedad
y hondura de la visión poética aleixandrina en este caso
las podemos medir por la distancia de la percepción ordiLA
POESIA DE VICENTE ALE ÍX AND RE 55
naria. Donde nosotros vemos una realidad estática, dibujada,
precisa, que está ahí con carácter de parecer
absoluto (una pierna, unos ojos, un vientre), Aleixandre
contempla, ante todo, un movimiento, un dinámico ocurrir,
un suceso. La cabeza, el brazo, la cabellera, son
tanto extensiones como acontecimientos. De ahí el continuo
uso de verbos de movimiento para expresar el ser de
esas realidades corporales que se nos aparecen súbitamente
como acciones. El tronco “crece” y “surte” con esfuerzo;
el vientre “sube en savia clara” “y se hace pecho”,
“y aun más envía”, “y es son, rumor de voz”, y “sube más
y es luz: sus ojos puros” ; la carne “como una ola
pura — cubrió la arena o hueso de ese brazo, — hasta
llegar caliente, viva, a la mano extendida — y allí doblar
como una onda que muere — salpicando, ya rota,
entre los dedos. — El brazo así completo nació y puso
su peso mineral sobre la tierra”, etc.
Las citas podrían prolongarse hasta casi la copia exhaustiva
del capítulo I del volumen, pues en él apenas
hay poema que no vea a su objeto temático, una parte
del cuerpo, como actividad. Mas nótese que esa actividad
que el poeta atribuye a los miembros y elementos del
cuerpo no consiste sustancialmente en la función que les
sea propia (piernas, correr; ojos, mirar, etc.), sino en un
dinamismo autocreador, por medio del cual se hacen a sí
propios.
Por eso dije antes que la idea de la vida humana como
programa a cumplir, común a Historia del Corazón y
al pensamiento filosófico ambiente, se trasplanta en este
libro a la materia misma, que también esforzadamente
se autoproyecta. La materia es, como el hombre, voluntad,
esfuerzo, y, por tanto, en cierto sentido, hasta
responsabilidad. “Primero fue desde el tronco la aven56
PROLOGO
tura—el proyecto—■, la insinuación lentísima y robusta:
el hombro duro.” (“El brazo”.) “Rugosa, apresurada, revuelta,
no indecisa— la oreja se ha formado por siglos
de paciencia—, por milenios de enorme voluntad esperando.
(“La oreja, la palabra”.) Al definir al hombre con
fluencia autocreadora, la metafísica de nuestro tiempo
se ha tornado en ética y la poesía actual, que sigue idéntico
derrotero, se tiñe de moralismo.
Vicente Aleixandre da un paso más y convierte hasta
cierto punto en moral la evolución misma de la materia,
con lo cual lleva a culminación su vieja tendencia a espiritualizar
lo puramente cósmico. En Sombra del Paraíso
ese proceso era ya visible, aunque allí predominaba la visión
contraria (mas no contradictoria) del hombre como
naturaleza.
Todo uno es lo mismo
Poniendo ahora juntas estas concepciones sucesivas y
congruentes (hombre como naturaleza y naturaleza como
espíritu), entenderemos perfectamente otra de las ideas
radicales del libro: la unidad en la total creación en su
conjunto materia-espíritu. Pues si desde cierto ángulo ve
Aleixandre lo que de naturaleza tiene el hombre y desde
otro lo que de espiritual tiene la materia evolucionante,
se cae de su peso que hay en esas dos realidades
los mismos factores constitutivos, aunque en diferente
proporción: materia y espíritu. Todo será así uno y lo
mismo en formalizaciones diversificadas a través de los
tiempos.
El segundo poema del libro, “Materia humana”, y el
último, “Materia única”, versan sobre tan sustantiva cuestión,
El nombrar y el mirar, faenas eminentemente, espirituales,
son “la onda pura de una materia” y una mateLA
POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 57
ria será la ciudad (la sociedad): “una materia única en
la que todos son, por la que todo es y por la que todos
están”, “onda de la materia pura en la que inmerso te
hallas, que por ti existe también y que desde lejísimos te
ha alcanzado” ... “Todo es tu cuerpo inmenso.”
Cada ser consistirá en un acorde, una pulsación de esa
única materia propagante, una encarnación momentánea
de la sustancia fluyente. Por eso en ti late “el guerrero,
el emperador y el soldado, el monje y el anacoreta; la
cortesana pálida que acaba de ponerse su colorete en la
triste mejilla, ah, cuán gastada. Allá en la infinitud de
los siglos”.
Todo es presente: “La Pareja”
En este sentido “todo es presente” (ya veremos cómo
Aleixandre, complejamente, opone, sin contradicción, a
esta idea, dentro de En un Vasto Dominio, su aparente
contraria : la plasmación historicista del hombre). Todo es
presente en cuanto es idéntica la materia que se formaliza.
Se nos aclara de este modo la significación de ese
extraordinario poema que se titula “La Pareja”, única
pieza del libro que habla del amor. Digamos un poco al
margen que el casi abandono, notable en este libro, del
motivo erótico, .tan consustancial al anterior Aleixandre,
es consecuencia de la atención que el poeta presta a sectores
inéditos de su mundo. Siempre fue norma aleixandrina
tratar las distintas zonas de su orbe poético en libros
aparte, que luego quedan como subsumidos en los
volúmenes siguientes a través de meras referencias corroborantes.
Así ocurrió, por ejemplo, con el tema de la
unidad material del universo, que, tocado por Vicente
Aleixandre en La Destrucción o el Amor, no volvió a
aparecer, sino bajo la especie de ligeras menciones, en
58 PROLOGO
Sombra del Paraíso y Nacimiento Ultimo, hasta que En
un Vasto Dominio retorna a él para darle dimensiones
más amplias y profundas, según hemos notado. El tema
del amor, tratado en diversos puntos de vista en varios
tomos anteriores, no necesitaba de nuevos enfoques extensos.
El poeta lo toma aquí en una única ocasión para
ampliar su contextura interna al introducirlo en el nuevo
ámbito descubierto. Lo que el poema narra es lo siguiente:
dos amantes están junto a la ventana. Ríen, en su
amor, inmóviles, mientras a su alrededor todo cambia,
se transforma, fenece. El universo no es más que una
lágrima en la mejilla divina y la totalidad de los tiempos
es el instante de la evaporación de esa lágrima. Pero, ocurrida
ya tal extinción,
la pareja en la sombra ríe y ríe. El alféizar.
Cristalino se escucha su reír sin suceso.
Sobre un fondo purísimo de silencio absoluto,
la pareja en la noche
aquí está o aquí estaba, o estará, o aquí estuvo.
En el poema hay, pues, graves consideraciones sobre la
fugacidad de la vida y del universo; pero no es eso lo
que me interesa destacar de momento, sino el significado
simbólico de esa pareja inmutable a través de los siglos,
que se nos aparece como la viva ilustración de aquel continuo
presente a que alude el segundo poema del volumen.
Si en mí, amante, está el soldado, el monje y la
cortesana, con más razón se- hallarán aquellos seres que
coinciden conmigo en mi actividad fundamental: el amor.
La pareja de la ventana es, pues, la condensación de las
sucesivas parejas habidas y por haber, legión, de amantes
que el poeta resume en singular concreción, a la que
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 59
sitúa como fuera del tiempo para indicar su perduraba
lidad.
Por eso los amantes se hallan “inmóviles” y su dicha es
un reír “sin suceso”. Añadamos entre paréntesis que el
poeta aprovecha su visión intemporal de esas criaturas
(colocadas incluso más allá de un universo fenecido), para
expresar, por insinuación, lo que llamaríamos “triunfo del
amor”. Vicente Aleixandre de nuevo recoge aquí, e inesperadamente,
una de las ideas que tuvo más desarrollo
en sus libros de la serie cósmica: el amor como
sustancia universal. Solo que el amor entonces actuaba
en un presente piano, mientras ahora actúa en un presente
profundo, esto es, en un presente que contiene todas
las dimensiones de la temporalidad. De la universalidad
en el espacio, inherente al amor aleixandrino desde Ambito
a Nacimiento Ultimo se pasa a la universalidad en
e¡ tiempo, propia de la visión histórica de En un Vasto
Dominio.
Pasado como presente y
presente como pasado
Si antes la solidaridad amorosa se refería a la materia
sincrónica o a la sincrónica sociedad, ahora, dentro de un
concepto diferente de universalismo, se extenderá también,
congruentemente, al pasado. Puesto que todo es, de
algún modo, presente, Aleixandre establecerá vínculos solidarios
con figuras históricas de los “Retratos Anónimos”,
que desde sus respectivas representaciones pictóricas nos
suplican ser salvas, o sea, ser contempladas y actualizadas,
ser afectivamente atraídas a nuestra activa, hodierna
expectación. La idea de algún pasado que de pronto está
ahí y con el que podemos establecer directo trato, no es
exclusiva de los “retratos anónimos”, sino que también
60 PROLOGO
da origen a dos capítulos que se titulan Incorporación
Temporal. Tal vez una ciudad antiquísima y ya desaparecida
(Numancia) fantasmalmente “se yergue”, “sólida”,
con un nuevo contenido ético. O una estatua romana,
sacada del fondo marino, tras veinte siglos de reposo bajo
las aguas, surge otra vez a la luz y a la existencia en
distinta estructura del tiempo. O menos sorprendente en la
apariencia, pero con idéntica significación, una casa o un
castillo varias veces centenarios pueden ser visitados por
el poeta.
Nótese que en todos estos casos no se trata de hablar
de “otras épocas” en cuanto tales, sino, al revés, de verlas
como una realidad que aunque fue, es, de cierta forma,
aún. De ahí que en estos poemas históricos el autor
se preocupe, ante todo, de situar en la realidad de hogaño
las figuras o situaciones antañosas. Para evocar a Lope
de Vega, que aunque se mueve y actúa en el Madrid del
siglo xvn lo hace también en nuestro ahora, Aleixandre
nos relata su visita a la casa del dramaturgo, aún existente
y en la que todavía puede contemplarlo. La técnica se repite,
con variantes, en cuantas ocasiones se ofrecen y tiene
siempre el mismo sentido: hacerse cargo de un pretérito
que, instalado junto a nosotros, en cierto modo no
pasa.
Pero la tácita premisa del presente continuo permite
invertir la situación, y en vez de un ayer que se hace hoy,
mostrarnos un hoy en el que está un ayer. El poema titulado
“Cabeza Dormida” cuenta de unos mozos en espera
de ser contratados para trabajar. Agrupados, diseminados,
se hallan en la plaza del pueblo. De entre ellos, una
cabeza de plata mate se destaca—-“sí, un día, velazqueña,
en un lienzo: “Los borrachos”, “Vallecas”, “Coria”, “Breda”
... Dormida—en la plaza del pueblo”.
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 61
El primer fracaso de la evolución
de la materia y el arte como
respeto
La materia, por transformación sucesiva, llegó a hacerse
espíritu, vocablo: hombre. (“La oreja, la palabra.”) Pero
he aquí que tropieza, en su asunción perfectiva, con tres
órdenes de obstáculos que le impiden su cabal desenvolvimiento:
la estructura injusta de la sociedad, el convencionalismo
desvirtuador y ios errores de la naturaleza
misma, que en su derroche creador se complace a veces
en engendrar tristes caricaturas de hombres, los anormales
y deficientes, humanos en la escala más baja y empobrecida,
y a los que el poeta mira con infinita piedad,
precisamente porque, en este caso, la injusticia se hace
más incomprensible e insensata. La voz de Vicente Aleixandre
se empaña de ternura y tristeza al contemplar , a
estas desvalidas criaturas residuales, estos materiales de
desecho, forjados como al margen de un proceso de genial
ascensión. Léase el poema titulado “El Tonto”, o esa
conmovedora reflexión sobre el Niño de Vallecas con que
se remata la serie de los “Retratos Anónimos”, En ambos
casos la voz del poeta tiene lágrimas retenidas, más
ardientes y nobles por más sofocadas y viriles. Y hay una
enorme comprensión de lo humano que abarca hasta sus
manifestaciones menos logradas o torpemente obtenidas.
Aquí son esas indefensas criaturas átonas, pero en el
primer poema del libro (“Para quién escribo”) son también
otra clase de deficientes, los criminales, poco menos
responsables que estos y poco menos dignos de piadosa
consideración. Se impone una palabra para designar el
arte de este Aleixandre último (el de Historia del Corazón
y el de Los Encuentros y el de En un Vasto Domi62
PROLOGO
nio, etc.): respeto. Un gran respeto (muy dentro de nuestra
tradición española) por todo lo que está ahí con su realidad
ofrecida, casi sacra, pues que tiene existencia. Y
ante todo, un gran respeto por el ser humano, acaso caído,
tal vez escaso en su humanidad física o moral, pero siempre
necesitado de que nuestro amor lo redima, al menos
afectivamente, salvándole de algún modo en nuestra fraterna
memoria.
Cuando habla del hombre, no importa cuál sea su calificación,
la voz de Aleixandre entra como en un íntimo
y grave recogimiento. En “Para quién escribo”, uno de
los mejores poemas, no solo de este libro, sino, a mi juicio,
de toda la obra conjunta, se oye incluso un tono de
rezo, y ese poema utiliza, secularizándolos, recuerdos expresivos
de la “extremaunción”, para infundirnos, a sus
lectores, ese mismo respeto que el poeta siente por los
desdichados. Aleixandre es de esa clase de artistas a quienes
la presencia humana como tal edifica. Y esta es una
de las razones por las cuales esta poesía, pese a su tendencia
a captar inmensidades y a descubrir minuciosamente
la realidad, se nos aparece, en última instancia,
como lo más opuesto al estilo descriptivo: como entrañable.
El respeto, sustancia última de En un Vasto Dominio,
conduce al realismo. Un realismo como el de “Velázquez”
(no en vano los recuerdos de Velázquez se repiten hasta
tres veces en el libro), que ahonda y enriquece la realidad
sin reformarla. La realidad queda respetada en su ser;
pero de tal modo, que tanto como indemne se nos aparece
como trascendida y penetrada. La realidad se engrandece,
pero no hacia afuera, sino hacia sus guardadas
interioridades. Bajo los límites exteriores intocados se
abre, como un espacio recóndito, un abismo en continua
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 63
expansión, donde pueden recogerse significaciones insólitas
y donde vuela serenamente el espíritu.
Narración y descripción como
técnica de profundidad
La técnica realista hizo su aparición dentro de la poética
de Aleixandre con Historia del Corazón. En un Vasto
Dominio la acentúa de dos maneras: ahondándola en sentido
trascendente y haciéndole sufrir un proceso de objetivación,
Resulta significativo que en todo el libro el poeta
no se mencione ni una sola vez a sí mismo; traza retratos
de personas, describe situaciones humanas, escenas, acciones;
el hombre, su cuerpo, su lugar en la sociedad, su
habitación en el espacio, su condición metafísica en el
tiempo. La propia persona del poeta ha desaparecido, se
ha disuelto en lo que narra, y solo en este sentido podemos
decir que este se ha convertido en mero espectador,
aunque extraordinario, del mundo. Su pupila ve más y mejor
que la nuestra, pero no es, en esencia, distinta; no se
sitúa en un plano más alto, más guarecido, más solemne
para mirar un mundo diferente del habitual. Es un hombre
a la intemperie que mira como cualquiera, aunque salga
de su contemplación más enriquecido que nosotros por
el espectáculo múltiple de la realidad cotidiana.
No canta: narra o describe (el libro se divide significativamente
en capítulos), aunque el relato, a fuer de
emotivo, pueda convertirse en canción y la descripción
siempre nos eleve sobre lo meramente sensible. Lo narrativo
emocional y lo descriptivo ahondador son los dos
modos que el poeta tiene para enfrentarse con el hombre.
Cuando tratamos con el mundo físico, se ha dicho,
bueno es el uso de la razón abstracta ; cuando tratamos
64 PROLOGO
con el hombre y con el mundo humano, el uso de la razón
abstracta resulta inadecuado; se precisa otra clase de
razón : la razón histórica o narrativa (O r t e g a ) . Trasladando
esta idea al campo de la poesía, diremos que el
conocimiento poético del hombre y de lo que ai hombre
rodea lleva consigo, como idónea técnica posible, el estilo
narrativo. El historicista no puede abstraer al hombre
de su medio físico, temporal y social, pues sabe que
solo la circunstancia envolvente es capaz de explicar a
los seres humanos. Para conocer poéticamente, para explicar,
habrá que contar, describir, hacernos ver cómo
vive, cuándo y dónde, esa criatura concreta que tenemos
ante Jos ojos. Es, pues, un supuesto filosófico, una idea
de la vida, lo que implícitamente lleva a Aleixandre y a
cuantos hoy coinciden con él en esta técnica, a la utilización
del relato como instrumento de captación poética
de las realidades humanas. No es un recreo en lo superficial
y aparente lo que le guía, sino, al contrario, un afán
de ir a ios últimos fondos, a las razones que están detrás
de lo puramente visible y exterior. Narración como
táctica de profundidad: tal es lo que de inmediato se percibe
en el libro.
Otros dos modos de fracaso en la evolución
d e . la materia. La ironía
El estilo narrativo que en todo el volumen campea le
sirve, en primer término, a Aleixandre para presentar otro
modo de fracaso en el proceso evolutivo de la materia.
Pues la progresiva espiritualización puede ser entorpecida
no solo por un error de la Naturaleza, sino también
por culpa de los demás hombres. La sociedad erradica
injustamente a algunos seres, semejantes nuestros, o
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 65
los mantiene como al margen de lo verdaderamente humano.
El pastor, el campesino, el muchacho de la era, son, entre
otras, figuras de este tipo, que al poeta conmueven en
su humanidad ultrajada. Como ocurre en el caso de los
tontos y los criminales, en ellos el curso de la humanización,
que debería ser creciente, se ha paralizado, en
cierto modo, y no por culpa suya. El mismo pueblo en
que tales criaturas poco más que alientan se halla quizá
al nivel de los cubículos animales. Aleixandre no nos da
lecciones de moral; nos presenta los hechos tan solo,
pero esta estrategia del silencio es tan eficaz cuanto sobria.
Las palabras se preñan y aprietan del sentido que
el léctor añade por su cuenta a lo dicho: una manera de
condensación de pensamiento que más de un poeta de hoy
debería imitar.
Y luego, el fracaso tercero: los convencionalismos de
un estrato social, ya sin sentido verdadero. Toda convención
es, por principio, una parálisis de la vida, pues esta
consiste, esencialmente, en fluencia, en cambio. Pero si
una clase de hombres no sigue un proceso de crecimiento
y transformación hacia arriba, tendrá una existencia meramente
convencional, como superfetación excrecente.
Contra el convencionalismo propiamente dicho y contra
ese otro género de muertas imitaciones de la vida, la voz
de Aleixandre se alza condenatoria, aunque esta vez el
tono sea satírico y burlesco, pues no otra cosa merecen
quienes han falsificado su propia autenticidad vital. El
hombre que por su propia voluntad ha dimitido de su
condición se trueca en un ridículo muñeco. Así es como
nace en el libro, en correspondencia a su visión del mundo,
una serie de poemas (todo el capítulo III: “Ciudad
viva, ciudad muerta”) donde el poeta echa mano de los
66 PROLOGO
registros irónicos, y a veces hasta cómicos, que había manejado
ya con maestría, aunque con otro lenguaje y técnica,
en algunas piezas de su lejano libro Espadas como
labios.

Historicidad
Materia evolutiva hacia el hombre; posible detención
del proceso espiritualizador, bien por azares de la Naturaleza
o por estructuraciones erróneas de la sociedad.
Tocamos de nuevo aquí con otro problema que el libro
plantea y al que ya hemos referido: la historicidad. En
el hombre hay solo una cierta naturaleza: la muy genérica
y todavía no humana que comparte con todas las criaturas
del universo (la materia fluyente de En un Vasto Dominio
y aquel género del impulso erótico cantado en La
Destrucción o el Amor) y la que comparte en exclusiva
con los demás hombres: la conciencia de sí mismo, con
todo lo que eso implica, y el amor, modificado, humanizado
por el espíritu. Todo lo demás es en el hombre no
naturaleza, sino historia. Coincide Aleixandre aquí, aunque
bajo la forma de supuesto, con el actual historicismo
moderado. Tras la tajante historicidad de quienes creen
que en el hombre no hay naturaleza ninguna, se dibujan
con precisión posiciones menos extremosas, que en síntesis
rezarían así: en el hombre hay, sí, un fondo natural
que consiste en la necesidad de desarrollo de sus capacidades
afectivas, sensoriales e intelectuales. La sociedad
puede sofocar ese impulso de crecimiento; pero cuando
tal cosa ocurre, la criatura humana padece; prueba de que
en este caso se ha contrariado una sustancia permanente.
Si no existiese ningún sentido “naturaleza humana”, no
tendríamos tampoco derecho alguno para hablar de hombre
(menos aún para establecer jerarquías en las sucesivas
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 67
transformaciones de esa criatura) y la noción de humanidad
se atomizaría en sus distintas expresiones históricas,
que quedarían incomunicadas entre sí, estancas.
El amor, en su significado general de identificación con
el otro, es, pues, “naturaleza” en los seres humanos. Y
tal es lo que da base al poema La Pareja antes comentado
con su eternización de los amantes. Pero el hombre es
principalmente histórico: se halla formalizado por la sociedad,
que le otorga lo que llamaríamos “una segunda
naturaleza”, confundida casi siempre por los pensadores
y escritores no historicistas con la otra, la primaria o innata,
mucho más remota y genérica.
Ciertamente, Aleixandre no expone todas estas ideas en
su concatenación lógica, que es cosa de filósofos, sino en
sus resultados intuitivos. Pero ello no significa que tales
ideas no estén en su libro. Lo están, sin duda, aunque bajo
el modo de supuestos, como he dicho antes, que ni siquiera
es preciso que sean conscientes en el poeta a la hora de
la creación. Quien debe extraer de su situación soterraña
los sistemas lógicos latentes y situarlos a flor de conciencia,
expresos y exteriores, es el crítico, al objeto de interpretar
el alcance general de la obra, y sobre todo el
sentido de determinada técnica que tal obra pueda utilizar.
Sin hacerse cargo, por ejemplo, del pensamiento historicista,
subyacente en el libro que comentamos, no hubiésemos
entendido su estilo narrativo, ni estaríamos tampoco
en condiciones de percibir en toda su nitidez el significado
que posee la estructuración de los ya citados “Retratos
Anónimos”, último capítulo de En un Vasto Dominio.
En este capítulo hay once poemas, distribuidos en cinco
parejas, más uno último, impar. Cada pareja consta de
una pieza dedicada a la descripción de una figura supues68
PROLOGO
tamente contemplada en un óleo antiguo, seguida de otra
composición en la que esa misma figura se ha trocado en
un ser real y, por añadidura, contemporáneo nuestro. Pero
¿es de veras el mismo?, se pregunta el propio poeta. Es
idéntica la personalidad física: el color de ojos o del pelo,
la forma de la frente o del talle; en su caso, eso sí, con
algún ligero cambio, provocado por la distinta edad en
que le ha sorprendido. Mas—y esto es lo significativo—
es por completo discrepante la personalidad moral del
personaje segundo; quien fue antaño guerrero, es hoy
poeta; quien niño paseó salones reales y fue acaso infante
de España, aparece como niño también, pero trabajador
en el campo; quien en el cuadro asomaba con
una vieja celestina y hasta bruja, se torna en bondadosa
lavandera, envejecida noblemente en su honrado y pobre
menester; un licenciado hidalgo se convierte en un ingeniero...
La diferente sazón temporal, con su distinto horizonte
de posibilidades en otra estructura social, hace
que cambie la realidad humana de la criatura en cuestión,
su índole personal más íntima, su naturaleza más entrañable.
No basta nacer: hay que hacerse. Y uno se hace
dentro de un mundo dado, en continua fluencia y en
buena medida (siempre hay un margen, por supuesto,
para la libertad individual), depende de lo que sea ese
mundo, que está ahí sin previa consulta, construido por
otros hombres, nuestros antecesores, antes de que nosotros
naciésemos o fuésemos capaces de actuar. El lector
no necesita, sobra decirlo, entrar en tan hundido y
encubierto entramado ideológico para poder gozar de
los poemas. Como el propio poeta, percibe los significados
a través de la intuición; pero esos significados implican
aquella secreta red de conceptos, sin los cuales hubiese
sido imposible el sentido armonioso y cabal.
LA POESIA DE VICENTE ALEIXANDRE 69
Pensamiento informante
y expresión
En una palabra: nos hallamos ante un libro de poesía y
hemos de leerlo y entenderlo como tal. Y si en estas páginas
me he detenido a examinar su pensamiento con
tal pormenor, es porque ese pensamiento informa su estructura,
hace que la forma sea como es. Para explicarnos
la forma hemos precisado recurrir al fondo, puesto que
en una obra de arte (digan lo que quieran algunos formalistas)
ambos términos, que, por supuesto, no se confunden,
carecen de autonomía, son interdependientes, inseparables,
Y no solo eso : en poesía solo una forma bella,
o sea, precisa, otorga ser al significado. En cuanto a Aleixandre,
nunca, ni siquiera en Sombra del Paraíso, había
logrado tan justa belleza de expresión como en este volumen,
donde la variedad y exactitud formal se corresponden
a la variedad y riqueza del pensamiento emotivo (parece
como si el poeta hubiese aquí echado mano de todos sus
talentos y recursos). Al referirnos a este libro, tenemos,
en efecto, que aludir a la justeza de su palabra y hasta
a su concisión. Aleixandre se ha planteado eti este volumen,
de modo característico, el problema de la concentración
del significado, que ha sabido represar en una
forma de gran severidad que lo ciñe y condensa. Nuestro
idioma, de por sí algo redundante y con tendencia a la
amplitud retórica, se aviene mal a semejante faena de
reducción si no es previamente manipulado a tal fin.
Aleixandre recurre a varios procedimientos para contraer
la elocución a un sitio mínimo: uso enclítico de los pronombres,
sobre todo al final del verso, con lo cual este
ahorra una sílaba; uso de frases cortas, que dan rapidez
y brevedad al pensamiento; utilización, con idéntica mira,
de versos de siete sílabas en todo el capítulo I, pues el
70 PROLOGO
minúsculo espacio que este metro impone obliga a comprimir
; tendencia a elidir el verbo y aun el artículo cuando
ello no es por completo imposible; enunciación desnudamente
nominal; carácter a veces exclamativo de la
frase. Como ejemplo de casi todo ello, valga la siguiente
estrofa (habla dei brazo):
El mundo ahora ofrecido, masa ciega,
inerme: allí un destino,
Con él el brazo cúmplese.
El mundo, hijo del brazo;
consecuente verdad. Tú, padre: el hombre.
Y, en fin, retorno a una fórmula típica del Aleixandre
de Espadas como labios y de La Destrucción o el Amor:
la “o” identificativa. Esta clase de “o”, muy escasa en
nuestra lengua, aunque implícita en ella (recuérdense, si
no, frases como “Nueva España o Méjico’', “lenguas romances
o neolatinas”), es elevada por Vicente Aleixandre
a instrumento normal de expresión. En el nuevo volumen
la “o” identificativa reaparece, no solo por tratarse de
un medio muy apto de abreviación formal, sino porque
la idea de unidad que le diera origen en aquellos libros
cobra nuevo impulso, dentro de un compás más amplio,
según vimos, en este. Advertimos aquí la ausencia de manierismo
que caracteriza a Aleixandre, pese a la fuerte
personalidad de su estilo. Aleixandre es generoso de sus
inventos técnicos. Los utiliza mientras los necesita y los
abandona en cuanto la necesidad desaparece. Su expresión
evoluciona a la par que su mundo, pues hace presa
en él de un modo siempre idóneo. Y si en el nuevo tomo
la expresión se ha ensanchado y enriquecido es porque,
previamente, el mundo en él cantado ha sufrido un idéntico
proceso de dilatación. Este ensanchamiento espiritual
LA POESÍA DE VICENTE ALEIXANDRE 71
y formal, propio de En un Vasto Dominio, junto a la intensidad
de su emoción y a la altura moral en que se
mueve, lo convierten en un gran libro de poesía. Me atrevería
a decir que estamos ante la obra más importante
del poeta hasta hoy; una de las máximas creaciones de
poesía de nuestro siglo.

C a r lo s B o u s o ñ o .
Madrid,1968.


Fuente: Obras Completas. Editorial Aguilar Tomo I.

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